Análisis

LENGUAJE Y COMUNICACIÓN

Los principales teóricos comunicacionales establecieron, como principal premisa, que para poder comunicarse es indispensable entenderse y tener la capacidad de emitir una respuesta relacionada al mensaje del emisor. Debe aclararse previamente que, cuando se hace referencia a establecer comunicación con el receptor o receptores, se refiere al verdadero proceso de intercambio de mensajes, claramente recibidos y entendidos; es decir, entablar un diálogo en términos de empatía o una fluida conversación.

Cuando la comunicación se realiza oralmente, no se presentan ruidos trascendentes que dificulten o interfieran este proceso.

Sin embargo, cuando se emplea la comunicación escrita a través de la producción de textos, aparecen grandes problemas.

Este tipo de intercambio de mensajes supone el empleo de normas básicas de gramática y sintaxis, cuyo objetivo es facilitar un claro entendimiento entre las partes intervinientes; pero, de un tiempo a esta parte, “parece” que la observación de reglas idiomáticas ha quedado relegada para aquellos “ociosos” que se toman el tiempo de señalar y puntualizar los graves errores que se cometen a la hora de escribir.

No es raro encontrarse en las aulas con trabajos elaborados por los estudiantes, los cuales no pueden ser entendidos debido a la gran cantidad de errores que tergiversan el contenido de sus mensajes; o también con la dificultad de estos para transmitir, a través de un texto, sus principales ideas. Similares situaciones también se observan diariamente en textos producidos por los medios de comunicación masiva, revistas y hasta anuncios publicitarios, en sus diferentes variedades. Frente a la creciente recurrencia de estos hechos, corresponde intentar precisar su origen.

Con la debida cautela podría afirmarse que hasta hace unos cinco años, aproximadamente, eran mayores las exigencias a tomar en cuenta al momento de redactar o producir un texto, llegando, incluso, a invalidar su contenido una determinada cantidad de errores presentes y por supuesto la imposibilidad de una publicación con esas características. Al respecto, muchos profesionales coincidieron en que aquellas agotadoras revisiones y corrección de las fallas cometidas en la redacción habían permitido ir subsanándolas poco a poco y ser mucho más cautelosos a la hora de elaborar los mensajes. Quizás el relajamiento y, en muchos casos, el abandono de esas agotadoras jornadas de revisión prolija sean puntos fundamentales a la hora de evaluar el tema.

Como se puede observar, el tema no pasa solamente por señalar “algunos errores de transcripción”, como muy ligeramente se menciona hoy en día, sino por reconocer que esta práctica está afectando seriamente la forma de emitir y recibir los mensajes, la seriedad y hasta la credibilidad que puedan denotar estos. La verdadera dificultad radica en la calidad de mensajes que estamos produciendo y transmitiendo; si bien muchos pueden argumentar la irrelevancia de la forma al momento de valorar el fondo, no se debe olvidar que en este fenómeno tan propiamente humano (la comunicación), este enunciado no tiene aplicación, porque la forma correcta de presentación de un mensaje determinará el verdadero fondo de éste. Volver a la rigurosidad de observar las formas correctas y corregir las fallas antes de la emisión de los mensajes es quizás el camino para una adecuada comunicación y un diálogo productivo.

La autora es comunicadora social y docente universitaria