Santa Cruz

“LA NAVIDAD CAMBIÓ LA HISTORIA Y PODEMOS SEÑOR QUE OTRO MUNDO ES POSIBLE”

La familia de “Hombres Nuevos” acude solícita al encuentro, cita y celebración de la Navidad. Y celebrar Navidad es acercarse a BELEN, símbolo, y al mismo tiempo, un lugar humano y teológico, en donde encontramos a Jesús, el hijo de Dios y el hijo del hombre, para ofrecernos alegría, esperanza, amor, paz, ganas de vivir con sentido, en busca de la VERDAD.

Y fuera de BELEN: Una noche oscura, con claros de luz: Crisis letal, pobreza multiplicada, el perfil femenino de la exclusión social, gente desilusionada, casi apocalíptica, el movimiento 15-M, buscando reducir las sombras y acelerar los levantes de la aurora de un mundo distinto y diferente.

No queda otra que mirar a BELEN, dejarse ganar por la UTOPÍA de lo que allí acontece: “Un niño, recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc. 2, 12).

Bellamente expresado por Lope de Vega:

‹   Enhorabuena vengáis al mundo, niño de perlas, que sin vuestra vista no hay hora buena.   ›

Allí nos sorprende la sencillez luminosa de José, el bueno, y María, la sierva de Yahvé, ensimismada y contemplativa ante el misterio (Lc. 2, 19). Lección suprema de silencio interior y exterior, provocación a pensar, reflexionar, dejar a Dios orar en nosotros; no queda otra que buscar en serio y a fondo el sentido último, el alcance existencial y ontológico de la vida, vislumbrar horizontes, prospectiva de futuro desde la utopía, saciar la necesidad de hambre y sed de Trascendencia, en medio de este mundo convulso, de inclemencias humanas, sociales, eclesiales, sin dejarse seducir por la inmediatez del placer efímero, que se queda en promesa, a ras de tierra.

Tal vez intuimos, y a la postre, constatamos, que la razón, el pensamiento, la filosofía llega hasta dónde puede llegar, tiene sus límites ¿y luego qué? El vacío, el nihilismo, la sin razón, el escapismo en el trabajo para consumir, y volver a trabajar para consumir más. Y entonces en lo profundo, insatisfechos, saciados pero infelices. En la complejidad de la sociedad moderna, la razón, la filosofía no pueden dar todas las respuestas.

En los mismos límites de la razón, de la democracia está el tema de los valores, del sentido último de la vida, la hora de tomar decisiones en políticas sociales: casos actuales de bioética, investigaciones con células madres, interpretación de la sexualidad, eutanasia, aborto, enseñanza de la religión…

El filósofo alemán Habermas, autor nada sospechoso afirma: “La filosofía tiene razones para aprestarse a aprender de la religión”. Sigue afirmando este filósofo alemán rigurosamente racionalista, “que en la vida religiosa permanecen aportaciones de humanización y de vida nueva, porque acogen vidas hundidas, proyectos fracasados, miserias que proceden de vidas degradadas. La filosofía puede aprender no sólo por razones funcionales sino de contenido”.

Es bueno recordar aquí aquellas palabras de Bertolt Brecht: “Yo sostengo que el único objetivo de la ciencia es aliviar las desgracias de la humanidad”. C. Offe afirma que no ve otra salida a muchos problemas de nuestras sociedades más que en “una elevación de nivel moral”.

No basta la ingeniería social para resolver casos de soledad de los ancianos, de Sida, etc. ¿cuál es la motivación para dar ese salto moral? Las tradiciones religiosas son las que aportan esa sensibilidad y motivación para la solidaridad, generosidad, desprendimiento, gratuidad.

Deben saber los políticos y los laicismos excluyentes que la sola política no produce los valores que sostiene la misma democracia: responsabilidad, solidaridad, participación, libertad… Si al estado laico se le pide que cuide el teatro, el folclore, la música… ¿es mucho pedirle que preste atención a las tradiciones religiosas que, a pesar de sus ambigüedades históricas, tiene a sus espaldas todo un acerbo cultural y un movimiento de vida solidaria?

Esto se logra evitando el dogmatismo y el control de las conciencias. El estado neutral no ofrece visiones últimas, deja un vacío, y ahí la religión puede aportar algo con su sentido último y totalizante. ¿Qué tipo de hombre queremos para el futuro: mercantilista, consumidor, individualista sin sentido social? La religión tiene que ver con ese tipo de valores. Los valores no se generan desde la ingeniería política ni desde el funcionamiento del mercado. Eso se aprende en cosmovisiones humanitarias, en tradiciones ricas en valores.

Perder la religión supone una carencia muy importante para poder construir una ciudadanía responsable con corazón solidario. Nuestros responsables eclesiales serían los que más deberían saber de este potencial político ciudadano y los políticos no ignorarlo. Una laicidad, si es ilustrada y responsable, sabe que tiene una aliada en la Iglesia para forjar una democracia adulta y madura.

Es falso que el estado laico sea ateo o esté en contra de la religión. Esto sería una perversión de la laicidad. Otra cosa es el laicismo que llamamos excluyente, porque es beligerante, marginador y agresivo. Pero existen cuestiones fronterizas, que pueden crear conflicto, como pueden ser la clase de religión, el matrimonio, el aborto, el divorcio, la eutanasia, la homosexualidad.

No es tan fácil asegurar esa pretendida neutral metafísica religiosa; quieras o no, no es fácil obviar totalmente el tema de la religión, del sentido último. En las políticas sociales existen asuntos que tienen que ver con las cosmovisiones religiosas.

La Iglesia ya no tiene poder para intervenir en una sociedad democrática y pluralista, pero sí tiene muchas posibilidades en capacidad educativa, en valores, en cuestiones de sentido, de derechos humanos, de cuidado de la naturaleza, de la causa de la justicia, etc. Todo esto en el marco de la sociedad civil.

Es mucho lo que puede aportar con su sabiduría, presencia samaritana, experta en humanidad, lugar de acogida, de encuentro, de entrañamiento, desde la racionalidad. Apelar a la autoridad de la revelación es, sencillamente, equivocarse de tiempo y de lugar social.

Se considera acto profético aquellas intervenciones y acciones que suponen la defensa de cualquier aspecto humano o la denuncia de algo que atente contra un derecho humano o que vaya en contra de la conciencia racional, humana o religiosa. No todo acto de oposición de un creyente es un acto profético.

El verdadero enemigo de la religión para un creyente no es el laicismo del Estado, sino el neoliberalismo y sus consecuencias: funcionalismo de la vida, mercantilismo, vaciamiento de sentido, consumismo, individualismo, etc. Causa pena oír hablar de la degradación moral de nuestra sociedad y no denunciar el vínculo existente entre el capitalismo consumista y la degradación moral que origina.

Tal vez la Iglesia debería acusar al socialismo de que se ha precipitado en legislar sobre asuntos que merecen una mayor reflexión y preparación de la opinión pública, pero sobre todo que está siendo miedoso y remiso en denunciar este imperio de la economía.

Pero al llegar aquí se nos plantea un tema de fondo. Es evidente que las instituciones religiosas están en crisis. Lo cual plantea graves problemas. Muchos analistas afirman, sin embargo, el anhelo, la inquietud religiosa de las personas no está en crisis. La persona humana, desde la prehistoria, siempre se hace preguntas últimas y busca respuestas, con mayor o menos fortuna. Así lo confirma aquel clásico aforismo de S. Agustín, en sus Confesiones: “Nos hiciste, Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto e insatisfecho hasta que descanse en ti”.

La persona se define por ser en búsqueda, en indagación permanente; a pesar de todas las dominaciones y esclavitudes irracionales e injustas, siempre ha buscado más la propuesta que la imposición. En la mejor antropología descubrimos las esencias humanas de la búsqueda no sólo personal, sino también comunitaria, expresada en un compartir respetuoso, tolerante, dialogando con los diferentes, sin renunciar a tu propia identidad familiar o cristiana, con un sentido fuerte de inclusión y nunca de exclusión.

Puede ayudar a superar la crisis institucional de la Iglesia, entablar un diálogo interreligioso, necesario tanto para la Iglesia como para la humanidad. Así lo afirma aquel aforismo ya clásico de Hans Küng: “Es imposible la paz en el mundo, sin paz entre las religiones. Tampoco es posible la paz entre las religiones, en un mundo en el que no tiene lugar para poder dialogar”.

Las religiones no tienen que resolver los graves problemas del planeta de orden político, económico, social o la crisis ecológica. Ese no es su campo, pero ejercen un papel importante en el campo de la renovación espiritual, al ofrecer motivaciones trascendentes, valores humanos, sociales, de justicia, de afirmación de los derechos humanos, del sentido de la vida. La mística, la espiritualidad forma líderes, atrae militantes, subidos en la utopía, capaces de levantar esperanzas, ensanchar el horizonte, caminar hacia la nueva humanidad. Dime lo que esperas y te diré lo que eres.

El mundo de mañana es del que ofrece utopías. Nos sentimos cómplices del planeta mundializado, porque creemos que todo pueblo tiene derecho a soñar su futuro, porque creemos en la solidaridad de todos y nos puede la utopía, que es el horizonte que buscamos. “Si andamos dos pasos, el horizonte se desplaza dos pasos; si nos paramos, el horizonte se para también… Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, PARA CAMINAR” (E. Galeano). Y soñar el futuro es apostar y trabajar por una vida digna, y calidad de vida para todos, en un mundo habitable, humano y solidario, hogar de hermanos e iguales.

Esto se hace posible cuando las religiones siguen una dirección de comunión y de respeto hacia las diferencias específicas. Esto es posible cuando se da diálogo en la vida, se realizan acciones comunes en beneficio de la justicia, cuidado de la naturaleza, lectura ecuménica de la Biblia, como realizamos en la Parroquia Hombres Nuevos.

Un ejemplo significante de esta práctica dialogal es el de la comunidad de monjes cistercienses en Tibhirine, en Argelia, que recoge la premiada película de Xavier Beauvois, “De dioses y hombres”. Un modelo referencial para entendernos en la sociedad del pluralismo, bien entendido, no como una mera exigencia y simple actitud de tolerancia, sino entendido “en términos de pluralismos de principio, es decir, como la expresión viva de las riquezas de la diversidad” (Faustino Teixeira, en “Nueva América” N0 131. P. 7. Río de Janeiro, 2011).

Es una oportunidad, que se nos ofrece de asegurar el diálogo interreligioso.Aquí en Bolivia entre los católicos el 73%, protestantes, evangélicos el 11%, no religiosos el 12%, Bahai, budismo, Hare Krishna, Hinduismo el 3% y Pachamamistas – Espiritualidad andina el 1%.

Inspirado en Jesús que nos presentó a Dios como padre, madre, misericordia, compasión, ternura y nos ofreció el imperativo ético, humanista y humanizador, “lo que deseas que te hagan a ti, házselo tú a los demás”, que se completa: Tuve hambre y me diste de comer…, después de 20 años en el camino de los pobres he llegado a esta conclusión: el diálogo interreligioso mueve a las diferentes visiones religiosas a encontrar a Dios en el trabajo conjunto de buscar un mundo habitable para todos, practicar una justicia, que da a cada persona lo que necesita para vivir con dignidad, que practica la orientación del Concilio Vaticano II, de inspiración agustiniana: “Unidad en lo esencial, Libertad en la duda, y en todo, caridad”.

Entonces el diálogo interreligioso recupera su denominación de origen porque moviliza, integra, motiva a las diferentes visiones religiosas a implicarse, con espíritu y apertura, en la promoción integral de TODO el hombre y de TODAS las mujeres y hombres. Se trata del empeño en construir la Fraternidad Universal de todos los pueblos, razas, culturas, religiones, en esa gran tarde de la historia, en donde los excluidos son incluidos y a todos nos juzgarán en el amor y compasión ejercida.

En ese diálogo constructivo, se inscribe la historia de Hombres Nuevos, que nace con vocación dialogal y samaritana de acompañamiento a los pobres, que recuperan su dignidad a través de la educación, cultura, el amor, la escucha, la amistad, en donde se puede hacer realidad la utopía del Reino: una Tierra Nueva y un Cielo Nuevo, en donde reina la justicia, en donde nos sentimos hermanos, compañeros, iguales, sentados en la misma mesa, con manteles largos, silla para todos y a todos llega el “conqué”.

La gran mesa de la Fraternidad, en donde todos hacemos la parábola del COMPARTIR: Doy según mis posibilidades y pido según mis necesidades. Tras las huellas martiriales y pascuales del Resucitado, cada mañana la pequeña fraternidad de Hombres Nuevos, se levanta y se encuentra con el Señor, que nos llena de su amor, paz, justicia, misericordia y nos envía por los caminos resecos y polvorientos del Plan 3000 para sonreír, curar, sanar, escuchar, ser compañero de camino del pobre y menesteroso, del hermano que se nos cruza, para hacer presente a Jesús, a pesar de nuestras torpezas y desaciertos.

Nos alienta en el cotidiano vivir relatos como el del indio peruano, Guamán Poma de Ayala, entrañable, cristiano de la primera generación, lleno de ternura y frescor evangélico. Guamán Poma cuenta que por 30 años “anduvo en el mundo pobre, como los demás indios pobres”, en busca de “los pobres de Jesucristo”. Concluía, con sabiduría teologal: “Allí donde está el pobre, allí está Dios y la justicia”.

La Pastoral en la Parroquia Hombres Nuevos se ha enriquecido y multiplicado con la presencia del presbítero palentino, Juan Carlos Martínez Mayordomo, Delegado Arquidiocesano de la Pastoral de la Salud. Esta misma Pastoral de la Salud la ha establecido en las siete áreas o capillas de la Parroquia; en todas tiene, anima y dirige un equipo de la pastoral de la Salud. Ha sido una gran ayuda para el párroco P. Alfonso Gonzalo Gonzalo, de la Diócesis de Soria.

Estamos construyendo una Iglesia en La Laja en la provincia de Vallegrande, que se llamará “Virgen de Revilla” y hermanarla con el municipio de Baltanás (Palencia), que colabora con nosotros. En el mes de agosto presidí una celebración “muy especial” la Confirmación del voluntario PABLO ESTEVEZ ROMERO, gallego, de Marín, en Pontevedra, le acompañaban el P. Juan Carlos Martínez, que le preparó para recibir el sacramento de la Confirmación y la madrina Lorena Moy, Subdirectora General del Proyecto y animadora de la Fraternidad Hombres Nuevos, y rodeado por todos los voluntarios y amigos.

La NAVIDAD cambió la historia y si nosotros la celebramos con júbilo y responsabilidad, podemos empezar a soñar que otro mundo es posible, que otra Bolivia es factible. Los ángeles en Belén señalan la dirección: “No tengáis miedo. Os anuncio una gran alegría para vosotros y para todo el pueblo”: “Hoy en la ciudad de David os ha nacido un Salvador” (Lc. 2, 11).

Este mensaje de Paz de Jesús en Belén, uno de nuestros grandes profetas, Leonidas PROAÑO lo tradujo así: Mantener la mirada siempre alerta y los ojos tendidos sobre el mar en busca de algún náufrago en peligro, ES NAVIDAD. Dejarse transportar por un mensaje cargado de esperanza, amor y paz, hasta apretar la mano del hermano, ES NAVIDAD. Compartir los peligros en la lucha por vivir, en justicia y libertad, arriesgando en el amar hasta dar la vida ES NAVIDAD. En la celebración de esa NAVIDAD, seguimos subidos en la utopía de Jesús en la primera NAVIDAD. Gratitud, Paz y Felicidad.

Nicolás Castellanos Franco, OSA