Análisis

Javier Gómez Graterol: La vida no es lo que esperabas

Una de los actuales clásicos de redes sociales, y programas humorísticos, es la presentación de la confrontación “expectativa vs. realidad” y en esta se pueden intercalar cualquier tipo de situaciones del resultado entre lo que se espera y lo que termina siendo verdaderamente.
Hace años, me llegó también uno de los consejos (diré que atribuido, porque actualmente se pone cualquiera a decir lo que sea, y nunca lo corroboré) de Bill Gates, para el éxito,que decía: “la vida no es justa, vive con eso”.
Lo cierto es que la vida nunca será lo que esperábamos sino lo que hacemos de ella con lo que nos pasa. Está bien soñar y luchar por mejorar la situación en la que nos encontramos, pero también hay que ver que muchas de las circunstancias en las que vivimos no se trata de cambiar el entorno, o a los demás, sino la actitud que tenemos frente a ellas.
Jesús en su oración antes de su crucifixión se expresó de la siguiente manera: “Padre, si quieres, pasa este vaso de Mí; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22,42) manifestando el miedo que sentía ante lo que se le avecinaba, aún así, no pidió que se hiciese su parecer, sino la fuerza para aceptar la que el Padre tenía para con Él, es decir, tener la actitud correcta ante la situación de injusticia que estaba viviendo.
La Biblia expresa muy bien el sentimiento del salmista ante la situación que percibe como injusta: “Yo me decía: ˋGuardaré mis caminos, sin pecar con mi lengua, pondré un freno en mi boca, mientras esté ante mí el impíoˋ. Callaba resignado, sin decir palabra, pero me atormentaba al ver su buena suerte; me ardía por dentro el corazón, y el escándalo atizaba el fuego, hasta que al fin se me soltó la lengua: ˋSeñor, haz que conozca mi fin y cuál es el largo de mis días, para que sepa lo frágil que soy. A mis días no les diste más de una cuarta y mi existencia es nada para Ti. El hijo de Adán se pavonea, pero no es más que soplo Pasa el hombre mortal como una sombra, no es más que un soplo, pero se afana y almacena sin saber quién lo tendrá. Si es así, ¿qué me queda, Señor? Pondré en Ti mi esperanzaˋ” (Salmo 39,2-10). Pueden pasarnos cientos de cosas injustas e inmerecidas: pero el cómo las asimilamos y lo que decidimos sobre ellas es lo que hace la diferencia. No se trata de asumir con fatal resignación o conformismo, sino de poner todo en manos de Cristo, para que nos dé la fuerza, la sabiduría de cómo proceder, aumentar nuestra resiliencia y crecer en santidad. Por algo decía Pablo: “Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece” (Filipenses 4,13). Dios con nosotros.
Artículos relacionados: