“Si Yahveh no construye la casa,
en vano se afanan los constructores;
si Yahveh no guarda la ciudad,
en vano vigila la guardia”.
Salmo 127,1
La reciente masacre de los niños en Texas, en la que un joven de 18 años, mató a 19 niños, a su abuela y dos profesores, ha levantado, como ya se ha hecho “tradicional”, un debate sobre el porte de armas en Estados Unidos. Aclaro que mi llamado se centra y resume en pensar con cabeza fría algunos puntos:
Se está partiendo, como siempre, de un hecho noticioso, que lo es, por no ser común. Recordemos la vieja regla “no es noticia que un perro muerda a un hombre, es noticia que un hombre muerda a un perro”, y se aprovecha que hay emociones revueltas para hacer llamados, en especial a los que gobiernan, a que “hagan algo”, y que ese algo implique prohibir las armas. El problema, sin ánimos de trivializar la matanza, no está en las armas.
- La gran mayoría de los que portan armas allá no ejecuta matanzas. De hecho, si nos vamos a casos extremos y sonoros, hay personas, como los soldados, cuya obligación es portarlas, que pueden elegir no hacer uso de ellas, incluso sabiéndose que para ellos es considerado un deber: Desmond Doss, cristiano Adventista del Séptimo día, se negó a portar armas en el mismísimo frente de batalla, fue por ello objeto de burla (“bullying”) y persecución de parte de sus propios compañeros y autoridades. A pesar de aquello, se mantuvo firme, eligió no usarlas, cuando pudo haber hecho lo contrario. Terminó siendo condecorado con la Medalla de Honor por el presidente Harry S. Truman. ¿El motivo? Haber salvado la vida a más de ¡setenta y cinco hombres! Sorteando el constante fuego enemigo en el acantilado de Maedam durante la brutal batalla de Okinawa, en la Segunda Guerra Mundial. Es decir, pudo tomar las armas y eligió, por convicción, mantenerse firme en su fe, y no hacerlo. La mayoría de los que las tienen las tienen para defenderse y defender lo suyo.
- Cuando hice pasantías en 2001 en periodismo, vi cómo en Uribana, una de las cárceles más peligrosas de Venezuela, los presos “desarmados”, empleaban, más bien desperdiciaban, su inventiva en fabricar armas de toda clase, desde punzo penetrantes hasta “pistolas” de tubos y ligas, similares a las que salían en la serie “Los Picapiedra”, es decir, no tenían, pero se las fabricaron. Quitarlas no erradica la causa de fondo que lleva a matar, ni que un asesino busque la forma de drenar su impulso.
- No deja de darme vueltas en la cabeza que, cuando se habla del aborto, simplemente lo imponen y te dicen “no es obligatorio” es para quien elija, y están matando vidas por nacer. ¿No tendrían los defensores del derecho a portar armas la facultad de decir “no es obligatorio tenerlas”?
- ¿Acaso los mismos norteamericanos no recuerdan a personajes como Madalyn Murray O’Hair (cuya campaña fue financiada por Playboy) quien fue impulsora de prohibir el rezo en las escuelas? ¿Es que no recuerdan que ella y otros más han estado sacando a Dios de todos los espacios posibles?
- Querer resolver las cosas simplemente por medio de la ley, sin atacar el problema de fondo, no hace más que maquillar el problema, y nos pone ante una peligrosa, muy peligrosa disyuntiva: la de darle más y más poder al Estado de decidir sobre las vidas de los suyos.
- Para resolver el problema de fondo, un buen punto es empezar por meter de nuevo a Dios en los espacios que se le han quitado. Esto sí podría hacer mucho, en especial porque sabernos hijos de Dios hace que nos planteemos el sentido real de la vida, veamos el valor verdadero del prójimo, al que veremos como a un hermano, y respetemos su vida. Dios con nosotros.
Autor: Javier Gómez Graterol, religioso / periodista
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