Amadísimos hermanos y hermanas:
Les invito a tomar asiento para que podamos escuchar y meditar lo que nos dice el Señor este domingo, porque de eso se trata, de escuchar al Señor. Los santos nos ayudan a escuchar, pero perderíamos nuestro tiempo si nos dedicáramos solo a escuchar las cosas que dicen de los santos: que es bueno, que hace llover… y nos perdemos en eso. Si ellos son santos como San Luis y San expedito (Patronos de esta comunidad) es porque escucharon la Palabra y la llevaron a la práctica.
Qué lindo cuando nos reunimos, poder contarnos qué es lo que avanza en nuestra vidas ¿nos hacemos mejores o nos hacemos más egoístas? Porque es el peligro y después los hacemos pelear a nuestros santos comparándolos y viendo que santo le regala más a quien.
Hoy con toda la Iglesia, con todos los creyentes queremos alegrarnos porque formamos la Iglesia del Señor y porque sabemos que un día como hoy, la Iglesia comienza a peregrinar por el mundo a través de más de 20 siglos tratando de cumplir el mandato que el Señor le ha dado: Vayan a todos los pueblos, lleven buenas noticias.
Qué bonito seria que al salir de aquí todos llevemos buenas noticias a nuestro país ¿será que nos aguantan?, miren que el Señor hoy día se presenta, y ayer lo hemos meditado en la cárcel con todos los presos, ¿qué pasa si el Señor se presenta delante de ustedes y les dice: La Paz este con ustedes?
Haber hagamos la prueba nosotros, vamos a nuestras casas, a nuestras calles y a nuestras plazas hoy, mañana y pasado, como lo hemos hecho estos quince días en que nadie quiere hablar de la paz y todos se preparan para la guerra. ¿Será que se puede celebrar la fiesta de Pentecostés con un Espíritu contrario a lo que le Señor nos enseña?
Hoy comienza la misión de la Iglesia. Los que estamos hoy aquí y los que escuchan este mensaje tenemos la misión de escuchar al Señor que nos dice: La Paz hay que decirla, hay que gritarla aunque nos les guste a los que prefieren guerra, a los que prefieren confrontaciones, a los que prefieren tener al pueblo persiguiéndose unos a otros.
Tenemos que seguir hablando de Paz, pero la paz tal como la quiere Dios, no la paz de los cementerios, no la paz de las cárceles donde no se deja hablar a muchos, donde no se permite que ni siquiera se los vea como lo hemos podido constatar ayer al visitar nuestra cárcel de Palmasola. No es esa la paz que quiere el Señor.
Cuando vio que los discípulos se dieron cuenta de que las llagas que llevaba el Señor las tenía y la mostraba, se llenaron de alegría y le Señor les dice: vayan ahora y anuncien y perdonen.
Dicen que para terminar los conflictos hay que ampliar las cárceles y meter a todos los que no piensan como los que están de turno y esa no es solución, esa no es solución. Nuestro Dios tiene una manera de pensar tan grande y tan hermosa que dice: Vayan y díganles que yo me olvido de sus pecados, que yo no los tengo en cuenta, que yo les perdono, pero ustedes tiene que aprender a perdonar, ustedes no tienen que cansarse de perdonar como nos ha pedido el Papa Francisco.
El cristiano no tiene que cansarse de perdonar y, nuestra devoción, los santos, tienen que llevarnos a eso porque ellos han sido modelos de perdón, de reconciliación, no han sido modelos para regalar cosas, sino para regalar el corazón a fin de que el amor de Dios penetre realmente en nosotros y sea realmente hijos de dios, todos por igual.
Pentecostés, fíjense cómo lo dicen los hechos de los Apóstoles, dice que llegó el Espíritu como un viento fuerte. Santa Cruz sabe muy bien lo que son los ventarrones. Se apareció en forma de viento impetuoso. El Espíritu llega para dar nueva vida, pero para que esa vida nueva se vea es importante derribar todo lo que está mal hecho en nuestros propios corazones, no hay otra forma; nos podemos llenar de mil estampitas o cualquier devoción pero si nuestro corazón no cambia es imposible que podamos llamarnos seguidores del Señor de la vida.
Vamos a hacer un esfuerzo en este día de Pentecostés. Tenemos que hacerlo para que realmente el Espíritu entre en nuestra Iglesia, en nosotros. Ayer el Santo Padre se ha reunido con más de 100.000 representantes de diversos movimientos apostólicos del mundo. Desde hace poco hay esa costumbre de que se espere la llega del Espíritu Santo entre todos, para todos, no como privilegio de algunos, porque nadie se puede apoderar e la fuerza del Espíritu para decir “a mí sí que me guía y a los otros no”. El Espíritu llega para todos y se cumple así la palabra de Pablo a los corintos.
“Formamos un solo cuerpo, todos somos distintos como miembros pero formamos un solo cuerpo; entonces la cabeza no puede estar protestando contra los pies, las manos no pueden estar protestando contra el corazón, todos formamos la unidad de un solo cuerpo donde la cabeza es Cristo, Él es quien nos envía a todos y cada uno tiene una misión que hacer. Y nunca es una misión que se impone por la fuerza que se cree una misión que no puede ser compartida con los otros.
Anoche en esa vigilia con el Santo Padre se ha producido eso que a veces repetimos con mucha frecuencia nosotros: hemos vivido un Pentecostés, cuando voy a las confirmaciones siempre escucho que los jóvenes viven el Pentecostés y no cambia nada. Se acabó la confirmación y se acabó la fe, se van.
Pentecostés no es un Spray para estar bonitos un ratito. Como nos dice el Papa, cuidado con los católicos de salón, esos que están bien mientras tiene sus cosas propias pero que tienen alergia a hacer el bien a los demás, que tienen alegría y miedo para decir la verdad frente a tanta mentira organizada.
A veces estamos encerrados como los discípulos, con las puertas cerradas por miedo y una Iglesia no puede tener las puertas cerradas y la Iglesia somos nosotros, nosotros somos esa puerta por la que Cristo llega al mundo. Tenemos que abrir esa puerta para que entren los pecadores, los justos, los buenos, los regulares, para que todos sientan que Dios es el Dios de todos y no es el Dios que bendice solamente a algunos que tiene ideas más o menos parecidas.
Recordemos entonces lo del viento impetuoso ¿qué hizo el Señor con los discípulos? Sopló sobre ellos, les dio su Espíritu y les dio la misión de que vayan y hablen, anuncien y hagan discípulos a todos.
Trabajen, el reino de dios hay que hacerlo presente en medio de las dificultades que nos tocan vivir, aunque cueste. De repente nos podemos ganar alguna persecución, algún insulto, nos podemos ganar las burlas… pero todo es estaba previsto porque todo eso nos exhortó el Señor para enseñarnos como es que tenemos que ser sus discípulos.
Hoy nos toca a nosotros hablar de la paz en un país donde no reina el deseo de vivir en paz, hablar de la justicia donde todavía tenemos miles de hermanos en las cárceles sin que hayan sido juzgados, hablar de la solidaridad cuando estamos acostumbrando a nuestra gente a que pida y no ponga de su parte aquello que es humano dar para poder hacer entre todos una pueblo, una ciudad mucho más hermana y participativa.
Queridos hermanos, la fiesta de Pentecostés es el culmen de la Pascua, cuidado con hacer esas divisiones que a veces encontramos…. Es importante llenarnos del Espíritu que no da Cristo resucitado.
Que este Espíritu nos llene queridos hermanos, se los deseo de corazón. A todos los que están viniendo de otros pueblos, a todas las comunidades de esta parroquia…
Que el impulso que recibimos los domingos nos permita escuchar esa palabra de vida, esa palabra que nos pide cambios en nuestra vida, no solo cambios en las estructuras pasajeras, cambios en nuestro corazón y en nuestra mente. Eso es hacer que Dios produzca un cada uno de nosotros el hombre nuevo, la mujer nueva con un pensamiento claro, de vida de justicia, de amor, de libertad; con una palabra siempre clara, sin atropellos a la conciencia de nadie pero dejando que seamos capaces de decir que para nosotros la gloria que buscamos es que Dios sea amado, sea conocido y sea escuchado por todos y en toda nuestra Patria. Amén.