Internacional

Francisco: la rigidez clerical hace daño

Una abre los horizontes y libera; la otra cierra los corazones y hace mucho daño. La primera es la esperanza en la misericordia de Dios, la segunda es la rigidez clerical. Lo afirmó Papa Francisco esta mañana en la homilía de la Misa celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta, según indicó la Radio Vaticana.

La primera lectura de hoy, del Libro de los Números, habla sobre Balaam, un profeta que fue contratado por un rey para que maldijera a Israel. Balas, observó el Papa, «tenía sus defectos, e incluso sus pecados, porque todos tenemos pecados, todos. Todos somos pecadores. Pero no se asusten. Dios es más grande que todos nuestros pecados». «En su camino, Balaam encuentra al ángel del Señor y cambia su corazón», recordó, pero «No cambia de partido», sino que «cambia del error a la verdad, y cuenta lo que ve»: el Pueblo de Dios vive en las tiendas, en medio del desierto, y él, «además del desierto ve la fecundidad, la belleza, la victoria». Abrió su corazón, explicó el Papa, «se convirtió» y «vio lejos, vio la verdad», porque «con buena voluntad siempre se ve la verdad»: «es una verdad que da esperanza».

«La esperanza – afirmó Papa Francisco – es esta virtud cristiana que nosotros tenemos como un gran don del Señor y que nos hace ver lejos, más allá de los problemas, los dolores, las dificultades, más allá de nuestros pecados». Nos hace «ver la belleza de Dios»: «Cuando yo me encuentro con una persona que tiene esta virtud de la esperanza y se encuentra en un momento feo de su vida – ya sea una enfermedad, una preocupación por un hijo o una hija, o por alguien de la familia, que padece algo – pero que tiene esta virtud, en medio del dolor, tiene el ojo penetrante, tiene la libertad de ver más allá, siempre más allá. Y ésta es la esperanza. Y ésta es la profecía que hoy nos ofrece la Iglesia: nos quiere mujeres y hombres de esperanza, incluso en medio de los problemas. La esperanza abre horizontes, la esperanza es libre, no es esclava, siempre encuentra un lugar para resolver una situación».

En el Evangelio se habla de los jefes de los sacerdotes que preguntan a Jesús con qué autoridad actúa: «No tienen horizontes», dijo el Papa, son «hombres encerrados en sus cálculos», «esclavos de las propias rigideces. Y los cálculos humanos “cierran el corazón, cierran la libertad”, mientras “la esperanza nos vuelve ligeros”». Por ello, subrayó hablando sobre el Jubileo de la Misericordia, «qué hermosa es la libertad, la magnanimidad, la esperanza de un hombre y una mujer de Iglesia. En cambio, qué fea y cuánto mal hace la rigidez de una mujer y de un hombre de Iglesia, la rigidez clerical, que no tiene esperanza. En este Año de la Misericordia, están estos dos caminos: quien tiene esperanza en la misericordia de Dios y sabe que Dios es Padre; Dios perdona siempre, pero todo; más allá del desierto está el abrazo del Padre, el perdón. Y también están aquellos que se refugian en su propia esclavitud, en su propia rigidez, y no saben nada de la misericordia de Dios. Estos eran doctores, habían estudiado, pero su ciencia no los ha salvado».

El Papa concluyó su homilía relatando un hecho que sucedió en 1992 en Buenos Aires, durante una Misa para los enfermos. Estaba confesando ya desde hacía muchas horas, cuando llegó una mujer muy anciana, de 80 años de edad, «con los ojos que ven más allá, esos ojos llenos de esperanza»:

«Y yo le dije: ‘Abuela, ¿usted viene para confesarse?’. Porque yo me estaba levantando. ‘Sí’. ‘Pero, usted no tiene pecados’. Y ella me dijo: ‘Padre, todos los tenemos’. ‘Pero, ¿acaso el Señor no los perdona?’. ‘¡Dios perdona todo!’, me dijo. Dios perdona todo. ‘¿Y cómo lo sabe?’, le pregunté. ‘Porque si Dios no perdonara todo, el mundo no existiría’. Ante estas dos personas – el libre, la esperanza, el que te trae la misericordia de Dios, y el cerrado, el legalista, precisamente el egoísta, el esclavo de las propias rigideces – recordemos esta lección que esta anciana de 80 años de edad – era portuguesa – me dijo: ‘Dios perdona todo, sólo espera que tú te acerques’».