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Fallece el arzobispo emérito de Milán, eterno «papable» y autor de libros de gran popularidad

(Milán) «Era una persona capaz de acercarse a todos, abierto al diálogo sin reserva», declaró el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, respecto a la muerte ayer de Carlo Maria Martini, de 85 años, jesuita como él y cardenal al cargo de la enorme diócesis de Milán hasta 2002.

Martini nunca fue párroco. Cuando Juan Pablo II le eligió para Milán, en 1983, era rector de la Gregoriana, la universidad de los jesuitas en Roma. Antes había dirigido el Pontificio Instituto Bíblico y había vivido en Tierra Santa, de la que se enamoró. Era un erudito experto en la Escritura, capaz de leer en hebreo, caldeo, arameo, latín y griego. También se le daban bien las lenguas modernas: hablaba inglés, alemán, francés, portugués, árabe y griego moderno.  Martini explicó al Papa que lo suyo eran las clases, los grupos pequeños. «No sé cómo salir al encuentro de la gente», confesó a Juan Pablo II. «Será la gente la que se acerque a usted», respondió el Pontífice.   Llegó a Milán en tiempos duros, cuando esta ciudad, la más industrializada del país, sufría el terrorismo sanguinario de las Brigadas Rojas. «Los salmos me ayudaron entonces a hacer del dolor, oración», escribió. Martini tenía buenas dotes como predicador y también como director de ejercicios espirituales y retiros. Publicó muchísimos libros, que se convertían en auténticos  best-sellers en Italia por su estilo directo y divulgativo. Pero casi nunca los escribió directamente. Como él mismo reconoció, era un perfeccionista que prefería no releer sus textos para evitar inacabables reelaboraciones. Los libros con su nombre eran casi siempre recopilaciones de sus enseñanzas y predicaciones orales. Preparaba cada año una carta pastoral que circulaba por todo el país y el extranjero. 

En España, su libro más conocido fue «¿En qué creen los que no creen?», un diálogo epistolar con el semiólogo y novelista Umberto Eco, publicado en 1998. En él, el autor de «El nombre de la rosa», que no es creyente, planteaba temas como la esperanza en un mundo oscuro o el papel de la mujer en la Iglesia. También proponía, respecto al aborto, distinguir una etapa en la que el feto aún no fuese ser humano, a lo que Martini respondía que si la vida humana es un valor tan importante, no tiene sentido arriesgarse a dejar sin protección a seres humanos por definiciones variables y arbitrarias sobre cuándo empieza la persona. A raíz de este libro, la fama de Martini como interlocutor culto y acogedor con el mundo laico quedó consagrada.

Tanteando reformas
Usando palabras escogidas con mucho cuidado, Martini sugería a veces deshacer «nudos doctrinales y disciplinarios». Llegó a abogar por la ordenación de hombres casados, el diaconado femenino y la comunión para algunos divorciados vueltos a casar. Para ciertos medios, era el «papable reformista» que debía suceder a Juan Pablo II. De 2002 a 2008 vivió en Tierra Santa como un biblista que rezaba por la paz en Jerusalén, pero sus ideas sobre temas controvertidos nunca dejaron de llegar a la Prensa europea.

Carlo Maria Martini, cuando recibió el Príncipe de Asturias en 2000