Análisis

Editorial -Correo del Sur- (Sucre): “Una `milenaria tradición´que no logra arraigar”

Una vez más, desde que hace algunos años alguien tuvo la ocurrencia de atribuir a los aymaras una “milenaria tradición” consistente en contabilizar los años a partir de cada solsticio de invierno, hoy toda Bolivia paralizará sus actividades para dedicar valioso tiempo y energías a conmemorar, mediante una serie de actos promovidos y financiados generosamente por reparticiones estatales, el advenimiento de un nuevo año, el 5525, según los cálculos de sus inventores.

Pese a ello, es posible constatar una tendencia decreciente en el entusiasmo con que en algún momento se le quiso dar a esta flamante tradición un lugar importante en el ánimo festivo de la población boliviana. No es que el escepticismo haya terminado de imponerse –por lo menos no por ahora– pero es indudable que los grupos que mantienen su devoción y fidelidad a esta tan moderna forma de religiosidad “andino amazónica” son cada vez más pequeños y menos representativos de las creencias y prácticas culturales del pueblo en cuyo nombre elucubran y actúan.

En efecto, como los hechos lo confirman, para la inmensa mayoría de la población boliviana, incluida la que se reconoce a sí misma como directa heredera de la civilización aymara, el aspecto más atractivo de la fecha es el feriado, tal como ocurre con el de Corpus Christi. En ambos casos, el ánimo colectivo dista mucho del auténtico fervor religioso y festivo que espontáneamente se manifiesta con motivo de festividades como la del Jesús del Gran Poder, en La Paz, o Urkupiña en Cochabamba.

Es bueno que así sea pues si hay algo que quita seriedad, vigor y respetabilidad a los valores culturales de los pueblos es su caricaturización mediante artilugios propagandísticos inspirados en el mercadeo turístico más que en un sincero reconocimiento. Los artificios, peor aún cuando son cometidos en nombre de pueblos cuyas tradiciones históricas se dice respetar, no prosperan.

Nada de lo anterior descalifica, por supuesto, la manera sincera y auténtica como muchas personas en Bolivia, como en otras latitudes del mundo, dan una importancia especial a los solsticios de invierno y de verano desde tiempos inmemoriales. Esa vertiente de la celebración, la que es compartida por todos los pueblos de la tierra que han cruzado un cierto umbral en el camino del conocimiento astronómico, es uno de los elementos más comunes y por lo tanto más respetables de la historia de la humanidad.

De cualquier modo, la ocasión sirve para reflexionar sobre las muchas dificultades que los bolivianos todavía encontramos para asumir una identidad colectiva libre de falsificaciones que nos permita, de verdad, encarar la construcción de una sociedad democrática, libre, solidaria y respetuosa de todas las formas de su diversidad.