Análisis

Dios siempre es niño

A ti, joven campesino.

¿Sabe padrecito?, en el último artículo fue bien exagerado… Me parece que insistió harto en los defectos de algunos. Disculpe mi confianza al decirle esto.

Me sorprendiste el otro día, muchacho del hogar-internado, con tan acertada objeción. Como en tantas ocasiones, me hiciste pensar. Tomé el artículo y lo releí un par de veces… ¡Confieso que tienes razón! Creo que se me fue la mano, que se dice. Gracias por esa sana confianza que me enseña y hace crecer.

Es una idea que abunda en esta columna: nosotros, experimentados educadores, tenemos mucho que aprender de vosotros, niños y adolescentes. Que en este mes de Abril, dedicado a vuestras personitas, aparte de recordar públicamente las necesidades y penurias, las conquistas y alegrías que os rodean, nos atrevamos con el desafío de intentar conoceros un poco más para ayudaros y ayudarnos.

¿Recuerdas, amiguito, a Chanquete y Julia, esos entrañables personajes de la famosa serie española de televisión: “Verano azul”? Muchos sábados por la noche, en la sesión de video del hogar-internado, aparecen en la improvisada pantalla del gran comedor.

Ya sé que apenas son conocidos por los lectores bolivianos. Me refiero hoy a ellos porque en el último capítulo que vimos tuvieron una conversación de la que quiero extraer algunas cosillas. Les cito porque no quiero apropiarme, así nomás, de sus palabras… Chanquete es un buen hombre, viejo pescador en las cálidas aguas mediterráneas. Julia es una joven pintora que disfruta sus vacaciones estivales en ese lindo pueblo de la costa. Allí conoce al curtido lobo de mar y a un grupito de niños y adolescentes: todos juntos viven las más curiosas aventuras que van dejando su poso de experiencias en el corazón de estos jovencitos.

¡Ah!, sí… ¿Se refiere, padrecito, a lo que comentaron la noche en que Chanquete estaba enfermo?

Eso es. Y quizá la fiebre que padecía le hizo hablar palabras sabias.

Chanquete nos recordó la esencia de la infancia. Su grandeza y vulnerabilidad. Es posible que muchas veces los adultos pidamos al niño lo que aún no puede darnos: comportamiento óptimo, diligencia en las tareas, responsabilidad y orden en sus obligaciones. Nos es difícil entender que es un ser en crecimiento y que sus limitaciones forman parte del proceso de gestación que el ser humano debe trabajar.

¡Cuánto respeto, paciencia y sonrisas debemos a nuestras niñas y niños! ¡Cuánto cariño y protección! Y cuánta sana exigencia para que vayan apurando las etapas del camino de madurez.

Y… padrecito, no olvide que lo mismo necesitan nuestros abuelitos, ¿verdad?

Desde luego que sí, buen chaval. El círculo de la vida se completa y al final volvemos a vivir una segunda y radiante infancia -te dije y tu rostro delató que no lo entendiste del todo.

Además, seguro que recuerdas la referencia que los personajes de la serie hicieron sobre Dios. Más o menos, éstas fueron las palabras de Chanquete:

¿Sabe, Julia…? En las iglesias y grandes catedrales siempre representan a Dios, en esos enormes retablos, como un viejito honorable, con blanca barba y mirada venerable. No, querida Julia, no. Yo creo que Dios siempre es niño. No puede ser de otra manera. Le certifico que esa imagen consuela y fortalece mi ya cansada mirada…

Gracias, recordado Chanquete, por tus palabras, tan cálidas como tu mar. Tienes razón: Dios es siempre niño. Inocente y revoltoso. Juguetón y reflexivo. Espontáneo.

Nos duele, amigo lector, que, según los últimos informes, 300.000 niños estén implicados en más de treinta conflictos en el mundo. Son reclutados brutalmente como combatientes, mensajeros, cocineros, guardias y para relaciones sexuales forzadas. Y 115 millones de los 215 millones de niños trabajadores son utilizados en trabajos peligrosos.

Nos duele, ¿cómo no?, que según Unicef, en el campo boliviano 9 de cada 10 niños viven en la pobreza y en las ciudades la miseria alcanza a 6 de cada 10. El 83% están expuestos a sufrir violencia en sus propios hogares. No faltan, por desgracia, las víctimas del abandono, la negligencia y vejaciones: explotación laboral y violencia sexual.

¡Claro que todo esto duele, padrecito! -me dijiste con tristeza.

Es cierto. Y detrás de cada niño que sufre, Dios sufre. Lo recordamos en el pasado Viernes Santo… Jesús subió a la Cruz tanto dolor, tanto desgarro.

Queremos trabajar por tu bienestar, niño boliviano. Conseguirte días mejores. Arrancarte sonrisas y regalarte ternuras. Y juguetes. Y ropa. Y libros. Y medicinas. Y comida. Y dulces… ¡Para que seas feliz!

Tú que eres la misma imagen de Dios.