Análisis

Carlos Hugo Molina: Misiones de Moxos y Chiquitos, construyendo el imaginario colectivo (10)

Una construcción simbólica como la que estamos realizando alcanza su consistencia y solidez en el conjunto de vertientes que le aportan especificidad. Son variables que combinan personas, territorios, tiempos, saberes y decires, y que le dan su impronta diferenciadora de otras. ¿Cuál es la suma de esos matices que expresan la sensación de estar en Chiquitos como un lugar distinto del planeta?

Frente a los que hemos visto hasta ahora, Tarija aporta uno de ellos.

“El padre José de Arce, perteneciente al Colegio de Tarija, funda la primera misión de San Francisco Javier en la Chiquitania, primera de las muchas misiones que con éxito crearían los jesuitas de Tarija en aquellas lejanas tierras orientales”. Esta expresión denota un acto de propiedad del Colegio de Tarija sobre lo que ocurrió luego en el territorio misional y terminó sumándose a la influencia de Asunción, Tucumán y Córdoba, lugares que cumplían tareas específicas en la construcción jesuítica.

¿Qué era el Colegio de Tarija? “Sacerdotes jesuitas fundaron en Tarija el colegio San Miguel, como anota el registro del padre procurador Burgos. ‘Diose principio a la fundación del Colegio de la Villa de Tarija, frontera de las naciones chiriguanas, mataguayes, tobas y macobiés y otras, el año 1690, por el maestro de campo, don Juan José Campero y doña Juana Clemencia Bernárdez Ovando, su legítima esposa’” (www.tarijabicentenario.com).

Campero de Herrera: “Mirando a los indios de dichos pueblos con todo amor y cariño, y por medio de sus doctrineros, los asiste en la educación y buen ejemplo de nuestra santa fe católica y real vasallaje dándoles misiones todos los años. Que llevado de la honra de nuestro Señor, fundó el Colegio de la Villa de Tarija a su propia costa y para que los religiosos tuvieran con qué sustentarse les dio ocho cosechas de vino de su hacienda de la Angostura, solar para edificar la iglesia, tierras de sembradío y otras muchas alhajas para el cultivo divino; y por él han fomentado las misiones para las tierras y cordilleras de los indios chiriguanos, tobas y chiquitos y otras naciones, y por la asistencia que tienen con los padres están en el santo bautismo más de 6.000 indios y edificadas cinco iglesias, la de San Francisco Javier, el Glorioso Patriarca San José, el Arcángel San Miguel, San Juan Bautista…”.

“Un hecho particular que distinguió el proceso evangélico jesuita, con respecto a otras órdenes, es que los primeros utilizaron diferentes estrategias para alcanzar su fin y entre ellas la educación musical y la construcción de instrumentos musicales, a esta herramienta la denominaron applicatio sensuum. Para este fin, el P. Arce, fundador del colegio en Tarija, fue acompañado desde las misiones en el Paraguay por indígenas que habían sido evangelizados bajo esta modalidad y que interpretaban sus instrumentos y cantaban en guaraní, lo que hizo que los indígenas que llegaron del lado del Pilcomayo quedasen sorprendidos por el modo –la música– y el uso de su lengua –guaraní– del Paraguay.”

El Colegio de Tarija resultó siendo el centro de capacitación y formación de los integrantes de la orden en las diferentes misiones que asumieron. Ya se había logrado la prohibición de ingreso a Chiquitos de españoles que no fueran miembros de los jesuitas; gracias a ello, la fe y las expresiones artísticas musicales y el aprendizaje del bésiro, asumido como lengua franca en Chiquitos, se iniciaban y consolidaban en Tarija. (Presencia de la Compañía de Jesús en Tarija. Su acción y su consecuencia, de Jesús Miguel Molina Viaña).