Sucre

ARTÍCULO DE MONS. JESÚS PÉREZ: “LA NOCHE DE SAN JUAN”

Hoy celebramos a San Juan Bautista, el precursor del Señor, es el único santo al cual se le celebra la fiesta del día de su nacimiento, la fiesta de su martirio (29 de agosto). De la Santísima Virgen celebramos su nacimiento el 8 de septiembre. Las fiestas de los santos se tienen en relación con el día de su muerte, su pascua.

San Juan es uno de los santos cuya memoria o celebración se mezcla en la vida del pueblo cristiano y no cristiano. Anoche, creyentes y no creyentes se reunían para la noche de San Juan. Noche que desde niño participé en las famosas fogatas. Eran fogatas que reunía a los del campo y la ciudad junto a la luz que daban las fogatas. El folklore, la gastronomía, el alcohol y otras costumbres están presentes en esta festividad en nuestros días. Sin embargo, la celebración de nuestra fe, en el gran sacramento de la fe, la Eucaristía, no es parte de los muchos cristianos que hicieron presencia en la noche llamada Noche de San Juan.

Los cristianos no podemos ser unos grandes despistados en el culto de veneración que tenemos dentro de la tradición de la Iglesia Católica. La Iglesia venera pero no adora a los santos aunque a veces pudiera parecer esto por la abundancia de velas, flores y otros obsequios con los que acompañamos sus imágenes. Además, a los santos los tenemos como intercesores y modelos en el seguimiento a Cristo. Esto no podemos perderlo de vista. Pero también hemos de recordar que los santos no fueron seres intocables. Durante su vida sintieron cómo la debilidad humana llegó a ellos. Pero la fuerza poderosa de Dios vencía en ellos.

Hoy la Iglesia, coincidiendo con el domingo, día del Señor, nos invita en las celebraciones de la Eucaristía, a celebrar la figura excelsa de San Juan el Bautista, dejándonos iluminar por su doctrina y por el ejemplo de su vida. La palabra que se proclama nos ayuda a entender quien fue Juan Bautista y cuan grande fue su misión. Jesús dijo: “en verdad les digo que entre los hijos de mujer no ha nacido uno mayor que Juan Bautista” (Mt 11,24).

La misión del Bautista era preparar los caminos para la llegada del Mesías, Cristo. Era ser precursor del Mesías, y más que misión, podríamos decir que es definición de Juan. Y, lo que Juan anuncia, es que la misericordia de Dios se ha manifestado en Cristo.

Juan Bautista es testigo de la luz. El vino para testificar sobre la luz, de manera que por él todos los israelitas conociesen que Cristo estaba ya en medio del pueblo, “hay uno a quien no conocen…” (Jn 1,26). Juan claramente dice: “no soy la luz sino testigo de la luz” (Jn 1,20).

La liturgia aplica a Juan las palabras del profeta Isaías: “te hago luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra” (Is 49,6).

El cántico de Zacarías que nos da el evangelio de Lucas expresa la llegada de la salvación que Dios mismo “había anunciado por boca de los profetas”. Juan será el precursor de Cristo que da a conocer a Israel “la salvación y el perdón” de los pecados.

El nacimiento de Juan como su concepción estuvo adornado de hechos inusitados. Fue concebido por una acción extraordinaria de la mano del Todopoderoso, Zacarías quedó mudo cuando se le anunció en el templo que tendría un hijo. María recibe la noticia de que Isabel, su prima, estaba en el sexto mes, diciéndole; “para Dios no hay nada imposible”. Zacarías recupera el habla cuando al niño se le impone el nombre, y, todo, nos hace ver que algo maravilloso iba a ser de Juan.

Juan cumplió su misión como lo hicieron Isaías, Jeremías… Él preparó a los primeros discípulos de Jesús, anunció al Mesías a todo el pueblo y así abrió la brecha con la llamada al cambio, a la conversión de vida. Esta es la tarea del cristiano, abrir brechas para que Jesucristo, el Enviado por el Padre, sea conocido en la mente y aceptado en el corazón, como el Salvador. Juan dijo: “Este es el cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29).

Juan tuvo un papel preponderante en la historia de la salvación. El mismo Cristo dijo que era “profeta” también “más que un profeta”, porque tuvo el privilegio de anunciar y señalar a Jesús, el Salvador, presente entre el pueblo de Israel que esperaba al Enviado de Dios.

Hoy también Dios, Jesucristo, nos sigue invitando, nos convoca para que cumplamos con nuestra misión de discípulos misioneros, anunciando a Cristo, siendo mensajeros y precursores del Señor. La misión del bautizado es semejante a la de Juan el Bautista, una misión que nos ha de acarrear dificultades y, puede ser, que hasta la muerte martirial. La misión de Juan, llevar la Buena Nueva a todos es también nuestra tarea.

Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.
ARZOBISPO DE SUCRE