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Virgen de Urcupiña, Patrona de la Integración, es la guardiana de la familia, misionera de amor y vida.

En estos días y durante la preparación de esta festividad de la Asunción de María, en su advocación de la mamita de Urcupiña, hemos reflexionado e intentando vivir la importancia de la “familia que junto a María es misionera de amor y vida”.

Festividad de la Virgen de Urcupiña. Año 2017
La Asunción de María. Misa central

Saludos
Señor Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia. Don Evo Morales.
Señor Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia. Don Alvaro García.
Distinguidas autoridades: Nacionales, Departamentales y Municipales. Destaco la presencia de todos Uds., autoridades, que han querido acudir a los pies de la Virgen de Urcupiña en una actitud de peregrinos y devotos.
Saludo a la Policía Nacional y a los miembros de las Fuerzas Armadas de Bolivia.
Muy queridos hermanos Obispos, Sacerdotes, Diáconos, Religiosas y Seminaristas. De manera particular al Equipo Sacerdotal de este Santuario.

Amados hermanos y hermanas, peregrinos en este Santuario:

En estos días y durante la preparación de esta festividad de la Asunción de María, en su advocación de la mamita de Urcupiña, hemos reflexionado e intentando vivir la importancia de la “familia que junto a María es misionera de amor y vida”.

El lema que nos ha acompañado durante todo este tiempo, nos ha mostrado a María discípula misionera, es aquella que anuncia, que comunica y defiende el amor y la vida. La familia, nuestras familias, junto con María están llamadas a cumplir esta hermosa y grande tarea siendo también nosotros discípulos misioneros que deberán mostrar el gran amor que Dios nos tiene y proclamar al mundo entero el don que hemos recibido de este mismo Dios, es decir: la VIDA y la vida en abundancia.

Pienso que toda la quincena preparatoria nos ha ayudado a reconocer a la familia como una “gran riqueza social y cristiana” donde todos podemos caminar juntos, donde ninguno es dejado de lado; donde todos sus integrantes, niños y ancianos, varones y mujeres, se sienten acogidos y seguros, protegidos y cubiertos con el manto amoroso de nuestra Madre.
Es así que no hay nada mejor que sentirnos hermanos, una sola Familia, una sola Iglesia, Iglesia que es luz, que es vida, Iglesia fundada por el mismo Cristo y que siembra la verdad, la justicia y la paz.

Es cierto que la imagen de la Iglesia y de la familia cristiana es la Virgen María, quien dice SÍ a la vida y un NO rotundo a la cultura de muerte. La Virgen María cultiva y cuida la vida: lo hace como Madre, desde el don santo de su fecundidad. Nos anima a superar las dificultades, a no atentar contra la vida, más bien a respetarla y defenderla.

La Virgen María nos enseña a cultivar la vida con amor. Defender la vida es defender a los humildes, marginados de la sociedad. Todos somos criaturas de Dios, defender la vida es defenderla en su múltiple diversidad de procedencia, lengua y cultura. Al mismo tiempo, es una invitación imperativa a cuidar todo el medio ambiente que Dios mismo nos ha regalado. De hecho es lo que tuve la oportunidad de decirles el pasado 6 de agosto, el día que celebramos el Te Deum en la Catedral Metropolitana recordando nuestro 192 aniversario de Independencia, (cito textualmente): “Por eso creo que como pueblo de Dios estamos aquí para renovar nuestro compromiso de servicio a nuestra Patria, buscando el bien de todos; cuidando y respetando la vida pese a ideologías que afectan gravemente a la familia y la sociedad boliviana; cuidando nuestra casa común, cuidando nuestros parques y medio ambiente”.
Es así que, la Patrona de la Integración, es la guardiana de la familia, misionera de amor y vida. Es Madre de los pueblos, razas, lenguas y culturas; y nos invita a defender nuestra identidad, nos enseña a vivir el don de la fraternidad, como verdaderos hijos de un mismo Padre.

De hecho, la Palabra de hoy, la que acabamos de escuchar en esta celebración, nos plantea en el Apocalipsis, que Dios no renunciará jamás a su firme y abierto combate contra el mal, la injusticia, la mentira y el pecado. Los dos actores centrales de este combate son la Virgen y la bestia perversa y su escenario es la vida, donde acontecen las aspiraciones y deseos de la humanidad. De un lado está la luz que alumbra la vida, y del otro lo que produce muerte. El combate es por la defensa de la vida y la esperanza que trae Cristo Jesús.

La carta a los Corintios coloca en el mismo terreno de los seres humanos de este mundo el comienzo de la salvación. Cristo, hombre y Dios verdadero, pone fin a la mentira a la injusticia y a la muerte.

El Evangelio de Lucas nos coloca ante el infranqueable amor que Dios nos da como don y como tarea. María lleva la vida a casa de Isabel: lleva a Cristo. Dos mujeres que se encuentran y que cada una espera un niño. La particularidad de las dos es que hablan “llenas del Espíritu Santo”, y por ello el futuro que contemplan no es el de ellas mismas o de los hijos que van a tener, sino de todo el pueblo, según el plan de Dios, del que ellas y sus hijos son instrumento de salvación. Isabel ha recibido el don inesperado de la maternidad, pero se inclina ante una maternidad más grande que la suya, y bendice a María. Ésta le responde bendiciendo a Dios, de quien viene toda la gracia.

Isabel, llena del Espíritu, exalta la grandeza de María declarándola “bendita” y portadora de la bendición definitiva que se concreta en el fruto de su vientre.

María, en el canto del Magnificat nos revela que Dios está comprometido con la vida y la dignidad de todos, y al mismo tiempo expresa la profunda búsqueda humana de la concordia el bien la justicia y la paz. Ella responde con palabras de sonido antiguo y contenido absolutamente nuevo: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”. Toda su grandeza es don de Dios y debe culminar gozosamente en canto de alabanza. María, entonces indica que solamente Dios es la riqueza verdadera; por eso, el que se encuentra lleno de sí mismo y de sus cosas, en realidad está vacío. Sólo abriéndose a la presencia de Dios, a su amor verdadero y profundo; al recibir la gracia del perdón y al extenderla hacia los otros, el hombre llega a descubrir el verdadero sentido de su vida y en que radica la verdadera riqueza. Por eso el ejemplo máximo de esta riqueza es María, la que siendo sencilla y pobre, la que se abandona totalmente a Dios, la que se enriquece con el máximo bien, es decir, con aquel que lo llena todo. Dios amoroso.

Por eso, el cántico referido a ella es el canto, el himno de la gloria a María. Se la glorifica porque ha creído en Dios y ha permitido que Dios realice obras grandes por medio de ella. Por eso “la proclamarán bienaventurada todas las generaciones”.

Por eso, María nos recuerda que la vida de familia, en familia, de nuestras familias, son el lugar privilegiado de la presencia de Dios, son el lugar desde y donde podemos renovar y mejorar nuestra convivencia: afirmar el valor gozoso y positivo de la vida familiar como lugar del amor incondicional, como ámbito del respeto y la libertad, la exigencia y la responsabilidad. Familia a la imagen de la Sagrada familia de Nazaret, es decir, papá, mamá e hijo. Es fundamental reconocer que la familia exige atención y esfuerzo por mantener vivo el amor y apoyo por parte de la sociedad y de todos.

Hoy queridos hermanos, aparece la propuesta más clara en esta festividad: ser familia que junto con María es misionera de Amor y Vida. La vivencia y celebración de una auténtica devoción mariana nos tiene que conducir a depositar en el corazón esta indicación de María, a realizarla, en el diario vivir, como ella la ha vivido.
Oremos e imploremos la protección de la Virgen María, de nuestra mamita de Urcupiña, que proteja nuestras familias, toda nuestra Nación, ya que por eso hemos querido peregrinar a este su Santuario y así recibir su luz y guía en nuestro caminar.
Así sea.