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¿Tenemos un sueño de persona y sociedad para proponer a nuestros niños y jóvenes? Mons. Sergio Gualberti

En su homilía del cuarto domingo de Adviento, el Arzobispo de Santa Cruz Mons. Sergio Gualberti, exhortó al Pueblo de Dios a prepararse con fe profunda para el nacimiento de Jesús y tener en cuenta que Dios se hace hombre en el seno de María para salvación de todos. Asimismo alentó al Pueblo de Dios a no solo denunciar a los falsos profetas, sino procurar su conversión y anunciar un mensaje de esperanza.

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El Arzobispo hizo referencia al actuar de los jóvenes que ha conmocionado recientemente a la opinión pública boliviana. Al respecto indicó que ese hecho deja ver un descalabro de los valores humanos, culturales, religiosos de nuestra sociedad consumista, hedonista, individualista y sin rumbo. En ese sentido se preguntó si ¿Tenemos un sueño común y compartido de persona y de sociedad para proponer a nuestros niños y jóvenes? ¿Todavía creemos en el valor sagrado de la persona humana, sus derechos y dignidad, en la conciencia, la honradez, la ética y la moral? ¿No será que nos han embaucado los efímeros ídolos mundanos, dispersivos y disgregadores, opacándonos el horizonte de luz y de vida sobrenatural del Dios de Jesucristo?

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Por otro lado Mons. Gualberti indicó que gracias a Jesucristo quien ofreció su ser para la salvación de todos, gozamos de la identidad, dignidad y vida de hijos de Dios, en ese sentido el misterio de la salvación se hace realidad en la sencillez y humildad de la vida cotidiana y en hechos como el asombro sencillo de Isabel la prima de María que dijo ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?”  

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El Arzobispo indicó que María es la primera de los bienaventurados, que han creído y creen que el hijo nacido en Belén es el Salvador, asimismo, María hace público lo que Dios a obrado en ella no para que sobresalga ella sino para gloria de Dios. De esta manera es que los creyentes nos reconocemos amados por Dios porque nos envía a su Hijo en la Navidad

Antes de concluir su Homilía, Mons. Gualberti exhortó al Pueblo de Dios a no quedarse en las luces artificiales, intercambio de regalos ni en pura fiesta, sino, abrirse al niño, el regalo verdadero de Dios que debe ocupar el lugar central de la vida personal y convivencia social. Finalmente manifestó su deseo de que el niño haga firme nuestro compromiso de vida nueva, revestidos de dignidad de hijos de Dios

Homilía de Mons. Sergio Gualberti

Arzobispo de Santa Cruz

Pronunciada el 23 de diciembre de 2018

Preparémonos con fe profunda para el nacimiento de Jesús

La liturgia de este último domingo de Adviento nos prepara de manera inmediata a la celebración de la venida de Dios en nuestra carne y en nuestra historia, poniendo la Virgen María como modelo a seguir. Ella es la persona que vivió con más intensidad e ilusión la espera del Salvador, meditando y conservando en lo profundo de su ser el misterio que se hacía vida en ella. María nos ofrece su ejemplo de joven sencilla y humilde, de persona creyente y abierta a la voluntad de Dios, para que nos preparemos a vivir con fe profunda el nacimiento de su hijo Jesús.

Dios se hace hombre en el seno de María para salvación de todos

El Hijo de Dios, que se hace hombre en el seno de María para la salvación de todos, era esperado desde muchos siglos por el pueblo de Israel, como atestigua el texto del profeta Miqueas que acabamos de escuchar. Ese profeta, como la mayoría de los profetas, fue llamado a cumplir el mandato de Dios en un momento muy turbulento de la historia del pueblo de Israel, sometido a una potencia extranjera y también con muchos problemas al interior.

No solo denunciar y llamar a la conversión sino anunciar esperanza

Miqueas arremete con palabras valientes y sin medios términos en contra de los falsos profetas, de los sobornos y ambición de los gobernantes, de la rapacidad de los administradores de justicia, de la avaricia de los mercaderes y desenmascara los vicios de la ciudad. Pero su predicación no se limita a denunciar y a llamar a una urgente conversión, sino que anuncia un mensaje de esperanza. Él ve en lontananza la restauración del pueblo, el surgir de una nueva luz desde la pequeña aldea de Belén, el nacimiento de un niño: “De ti, Belén, nacerá el que debe gobernar a Israel”.

El actuar de los jóvenes que ha conmocionado al pueblo recientemente deja ver un descalabro de los valores humanos

Este niño pero no será luz sólo para el pueblo de Israel, sino que se vuelve la presencia salvadora de Dios para toda la humanidad que, hasta el día de hoy, sigue debatiéndose entre luces y sombras, esperanzas y fracasos, paz y guerras. Como testimonio de las sombras presentes en la vida humana, en días pasados, ha conmocionado a la opinión pública el actuar de un grupo de jóvenes en nuestra ciudad que, bajo el efecto de la droga, con violencia inaudita se ha aprovechado de una joven señorita. Ante este grave hecho, no es suficiente quedarse en declaraciones, en sentimientos de pena por la víctima o en expresiones de condena hacia los autores. Hay que reconocer que lo que ha pasado es la punta del iceberg del descalabro de los valores humanos, culturales y religiosos de nuestra sociedad consumista, hedonista, individualista y sin rumbo.

¿Tenemos un sueño para proponer a los jóvenes? ¿Todavía creemos en el valor sagrado de la persona humana?

Este suceso nos debe sacudir a todos y despertarnos de nuestra indiferencia, pasividad y conformismo, para mirar en la cara la triste realidad y ponernos serios interrogantes como adultos, padres de familia, autoridades e instituciones, en particular la educativa y los medios de comunicación. ¿Tenemos un sueño común y compartido de persona y de sociedad para proponer a nuestros niños y jóvenes? ¿Todavía creemos en el valor sagrado de la persona humana, sus derechos y dignidad, en la conciencia, la honradez, la ética y la moral? ¿No será que nos han embaucado los efímeros ídolos mundanos, dispersivos y disgregadores, opacándonos el horizonte de luz y de vida sobrenatural del Dios de Jesucristo?

Gracias a Jesucristo que ofrece su ser para la salvación, gozamos de la identidad, dignidad y vida de hijos de Dios

El profeta Miqueas nos insta a centrar y unificar nuestras miradas en aquel que va a nacer y aquel que “se mantendrá de pie (firme) y apacentará con la fuerza del Señor”. Él es el Salvador de todos que trae paz. Más todavía: “¡Él mismo será la paz!”. La paz verdadera del ser humano reconciliado con Dios, con los hermanos y consigo mismo. Esta es la total y verdadera novedad en la historia de la humanidad: gracias a Jesucristo, que ha entrado en la historia del mundo ofreciendo todo su ser para la salvación de todo el género humano, gozamos de la identidad, dignidad y vida de hijos de Dios.

El misterio de la salvación se hace realidad en la sencillez y humildad de la vida cotidiana

Este misterio de salvación no se hace realidad en un escenario grandioso, sino en la sencillez y humildad de la vida cotidiana de personas comunes, como nos narra el evangelio. Asistimos al encuentro entre dos primas hermanas, María e Isabel, ambas están esperando familia. En el abrazo entre las dos mujeres, Isabel llena de Espírito hace el gran anuncio: está por nacer el Salvador.

¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?”.

María es “la madre de mi Señor”. El asombro de Isabel y el sobresalto de la criatura que lleva en su seno es el signo del estupor de la comunidad creyente ante la certeza de que Dios está por venir a sellar con la humanidad un pacto nuevo y definitivo de salvación. El saludo es acompañado por la bendición: “¡Bendita tú entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!… La bendición de Dios es sinónimo de salvación, vida, fecundidad y paz. Jesús es el bendito, la plenitud de los bienes y de la vida de Dios y María, su madre, también es bendecida porque ha sido elegida como imagen visible de la cercanía amorosa de Dios, la nueva arca de la alianza que lleva en su seno al Evangelio vivo, la vida verdadera para todo el mundo. Bendita entre las mujeres”, entre todas las que llevan la vida en su seno, las que la donan y la cuidan.

María la primera de los bienaventurados, que han creído y creen que el hijo nacido en Belén es el Salvador

Las últimas palabras de Isabel proclaman la hermosa y solemne bienaventuranza de María: “¡Feliz de ti por haber creído!”. María feliz, porque ha creído y dicho sí al Señor, por eso es portadora del Hijo de Dios. Feliz por ser “la creyente”, la primera de los bienaventurados, de los pobres y humildes que han creído y creen de verdad que el hijo de María nacido pobre en Belén es el Hijo de Dios, el Salvador.

María hace público lo que Dios a obrado en ella, no para que sobresalga ella sino para gloria de Dios

María, recibe con humildad las palabras de alabanza y bendición de Isabel, no niega el designio misterioso de Dios en su vida, ni tampoco rechaza la gracia y fuerza del Espíritu.

Esta es la verdadera humildad de una persona que se abre a Dios, que se deja sorprender por el gozo y la presencia de la gracia divina y que hace público lo que Dios ha obrado en su vida, no para que ella sobresalga, sino para gloria de Dios. En ese momento María eleva el Magnificat, canto de gratitud y alabanza a Dios, porque en su persona humilde y sencilla “ha hecho obras grandes, su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.

Los creyentes nos reconocemos amados por Dios porque nos envía a su Hijo en la Navidad

En la Virgen María y en su actitud de fe, de acogida y entrega al Señor los creyentes nos reconocemos amados por Dios porque, también este año, nos envía a su Hijo en la Navidad para que creamos en él, la luz sin ocaso luz y la fortaleza en nuestro caminar personal y social.

No nos quedemos en luces artificiales, intercambio de regalos ni en pura fiesta, abrámonos al niño, el regalo verdadero de Dios

María está a nuestro lado, caminando con nosotros, para que no nos quedemos en las luces artificiales y en el intercambio de regalos del comercio, ni siquiera en la pura fiesta de familia, que por cierto tiene muchos valor. Tenemos que dar un paso más decisivo: abrir nuestro corazón y nuestra vida a acoger al Niño Jesús, el regalo verdadero de Dios. Esta verdad es un llamado para todos y para nuestra ciudad, para que Cristo, el Evangelio y los valores humanos y cristianos que de él se derivan, ocupen el lugar central de nuestra vida personal y convivencia social.

Que el niño haga firme nuestro compromiso de vida nueva, revestidos de dignidad de hijos de Dios

Pidamos al Niño Dios, puesto en el pesebre, que haga firme nuestro propósito y compromiso de vida nueva, como el mejor y sincero agradecimiento a él que, por amor, nos ha hecho pasar de la esclavitud del mal a la liberación de la gracia, nos ha devuelto la libertad, nos ha revestido de la dignidad de hijos y nos ha inmerso en la corriente de la salvación. “Vuélvete Señor, ven a visitar tu viña … que nunca nos apartemos de ti… y devuélvenos la vida”. Amén