Destacadas Reflexión Dominical

Reflexión dominical: San José acoge y protege el misterio de Dios

Protagonismo de San José en el nacimiento de Emmanuel

 

Estamos más acostumbrados a escuchar el anuncio del nacimiento  extraordinario de Jesús realizado por el ángel Gabriel a la Virgen María y  narrado en Lucas (Lc 1,26-38) que el anuncio a José contado por Mateo  (Mt 1,18-25). Lo que ambos anuncios tienen en común es que sobre la  Virgen María se proyecta el cumplimiento del texto de Isaías (Is 7,10- 14) citado más ampliamente en el evangelio de Mateo. Para el cristianismo  María es la joven virgen que concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, “Dios-con-nosotros”. Así lo revela la escena que  anuncia el nacimiento del niño a José.

 

El hijo de Dios nace de forma extraordinaria como hijo de David

 

Como es muy frecuente en Mateo, la narración del anuncio a José se sirve  de referencias, alusiones y motivos del Antiguo Testamento. Uno de esos  elementos, repetido tres veces, es que la mujer “dará a luz un hijo y le pondrás por nombre” Jesús (Mt 1,21.25) o Emmanuel (Mt 1,23). La  primera de esas alusiones está tomada literalmente del anuncio a Abrahán  del nacimiento extraordinario de Isaac (Gn 17,19) debido a la ancianidad  de Sara. De este modo el relato deja bien claro que Jesús es el “Hijo de  Dios” porque ha nacido de manera extraordinaria y será  el salvador de los pecados del pueblo e, inmediatamente después, dice  que viene del Espíritu Santo y que su concepción se ha  producido virginalmente. Además Jesús es también el “Hijo de  David” porque José, obedeciendo a lo que el ángel le pide, le impone el  nombre y con ello lo reconoce legalmente, según la costumbre de la  época. De este modo el niño quedaba integrado a todos los efectos en el  linaje davídico.

 

El cumplimiento de la Sagrada Escritura

 

El evangelista afirma entonces que: “Todo esto sucedió para que se  cumpliera lo que había anunciado el Señor por el profeta” y reproduce el  pasaje de Is 7,14. Es la primera vez que Mateo introduce en su evangelio  la primera de la serie entre las “citas de cumplimiento” de textos del  Antiguo Testamento. Así ilumina el sentido profundo de los hechos  narrados y los presenta como realización del plan de salvación que Dios  había anunciado desde antiguo. El evangelista lo hace con el  convencimiento creyente, de que el Señor conduce la historia según los  designios que había revelado en las Escrituras por medio de los profetas.

 

Dios con nosotros

 

El aspecto fundamental en conexión con el texto de Isaías está en el  término “Emmanuel”, el cual no debe ser entendido aquí como un nuevo nombre propio de Jesús. Su importancia le viene de aquello que significa.  El evangelista lo traduce por “Dios-con-nosotros”, pues el niño que va a  nacer hará realidad la anhelada presencia del Señor en medio de su pueblo  y lo salvará de sus pecados. Este nombre no volverá a aparecer en todo el  evangelio, pero será un hilo conductor del mismo porque evoca la presencia  continua de Dios en medio de su pueblo en la comunidad (Mt 18,20),  en la Eucaristía (Mt 26,29) y en la vida y misión de la Iglesia: “Yo  estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). La  lectura del oráculo que hace Mateo es mesiánica y salvífica y sirve para  poner de relieve la identidad de Jesús. La mención de la virginidad de María  es un dato claramente afirmado pero está en función de aquella identidad  de Jesús, Dios con nosotros.

 

José, el padre legal de Jesús

 

A diferencia de Lucas, el evangelio de Mateo se centra más bien en  el personaje de José, el esposo de María, para anunciar el nacimiento de  Jesús. José, denominado el hijo de David por pertenecer a dicha estirpe,  tal como nos narra la genealogía al principio del Evangelio, al poner el  nombre a Jesús y acoger a María, se convierte en padre legal de  Jesús, cuyos efectos en la antigüedad eran los mismos que la paternidad  física y posibilita el reconocimiento oficial de Jesús como descendiente de  David (Rom 1,1-7) y, por tanto, como Mesías legítimo. La paternidad legal  de José es tan importante como la maternidad física de Maria, pues en  Jesús, el hijo de David, a través de José y de María se cumple la profecía  mesiánica de Isaías.

 

José, varón silencioso y justo

 

Pero la figura de José se convierte para nosotros  en  un modelo ejemplar para los creyentes que quieren poner su vida al  servicio del Señor. De él, a partir del evangelio de Mateo, podemos destacar  dos aspectos fundamentales: José es, por una parte, el hombre del  silencio profundo ante un Dios que lo desborda misteriosamente con  todos sus dones, y por otra, el hombre justo por antonomasia.

 

La justicia muy superior al cumplimiento de la ley

 

Al decir el  evangelio que José era “justo” no se debe entender sólo que él era un buen  cumplidor de la ley ni que era muy bondadoso, especialmente con María,  su esposa, sino más bien que él vive cumpliendo la voluntad del Padre del  cielo. El concepto de justicia en el primer evangelio es muy superior al del  cumplimiento de la ley (Mt 5,20). Es la justicia que consiste en 1) la  apertura al misterio de Dios (muchas veces desconcertante), 2) es la  obediencia de la fe (Rom 1,5) al proyecto de Dios y 3) es la búsqueda  del Reino de Dios.

 

Impresionante perplejidad y respuesta creyente

 

La perplejidad en la que se encuentra José ante las circunstancias que  rodean el nacimiento de Jesús es muy grande. Pero no  menos impresionante es su respuesta como hombre de fe. Estando  prometida María a José y antes de vivir juntos, ella se encontró embarazada  del Espíritu Santo. Ante el hecho sorprendente que José tiene que afrontar,  que su mujer está encinta antes de convivir con ella, tiene dos posibilidades  legales de actuación, según el Dt 22, 13-21 y Dt 24,1, la denuncia o el  repudio. Sin embargo, José no hace ni lo uno ni lo otro. “Y José, su marido,  siendo justo y no queriendo descubrirla se propuso secretamente dejarla”  (Mt 1,19). La perplejidad de José no es duda sobre María, ni mucho menos  sobre Dios.

 

José deja que el plan de Dios se cumpla

 

La idea de José no es ni denunciar a María, ni tampoco  repudiarla (cosas que serían públicas), sino solamente retirarse de ella  secretamente para dejar que el proyecto de Dios se realice en  María, la Virgen. Ante la inmensidad del misterio del que María es  protagonista, José, se siente indigno, tal vez perplejo, y en su callada  humildad experimenta el temor reverencial ante Dios y su designio. Su  silencio absoluto es significativo. De él, además, no transmiten los  evangelios ni una palabra y precisamente este hecho es el que en él se  hace elocuente hasta convertirlo en modelo de vida interior.

 

Silencio reverencial de José

 

La respuesta de Dios ante el silencio reverencial de José propicia la  anunciación del nacimiento de Jesús a través de un ángel, en claro paralelo  con la anunciación a María en el evangelio de Lucas. De este modo José  comprende en el silencio que él será también coprotagonista con  María, su esposa, en el misterio de la encarnación, en el cual, también él,  como María, va a tener una misión específica, la de dar la paternidad  legal a Jesús y ser protector y guardián de las gracias divinas que él,  a través de María y Jesús, ha recibido.

 

La voz de José es la voz de Dios

 

José (Mt) y María (Lc) son los que ponen el nombre de Jesús al hijo  engendrado por obra del Espíritu Santo. El nombre en el ambiente bíblico  no era mera denominación arbitraria sino la pronunciación de algo esencial  de la persona. Dar un nombre es significar su destino, definir su actividad  y su carácter. Al Mesías le da nombre el ángel. José y María actúan en  nombre de Dios. El nombre de Jesús significa “Dios Salva: Jesús es  salvador porque salvará a su pueblo de sus pecados”.

 

José acoge y protege el misterio de Dios

 

La imagen del arte barroco manierista, de José y el Niño (Guido Reni, 1640)  que acompaña esta reflexión muestra a José, anciano como  Abrahán, acogiendo en sus manos el misterio del niño Jesús. Éste a  su vez tiene en su mano la fruta, símbolo del primer pecado cometido por  el ser humano, narrado en el Génesis, por querer ser como Dios. Jesús es  quien salva a la humanidad del pecado que él ya tiene controlado y redimido  en sus manos. José acoge al niño redentor cuyo rostro irradia con su luz la  cara y la barba de José, silencioso, el justo contemplativo y adorador de su  Señor.

 

José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura