Tras los primeros domingos del tiempo pascual en los cuales hemos leído los textos relativos al sepulcro abierto y vacío y a algunas apariciones del resucitado, en este cuarto domingo las lecturas bíblicas presentan a Jesús Resucitado con metáforas e imágenes que permiten profundizar el significado del misterio pascual para la iglesia y para la humanidad desde la alegría de la resurrección.
Hoy es el domingo del Buen Pastor. La comunidad se concentra en Jesús crucificado y resucitado para contemplar, en esta figura del Pastor tomada del Antiguo Testamento, la relación de Dios con su Pueblo a través de su Pastor, Jesús, el cual es el pastor del rebaño de Dios constituido como tal por medio de su muerte y resurrección, pues por haber dado la vida por todos es el que nos da nueva vida y se desvela por nosotros. Con la imagen del Pastor bueno y espléndido presenta el evangelio de Juan la relación de Jesús con sus discípulos desarrollando una alegoría preciosa de resonancias veterotestamentarias (Jn 10,1-30). Pero la primera imagen que se utiliza en este discurso no es sólo la del Pastor sino la de la puerta, de la cual se resaltan dos aspectos, primero, que el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas, y segundo, que la puerta es Jesús en persona.
La puerta es como una alusión a la glorificación de Cristo en la hora de la muerte, pues ésta es la que permitirá entrar a Jesús en el corazón de la humanidad para que su voz sea escuchada por las ovejas del rebaño, de modo que cada uno se sienta llamado por su nombre, y para que sea liberado de todo mal, del pecado y de la muerte. De este modo todos los seres humanos tenemos amplio acceso a Dios, abierto de una vez para siempre, a través de la puerta de la vida nueva y eterna que es Cristo. A diferencia de los ladrones y bandidos que asaltan a las ovejas para aprovecharse de ellas, el pastor se identifica con la puerta por la que pasa como único medio que legitima su actividad pastoral, la cual permitirá a las ovejas salir y seguir en pos de Jesús, conocer y escuchar su voz, acceder a la salvación y a la vida con libertad y seguridad, encontrando, en el pastor, la puerta y el pasto de la vida. Jesús ha venido para que tengamos vida y ésta sea desbordante. A continuación Jesús se revelará como el espléndido pastor que, a diferencia del asalariado, es el que da la vida por las ovejas, el que las defiende, las guía y las acompaña.
El texto central de la Primera carta de Pedro (1 Pe 2,19-25) expone también cómo en Cristo, pastor y guardián de nuestras vidas, hemos sido conducidos a una vida nueva en la justicia, pues habiendo muerto al pecado, ya no vivimos como errantes ni descarriados, sino como llamados por Dios a seguir las huellas de Cristo sufriente, el cual, con su Pasión por amor a los pecadores, ha llevado hasta el leño de la cruz todo pecado y, tras sepultarlo, nos ha capacitado para vivir en el dinamismo de la gracia que nos permite orientar la vida para hacer siempre el bien, superando todo tipo de insultos, amenazas, engaños, mentiras y provocaciones. Esta carta maravillosa está escrita para cristianos que pasan por situaciones críticas de sufrimiento y de dolor. Su mensaje alienta a los cristianos a vivir el sufrimiento en la esperanza viva que nos dio el que, sufriendo su Pasión, vencía el mal con el bien y nos invita a unir nuestros sufrimientos a la cruz para que su Espíritu nos renueve y nos de vida y esperanza.
El texto de Pedro pone de relieve la singularidad de la Pasión de Cristo como acontecimiento de salvación y la ejemplaridad en la vivencia del sufrimiento. Siguiendo y combinando diversos textos de Isaías, especialmente del conocido como cuarto cántico del Siervo (Is 53) el autor ahonda en el misterio de la Pasión, mostrando la gran novedad de la conducta de Jesucristo en su entrega por amor a los que andaban errantes por la vida. Eso le permite demostrar al autor que la gracia a la que los cristianos hemos sido llamados no es el sufrimiento sin más, sino el vivir haciendo siempre el bien, es decir, haciendo el bien aunque esto sea causa de sufrimiento, o respondiendo ante cualquier sufrimiento haciendo el bien.
En comunión con la Pasión de Cristo y aunque frecuentemente caminemos por las cañadas oscuras (Sal 23) del dolor y de la muerte, solidarios con las víctimas inocentes de nuestro mundo en sus múltiples rostros y manifestaciones, sabemos que el Señor Crucificado y Resucitado es nuestro Pastor y que su bondad y su misericordia nos acompañan todos los días de nuestra vida y que nuestro destino es habitar en la casa del Señor por años sin término. De esa casa Jesús es la puerta abierta para siempre.
En los Hechos de los Apóstoles (Hch 2,14a.36-41) se muestra la eficacia de la predicación de Pedro en su primer discurso después de la venida del Espíritu Santo, quien ha impulsado a la misión evangelizadora a todos los discípulos. A los que acogen la palabra del Apóstol se les llama a la conversión, al perdón de los pecados, al Bautismo y a la recepción del Espíritu. Estas son las realidades dinamizadoras de una vida nueva, para la justicia, siguiendo las huellas del buen Pastor de nuestras vidas.
En este domingo del Buen Pastor la Iglesia reclama especialmente su atención acerca de la oración por las vocaciones a la vida consagrada. Con este motivo se quiere sensibilizar al pueblo de Dios de la gran importancia que en la marcha de la iglesia tienen las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa en cuanto que los que responden a ese tipo de vocación tienen una misión fundamental como pastores del rebaño de Dios que siguen las huellas del único Pastor. Seguir las huellas de Jesucristo en su camino hacia la cruz es dar la vida por amor para que todos los seres humanos puedan obtener la vida eterna, la que se concibe no sólo como una vida que trasciende el tiempo y las coordenadas históricas, sino como una nueva forma de comportarse, como hijas e hijos de Dios, haciendo siempre el bien.
José Cervantes Gabarrón es sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura