Héroes son hoy tantos y tantos sacerdotes y religiosas que se dejan la piel en los países del Primer Mundo, donde dominan la rancia secularización y la más ramplona indiferencia por tus cosas.
Es verdad, Señor, no somos héroes.
Los misioneros no somos héroes. Somos gente muy normal. Hechos, me parece, de la pasta de los mortales y de la ilusión que se mece entre las estrellas.
¿Sabes, Señor? Estos días, a propósito del DOMUND, la Jornada Mundial de las Misiones, he podido leer varios artículos de gente interesante afirmando nuestra valentía, pundonor, entrega, sacrificio… y un montón más de calificativos grandilocuentes.
No sé, buen Dios… no sé. Prefiero pensar nuestra realidad más a ras de tierra… sin dejar de tomar tu Mano cariñosa. Yo sé de cansancios, de desconfianzas, de cobardías, de un casi-deseo de abandonar. Y es que sólo tu Mano, repito, nos sostiene. Tu gracia, como decimos en palabras de Iglesia.
Tú sabes… Es héroe, mejor dicho “heroína”, por ejemplo, Juanita, esa recia mamá con cuatro hijos tras ella -dos adolescentes y dos menores- y un marido que prefirió olvidar su hermosa responsabilidad de papá. Hoy apenas tenía los necesarios pesitos para alimentar a su familia. Y además de la comida están los útiles de clase del más pequeño, los zapatos de la siguiente, los lentes de la universitaria y al chico mayor, encima, le han diagnosticado una galopante desnutrición…
Héroe es, sin duda, Jhonny. Joven universitario, prácticamente abandonado de su familia. La mamá murió en trágico accidente de “movilidad” hace ya unos meses. Siempre limosneando un poco de ayuda, siempre necesitando hartas horas de calma para cumplir con sus lecciones, siempre buscando un trabajillo que no llega, siempre mendigando el cariño de una chica que compense tanto infortunio…
Tú sabes…
¿Habrá alguien más heroína que Tomasilla? No le quedó más remedio que asumir la educación y el cuidado de cinco hermanitos menores. Sin posibilidad de estudiar, lavando ropa aquí y allá, limpiando suciedades de muchos, recibiendo ofertas y reclamos que es mejor no escribir aquí, Tomasilla no regatea una sonrisa, una carantoña a cada uno de sus hermanitos.
Héroes son Juvenal, y Laura, y Alfredo, y Mijael. Y tantos otros nombres escritos a cincel en tu corazón, Señor. Ellos sí que son héroes. Y héroes son hoy tantos y tantos sacerdotes y religiosas que se dejan la piel en los países del Primer Mundo, donde dominan la rancia secularización y la más ramplona indiferencia por tus cosas.
Es cierto que en momentos críticos en la Misión, cuando el peligro arrecia, los misioneros no abandonamos. Dicen que otros sí lo hacen. ¿Qué derecho tenemos a juzgarles? ¿Cómo calificar decisiones nacidas de mil circunstancias y condicionamientos que desconocemos en detalle? Cuando llegue el momento, si llega, ¿qué haré yo? ¿Dónde estará mi talla de héroe?
Pero, ¿cómo abandonar a la intemperie de los malvados esos ojos del pequeñín que llora, la ansiedad de la mamá que pena, el amor roto del joven engañado y malherido? ¡Qué duro el corazón de quien no tenga un poquito de compasión y ternura!
No, Señor, no somos héroes. Sólo nos guía tu fuerza y tu luz. Esos faros poderosos que pueden transformar una vida. Sí, sólo esa fuerza que nace de tu Palabra vigorosa: “venid a Mí todos los cansados y agobiados…”, “ven, sígueme…”, “amen a sus enemigos…”, “quien quiera ser el primero que se haga el servidor de todos…”, “Padre nuestro que estás en el cielo…”
¡Qué Palabra más hermosa y bendita! ¡Cuánta luz!
Bueno, pues eso, buen Señor… Somos hechos de la pasta de los mortales y de la ilusión que se mece entre las estrellas.
( Tomado del blog: Misión en Bolivia )