No es con violencia, prepotencia o guerra que se cambia el mundo
Al retorno de su tierra natal, Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz, presidió la primera Misa Dominical del mes de Febrero. En la ocasión, bendijo e hizo el envío de los hermanos y hermanas que realizarán tareas de catequesis en las diferentes parroquias de la Arquidiócesis.
En su homilía dijo que la tarea de Jesús fue desde un principio preparar el reino de Dios y liberar al hombre de todo mal que le esclaviza. En ese contexto, mencionó que a pesar de esa profunda entrega, a los coterráneos de Jesús les fue difícil aceptar las palabras llenas de gracia de Jesús, por ello Jesús las comprueba con milagros y sanaciones.
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Por otro lado indicó que a lo largo de la historia se ha visto que ningún profeta fue bien recibido en su pueblo, pero a pesar de ello, la gracia de Dios no conoce barreras. En consecuencia parafraseó la promesa de Dios que dijo “Te harán la guerra, pero no te vencerán… Yo el Señor, te doy mi palabra”. Luego la promesa se hace realidad pues los coterráneos de Jesús lo condenan a la cruz, pero Jesús resucita victorioso sobre sus enemigos.
El Arzobispo remarcó que hacer oído sordo a la palabra de Dios y buscar milagros es frecuente en tantos cristianos. En ese contexto dijo que el Señor respeta nuestra libertad pero quiere una relación basada en el amor que busque el bien del otro. El Arzobispo también dijo que en la cruz, Jesús desenmascara el pecado y se entrega con un amor sin limites por nosotros, es así que el amor de comunión tiene que regir nuestra relaciones con Dios y con el prójimo pues un amor que nunca acaba, debe concretarse en actitudes y comportamientos cotidianos.
Por otro lado el Arzobispo dijo que no es con violencia, prepotencia o guerra que se cambia el mundo, sino buscando, compartiendo el pan de la Palabra y el catecismo de la Iglesia, con amor. Asimismo exhortó a los fieles a asumir la tarea de Jesús, que es liberar al hombre de todo mal que le esclaviza, pero teniendo en cuenta que a los coterráneos de Jesús les fue difícil aceptar sus palabras llenas de gracia, por ello las comprobó con milagros y sanaciones, esto ocurrió porque ningún profeta es bien recibido en su pueblo, pero, la gracia de Dios no conoce barreras ni fronteras.
Mons. Gualberti dijo a los catequistas que “Te harán la guerra, pero no te vencerán… Yo el Señor, te doy mi palabra”. A Jesús lo condenaron a la cruz, pero Jesús resucitó triunfante sobre sus enemigos. A pesar de ello, hacer oídos sordos a la palabra de Dios y buscar milagros es frecuente en tantos cristianos, en consecuencia, exhortó a los fieles a tener en cuenta que el Señor respeta nuestra libertad y quiere una relación basada en el amor que busque el bien del otro, por ello en la cruz, Jesús desenmascaró el pecado y se entregó con un amor sin limites por nosotros, un amor de comunión que tiene que regir nuestra relaciones con Dios y con el prójimo, un amor que debe concretarse en actitudes y comportamientos cotidianos.
Finalmente el Arzobispo Gualberti dijo que no es con violencia, prepotencia o guerra que se cambia el mundo sino compartiendo el pan de la Palabra y el catecismo de la Iglesia, con amor.
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Homilía de Mons. Sergio Gualberti
Arzobispo de Santa Cruz
Transcripción de la emisión En Vivo
Febrero 3 de 2019
Ver: Video Homilía de Mons. Sergio Gualberti 20190203 DIAKONIA UCB
La tarea de Jesús es liberar al hombre de todo mal que le esclaviza
El evangelio de hoy es la continuación del texto del domingo anterior sobre la primera predicación de Jesús en la sinagoga de Nazareth, comentando un pasaje de Isaías que anunciaba la venida del Mesías para liberar al pueblo elegido de la opresión extranjera. Con la afirmación categórica: “Esta Escritura que Uds. acaban de oír, se ha cumplido hoy”, Jesús se identifica como el Mesías, el verdadero enviado de Dios que viene a traer la buena noticia de la salvación no solo al pueblo de Israel, sino a todo el mundo, en particular a los pobres, los sufridos y los marginados. Su tarea es hacer realidad el Reino de Dios con su palabra de vida y con acciones concretas de liberación del pecado, de las enfermedades y de todo mal que esclaviza al hombre.
A los coterráneos de Jesús les es difícil aceptar sus palabras llenas de gracia, por ello las comprueba con milagros y sanaciones
Sus palabras “llenas de gracia” despiertan enseguida agrado y admiración en sus coterráneos, pero pronto la seducción de su palabra es opacada por una duda; se cuestionan de dónde le viene a Jesús esa sabiduría:”¿No es este el hijo de José?”. Ellos no se fijan si las enseñanzas de Jesús vienen de Dios sino en los orígenes simples y humildes de él, que conocen bien porque ha estado viviendo con ellos. Por tanto, ¿cómo se atreve a proclamarse Mesías y a predicar ese mensaje de salvación universal? Además, aunque sus “palabras son llenas de gracia”, hace falta que las compruebe con milagros y sanaciones.
Ningún profeta es bien recibido en su pueblo, pero la gracia de Dios no conoce barreras
Ante esa reacción, Jesús responde con dureza: “Ningún profeta es bien recibido en su pueblo”, probando su afirmación con la actuación de dos profetas del A.T. que ante el rechazo del pueblo de Israel, intervinieron en favor de paganos. Elías que salvó de la hambruna a una viuda Fenicia y a su hijo y no así a una viuda de Israel. Eliseo que sanó de la lepra a Naamán de Siria, otro pagano. Estos prodigios indican claramente que la gracia de Dios no conoce barreras ni fronteras.
“Te harán la guerra, pero no te vencerán… Yo el Señor, te doy mi palabra”
También la primera lectura sobre el relato de vocación de Jeremías, nos presenta la resistencia del pueblo de Israel a la predicación de los profetas. En efecto, Dios hace una advertencia al profeta Jeremías al momento de enviarlo a los habitantes de Jerusalén: “te harán la guerra, pero no te vencerán porque yo estaré contigo para liberarte… Yo el Señor, doy mi palabra”. Y así será! En toda su misión fue obstaculizado: lo ridiculizaron, lo pegaron y hasta buscaron matarlo pero, como prometido por el Señor, logró llevar a término la difícil tarea y salvar su vida.
Los coterráneos de Jesús lo condenan a la cruz, pero Jesús resucita sobre sus enemigos
Por eso no extraña la reacción de los coterráneos de Jesús ante su afirmación de haber sido enviado a salvar a todos los que lo quieren acoger, incluso los que no pertenecen al pueblo elegido. Se escandalizan y se indignan al punto de quererlo matar despeñándolo de un cerro. Esta acción es ya el inicio del rechazo radical del pueblo judío a Jesús, que tendrá como epílogo final su captura, su juicio, su condena y su crucifixión.
Sin embargo “Jesús, pasando por medio de ellos, se marchó”. El intento fallido de matarlo es una alusión a la victoria última de Jesús resucitado sobre sus enemigos, la muerte y el pecado.
Hacer oído sordo a la palabra de Dios y buscar milagros es frecuente en tantos cristianos
La tentación de hacer oído sordo a la Palabra de Dios y de buscar milagros no es sólo del pueblo de Israel, es frecuente también en tantos cristianos. Al respecto hay un hermoso texto del famoso novelista ruso Dostojesvski: “El hombre busca a los milagros y no tanto a Dios.
Y porque el hombre no tiene la fuerza de renunciar al milagro, él se crea nuevos milagros personales para arrodillarse ante el engaño de un brujo, a los trucos de una adivina, aún cuando es un hombre rebelde, o hereje o ateo. Tú, Jesús no bajaste de la cruz cuando, para mofarse y burlarse de ti, te gritaban – Baja de la cruz y te creeremos -. No bajaste porque una vez más no has querido hacer el hombre esclavo del milagro, porque deseabas una fe libre, no fundada sobre el milagro. Deseabas un amor basado en la libertad, no los entusiasmos serviles del esclavo”.
El Señor respeta nuestra libertad y quiere una relación basada en el amor que busque el bien del otro
El Señor no quiere imponernos su amor con el poder o con la atracción de grandes prodigios, él respeta nuestra libertad y desea instaurar una relación con nosotros basada en el amor que sabe donarse y acoger buscando el bien del otro, a imagen del amor del Padre que gratuitamente nos envuelve a todos por igual.
En la cruz, Jesús desenmascara el pecado y se entrega con un amor sin limites por nosotros
“Jesús se marchó”. Con este gesto de salir de su pueblo para iniciar su caminar misionero, Jesús hace patente el amor de Dios que busca el bien de todos, anunciando la Buena Noticia del reino de Dios en todo el país, sanando a los enfermos, echando a los demonios, perdonando a los pecados y resucitando a los muertos. Esta misión de amor encuentra su punto culminante en la cruz, donde Jesús desenmascara el pecado y donde se entrega libremente y con un amor sin límites por nosotros.
El amor de comunión tiene que regir nuestra relaciones con Dios y con el prójimo
San Pablo en la 1era carta a la comunidad de Corinto eleva un himno estupendo acerca de la caridad, el amor de comunión de Dios mismo, el más excelso y útil de los dones del Espíritu Santo, que tiene que regir nuestras relaciones con Dios y con el prójimo.
Todos los distintos y valiosos dones que recibimos de Dios necesitan ser imbuidos y animados por el amor de comunión, caso contrario no nos aportan para la salvación: “Si no tengo amor, no soy nada”. La caridad es mayor que la fe y la esperanza, porque no acaba al terminar nuestra vida terrenal, sino que estaremos con los santos gozando eternamente del amor de Dios, fuente de la felicidad plena y total.
El amor que nunca acaba, debe concretarse en actitudes y comportamientos cotidianos
Amor que debe concretarse en actitudes y comportamientos cotidianos: “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no es presumido, no es orgulloso, no procede con bajeza, no es egoísta, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de las injusticias, sino de la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta… Este amor no acaba nunca” Creo que valdría la pena de vez en cuando, retomar este texto y leerlo en nuestra vida, nos ayudaría a encaminarla por el camino de la vida.
No es con violencia, prepotencia o guerra que se cambia el mundo
Acojamos el llamado que hace San Pablo con unas palabras que siguen al texto de hoy: “Busquen el amor”. Pablo nos convoca a hacer que toda nuestra existencia sea una búsqueda del amor de Dios, el único amor que nos colma de felicidad auténtica y que puede transformar nuestra vida y cambiar al mundo. No es con la violencia, no es con la prepotencia, no es con la guerra que se cambia el mundo.
Compartamos el pan de la Palabra y el catecismo de la Iglesia con amor
En particular, dirijo este llamado de San Pablo a ustedes catequistas aquí presentes que van a recibir el envío, para que con generosidad compartan el don que han recibido de prepararse durante tres años para poder compartir el pan de la Palabra y el catecismo de la Iglesia con los niños y jóvenes de nuestras parroquias. Háganlo con el testimonio alegre del amor y la cercanía, la paciencia, la comprensión y la entrega, expresiones concretos del amor de Dios. Amén