Análisis

Mons. Sergio Gualberti: “No caer en las tentaciones de adorar a los ídolos del dinero y del poder”

Con este 1er Domingo de Adviento iniciamos nuestro camino espiritual que durante todo el año nos ayudará a configurarnos más plenamente con el Señor Jesús y a revivir los misterios principales de nuestra salvación: Navidad, Pascua, Ascensión y Pentecostés.

En particular estos cuatro domingos de Adviento son una oportunidad privilegiada para preparar de forma inmediata la acogida a Jesús en la celebración de su nacimiento en la Navidad, pero también para prepararnos a la venida definitiva del Señor glorioso al final de la historia, como nos presentan las lecturas de hoy.

La Palabra de Dios nos introduce en este espíritu de espera y de alegría por la salvación ya cercana. Jesús, con la imagen de un hombre que se va de viaje y que encarga a sus servidores el cuidado de la casa y a un portero que permanezca en vela, hace un llamado a sus discípulos:” Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el dueño de la casa”. Con estas palabras Jesús, en consonancia con la tradición de los profetas, no entiende dar información acerca de los signos y del fin de los tiempos, sino reafirmar el pleno señorío y libertad de Dios, fundamento y estímulo en nosotros creyentes de una actitud de compromiso y vigilante responsabilidad ante los desafíos del mundo.

Sin embargo, ante la incertidumbre del futuro pueden surgir dos tentaciones: por un lado, el conformismo, la pasividad y la alienación del mundo materialista y consumista, y por el otro, los falsos mesianismos que, aprovechándose de las tragedias y catástrofes del mundo, se dedican a asustar a la gente anunciando la inminencia del fin de los tiempos.

La celebración de la venida y nacimiento de Jesús en la historia y la tensión de la expectativa de su vuelta definitiva, no son un hecho que como comunidad cristiana tenemos que aguantar pasivamente, ni un pretexto para perder de vista la tarea y la meta de un proyecto histórico que apunte a la realización de la humanidad.

Por el contrario son una fuerza crítica que nos empujan a ser activos y a incidir en manera determinante y positiva en todos los ámbitos de nuestra vida.

Esta espera activa del Señor pide fidelidad perseverante y vigilante como la del portero del Evangelio y como lo repite Jesús por tres veces: “Estén prevenidos”.  Estar prevenidos es poner mucha atención a los pequeños y cotidianos signos de nuestra existencia y de la historia presente, porque aquí y ahora se juega nuestra capacidad de leer las huellas de la presencia y actuación de Dios.

En Jesucristo la historia de la salvación está plenamente realizada, pero todavía espera ser realizada en nosotros que seguimos a Jesús. Nuestra vida debe ser una “tensión” responsable hacia esa plenitud que todavía no se ha dado en nosotros, pero de la que, en Cristo, tenemos la certeza y la indicación del camino y de los medios. “Mientras esperan la revelación de nuestro Señor Jesucristo, no les falta ningún don de la gracia”. Estas palabras nos llenan de esperanza y gozo, porque el Señor no nos hace faltar ningún don de su gracia para que seamos perseverantes mientras esperamos el encuentro definitivo con Él.

La Palabra de Dios de hoy, también nos indica algunos pasos a dar para prepararnos a este encuentro. En primer lugar nos invita a intensificar la oración, para que el Señor nos mantenga “firmes hasta el fin” y para mantener el deseo ardiente de la venida de Jesús, haciendo nuestra la invocación: “Maranathá – ven Señor Jesús” propia del tiempo de Adviento. Jesús escucha esta invocación, Él es cercano y viene a nosotros para impedirnos caer en la desesperación o perdernos en las distracciones y encantamientos del comercio, que ignora el Adviento y el nacimiento de Jesús, buscando instalar una navidad pagana de luces y regalos.

Otro paso indicado es el llamado a ser ”irreprochables hasta el día de la venida de nuestro Señor”, es decirque nuestra conducta, nuestras decisiones y nuestra actuación se muevan en el horizonte seguro y firme marcado por el Señor. Esto implica abrirnos a Dios que “va al encuentro de los que practican la justicia y se acuerdan de sus caminos”, como nos dice el profeta Isaías. Ser irreprochables ante Dios implica también no caer en las tentaciones de adorar a los ídolos del dinero y del poder, de absolutizar a los poderes humanos, de oprimir y explotar a los demás denigrando la dignidad humana, de recurrir a la lógica del más fuerte y al uso de la violencia, de servirse de la justicia para perseguir a los opositores y de tener una conducta inmoral, sin referencia a principios y valores.

También, en este Adviento, Dios nos pide “vivir en comunión con su hijo Jesucristo, nuestro Señor”. Vivir en comunión con Cristo es participar de la corriente de su gracia y su amor que alcanza a todo ser humano. Esto implica hacer comunión y vivir como hermanos entre todos, ya que Cristo derrama su amor indistintamente sobre todos. Vivir la comunión es la invitación que también nos hace el lema de la fiesta de la Virgen Cotoca, cuya novena hemos iniciado ayer en nuestra Arquidiócesis: “Con María, a la mesa del Pan partido”. La mesa del pan partido es la Eucaristía, la mesa de la comunión con Cristo, y de la caridad y solidaridad con los hermanos.

Cristo es el “pan de la Caridad”,Él es entrega, amor, solidaridad y justicia que se ha dado sin reservas para la salvación de toda la humanidad. La Eucaristía es auténtica cuando se vuelve pan partido en nuestra vida y cuando por ella entra el hermano, en especial el pobre y el marginado, el que sufre, el abandonado y el desatendido.

Este domingo tenemos una manera concreta para que la Eucaristía sea espacio privilegiado de la Caridad cristiana, aportando con generosidad a la segunda colecta establecida hoy en todas las misas y celebraciones de las Iglesias y Capillas de nuestra Arquidiócesis.

Como anunciado, la colecta está destinada a beneficiar a los niños huérfanos y abandonados, los ancianos solos, los enfermos crónicos y otros hermanos y hermanas necesitados, acogidos en las obras de asistencia social de la Iglesia, cuyo sostenimiento está en riesgo. Confío grandemente en la sensibilidad solidaria y en el gran corazón de todos ustedes, animado y agradecido por tantas muestras de apoyo a esta iniciativa, en particular quiero resaltar y agradecer el respaldo recibido por parte de las mujeres del recinto penitenciario de Palmasola, un testimonio precioso que trasciende  las limitaciones y precariedad en las que se encuentran. 

Por último, comparto la buena noticia de que hoy por  invitación del Papa Francisco, también se inaugura el Año de la Vida Consagrada con el lema:” Evangelio, profesión, esperanza – vida consagrada en la Iglesia de hoy”. Este tiempo es la oportunidad para nosotros de descubrir y valorar el testimonio y el sacrificio de tantos hermanos y hermanas consagrados que viven el Evangelio con radicalidad y fidelidad, con humildad y sencillez. Les agradecemos de todo corazón y elevamos nuestras oraciones al Señor para que ellos vuelvan a la fuente de su vocación y renueven generosamente su sí a Dios que los eligió con su amor libre y gratuito, y para que siga despertando entre los jóvenes vocaciones a esta hermosa opción de vida.

Termino estas palabras dirigiendo a todos ustedes, hermanos y hermanas, el precioso augurio de Pablo a los cristianos de Corinto: “Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.” Amén