En el inicio del mes de la Biblia inspirados por el lema: “¡Comunidad misionera: comparte la Palabra!”, desde la Catedral el Arzobispo de Santa Cruz, Mons. Sergio Gualberti afirmó que, la Palabra de Dios es eficaz en sí misma y tiene el poder de salvarnos de la esclavitud del mal y del pecado, por eso hay que acogerla y hacerla vida.
Así mimso aseguró que, Dios siembra en nosotros su Palabra, para que eche raíces profundas en la tierra de nuestra existencia, sea parte de nuestro ser y se haga manifiesta en nuestra conducta de cada día, caso contrario nos estaríamos engañando a nosotros mismos. “Escucha la palabra y practícala, para que vivas”.
Todo esfuerzo en favor de la vida de las criaturas vivientes, de la naturaleza y en particular del ser humano, es participación del plan de vida de Dios.
Mons. Sergio exhorta a defender la vida en tiempos de Covid, acatando las medidas de bioseguridad y haciéndonos vacunar
Esta verdad nos compromete a todos los cristianos a defender la vida humana desde el primer instante de su concepción hasta la muerte natural. Esta tarea asume un significado particular en estos tiempos de COVID, la plaga que sigue esparciendo muerte y dolor en el mundo entero.
Concretamente, esto implica la gran responsabilidad de cuidar nuestra vida, acatando las medidas sanitarias y de seguridad, y haciéndonos vacunar. De esta manera, cumplimos con el precepto divino de cuidar la vida y hacemos también un gesto de exquisita caridad cristiana hacia nuestro prójimo.
Todo esfuerzo en favor de la vida de las criaturas vivientes, de la naturaleza y en particular del ser humano, es participación del plan de vida de Dios
El Dios de la vida nos ha hecho por la vida, vida espiritual y material, personal y social, y ha enviado a su Hijo al mundo para liberarnos de la muerte y el pecado, y para que avancemos en el camino de una vida hermosa y rebosante, hacia un futuro nuevo y definitivo.
La irracionalidad humana en nuestro país no paran en la explotación salvaje de los recursos naturales, y los incendios se han multiplicado en manera exponencial
Otro ámbito de nuestro compromiso por la vida es la lucha en contra del calentamiento global del clima, causado por la irracionalidad y codicia humana que no paran en la explotación salvaje de los recursos naturales no renovables, en la quema de bosques, en la contaminación del aire y agua y en herir a muerte la biodiversidad. Lo estamos experimentando en nuestro país, donde, en comparación a los años anteriores, los incendios se han multiplicado en manera exponencial.
La mano criminal viene sembrando muerte entre la flora y la fauna, creando, por el humo, un ambiente irrespirable en pueblos y ciudades
La mano criminal no ha parado ni siquiera ante las reservas naturales y parques nacionales, sembrando muerte entre la flora y la fauna, y creando, por el humo, un ambiente irrespirable en pueblos y ciudades.
Al cuidar la creación, obra de Dios, salvaguardamos también nuestra vida y la de las generaciones venideras.
Las autoridades están llamadas a implementar políticas, ecológicas y asignar medios, para el cuidado de la vida y salud de la población y la preservación del medio ambiente.
Este debe ser nuestro compromiso cotidiano de ciudadanos, pero en particular de las autoridades, llamadas a implementar políticas, ecológicas y a gastar energías y asignar medios, estructuras y personal, para el cuidado de la vida y salud de la población y la preservación del medio ambiente.
Arzobispo: Debemos trabajar por la vida, y en la purificación y reforma de la justicia servil y parcializada en nuestro país
Otro aspecto urgente en lo que debemos trabajar por la vida, es la purificación y reforma de la justicia servil y parcializada en nuestro país, causa de tensiones, enfrentamientos y sufrimientos. Desde tiempo se eleva un clamor de todas partes para que, de una vez por todas, entre las distintas fuerzas sociales y políticas, se concorde un cambio radical de la justicia, para que actue de forma independiente, eficaz y eficiente, con equidad y transparencia, y resuelva los conflictos jurídicos con miras a restaurar la paz social en el marco constitucional del Estado de Derecho.
El próximo miércoles iniciamos el mes de las efemérides de Santa Cruz, oportunidad para agradecer al Señor los tantos dones que nos da y para que nos ayude a promover juntos una convivencia, justa, fraterna y pacífica.
Homilía de Mons. Sergio Guaberti, Arzobispo de Santa Cruz, 29/08/2021
Estamos iniciando el mesa de la Biblia inspirados por el lema: “¡Comunidad misionera: comparte la Palabra!”, y los pasajes bíblicos de este domingo nos animan a acogerla y hacerla norma de vida. En la primera lectura, Moisés, ya cansado y en proximidad de morir, deja, a modo de testamento, unas últimas disposiciones al pueblo de Israel que está por tomar posesión de la tierra prometida, después de cuarenta años de peregrinación por el desierto: “Escucha Israel las leyes y las normas que yo te enseño, y practícalas, para que vivas…”.
Lo primero que él pide a los israelitas es una actitud de escucha de la ley de Dios, una escucha de corazón que implica acogerla y meditarla con respeto sagrado y dispuestos a ponerla en práctica, sin amañarla ni cambiarla a su propio antojo: “No añadas ni quites nada”. El Señor hace el don de su Ley al momento en que el pueblo israelita inicia una nueva etapa de su historia, para que en la tierra prometida viva en fraternidad, libertad, justicia y paz contrariamente al régimen opresor de Egipto. Estas leyes no solo norman las relaciones del pueblo con el Señor sino también los demás ámbitos de la vida social, económica y política de las personas y de las tribus.
En la carta de Santiago que hemos escuchado, también encontramos una invitación apremiante a los primeros cristianos para que acepten y pongan en práctica, con apertura de ánimo y humildad, la palabra del Señor: “Reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos. Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos”. La Palabra de Dios es eficaz en sí misma y tiene el poder de salvarnos de la esclavitud del mal y del pecado, por eso hay que acogerla y hacerla vida. Dios siembra en nosotros su Palabra, para que eche raíces profundas en la tierra de nuestra existencia, sea parte de nuestro ser y se haga manifiesta en nuestra conducta de cada día, caso contrario nos estaríamos engañando a nosotros mismos. “Escucha la palabra y practícala, para que vivas”.
El Dios de la vida nos ha hecho por la vida, vida espiritual y material, personal y social, y ha enviado a su Hijo al mundo para liberarnos de la muerte y el pecado, y para que avancemos en el camino de una vida hermosa y rebosante, hacia un futuro nuevo y definitivo. Todo esfuerzo en favor de la vida de las criaturas vivientes, de la naturaleza y en particular del ser humano, es participación del plan de vida de Dios.
Esta verdad nos compromete a todos los cristianos a defender la vida humana desde el primer instante de su concepción hasta la muerte natural. Esta tarea asume un significado particular en estos tiempos de COVID, la plaga que sigue esparciendo muerte y dolor en el mundo entero. Concretamente, esto implica la gran responsabilidad de cuidar nuestra vida, acatando las medidas sanitarias y de seguridad, y haciéndonos vacunar. De esta manera, cumplimos con el precepto divino de cuidar la vida y hacemos también un gesto de exquisita caridad cristiana hacia nuestro prójimo.
Otro ámbito de nuestro compromiso por la vida es la lucha en contra del calentamiento global del clima, causado por la irracionalidad y codicia humana que no paran en la explotación salvaje de los recursos naturales no renovables, en la quema de bosques, en la contaminación del aire y agua y en herir a muerte la biodiversidad. Lo estamos experimentando en nuestro país, donde, en comparación a los años anteriores, los incendios se han multiplicado en manera exponencial. La mano criminal no ha parado ni siquiera ante las reservas naturales y parques nacionales, sembrando muerte entre la flora y la fauna, y creando, por el humo, un ambiente irrespirable en pueblos y ciudades.
Al cuidar la creación, obra de Dios, salvaguardamos también nuestra vida y la de las generaciones venideras.
Este debe ser nuestro compromiso cotidiano de ciudadanos, pero en particular de las autoridades, llamadas a implementar políticas, ecológicas y a gastar energías y asignar medios, estructuras y personal, para el cuidado de la vida y salud de la población y la preservación del medio ambiente.
Otro aspecto urgente en lo que debemos trabajar por la vida, es la purificación y reforma de la justicia servil y parcializada en nuestro país, causa de tensiones, enfrentamientos y sufrimientos. Desde tiempo se eleva un clamor de todas partes para que, de una vez por todas, entre las distintas fuerzas sociales y políticas, se concorde un cambio radical de la justicia, para que actue de forma independiente, eficaz y eficiente, con equidad y transparencia, y resuelva los conflictos jurídicos con miras a restaurar la paz social en el marco constitucional del Estado de Derecho.
También Jesús, nos dice el Evangelio de San Marcos hoy, se refiere a la ley divina, pero para denunciar el manipuleo de la misma por parte de autoridades políticas, religiosas y grupos judíos fundamentalistas. Unos fariseos y maestros de la ley se presentan a Jesús para reclamarle: “¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados?”.
Para ellos, era motivo de orgullo ser considerados buenos judíos, observantes estrictos y custodios celosos de los preceptos de la ley, aunque muchas de esas normas eran frutos de la tradición y no de la palabra de Dios. Además, a menudo, su práctica religiosa se quedaba en la exterioridad y era un medio para hacerse admirar de la gente y lograr un sitial de poder en la comunidad. Jesús responde, increpándolos: “¡Hipócritas!”. De hecho, era tanta la hipocresía de esos grupos que habían cambiado los preceptos de Dios por sus propias tradiciones, haciendo que el pueblo de Israel se guiara por mentiras en vez que por la verdad: “Las Doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres”.
A continuación, Jesús aclara que la ley divina se refiere a la pureza del corazón y a la recta intención de las personas y no a la limpieza exterior. Lo que mancha nuestro espíritu, son las maldades que salen de nuestro íntimo, como las que señala Jesús: “las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, los engaños, la deshonestidad, la envidia, la difamación, el orgullo, la insensatez. Todas esas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre”, porque son contrarias al mandamiento del amor, atentan a la vida y rompen las relaciones con el prójimo y con Dios.
Intentos de manipular a la Ley de Dios se han dado en todas las generaciones cristianas y hoy se presentan en modo más sofisticado que nunca. En nombre de de la ciencia, de la libertad o de intereses políticos se arrincona a Dios en lo que atañe a la vida social y pública y se vacía de sentido su Palabra. Este pensamiento subyace a tantas leyes de muerte, que se van promulgando en varios países, y que sancionan el aborto y la eutanasia, promueven ideologías de género o que limitan los derechos humanos, la libertad religiosa, la objeción de conciencia.
Ante esta arremetida, los cristianos debemos ser firmes en regirnos a la Palabra de Dios, la ley divina del amor y de la vida, y ser valientes en decir no a todas las normas que se le oponen, aunque esto nos acarree incomprensiones y rechazos, con la certeza que “El que procede rectamente y practica la justicia, habitará la casa del Señor”. Alentados por estas palabras de vida, el próximo miércoles iniciamos el mes de las efemérides de Santa Cruz, oportunidad para agradecer al Señor los tantos dones que nos da y para que nos ayude a promover juntos una convivencia, justa, fraterna y pacífica. Amén
Fuente: Campanas – Iglesia Santa Cruz