En su homilía de este Domingo XIII del Tiempo Ordinario, en la Catedral Metropolitana de Sucre, Mons. Juárez señaló la riqueza de la Palabra proclamada en enseñanzas, actitudes y virtudes.
Hermosa la primera Lectura del 2do. Libro de los Reyes: el profeta Eliseo es reconocido por una mujer pudiente, con platita, que ve en él a un hombre bueno -dijo Monseñor-. Y quiere recompensarle en su tarea de hacer el bien. Le facilita un cuartito con lo necesario. Eliseo, entonces, como agradecimiento, le anuncia a aquella mujer estéril que al año siguiente concebirá un hijo.
Milagro que nos recuerda el acaecido en Gn 18: tres viajeros hacen la misma promesa a Abraham en la persona de su mujer, estéril, Sara.
Al hilo de este texto entendamos la necesidad de practicar la solidaridad, el compartir fraterno de los bienes que el Señor ha puesto en su creación, en la Casa Común que cita el Papa Francisco.
Esta solidaridad tiene su fundamento en la Palabra de Dios. Así, Pablo, el apóstol de los gentiles, al enterarse de que la comunidad de Jerusalén pasaba por crisis, pide a los hermanos de Corinto ayuda económica, una colecta. No olvidemos que Dios ama al que da con generosidad, con alegría. Y Jesús, también lo recordamos, alaba a la pobre viuda que, frente a los ricos que depositan monedas con ruido, ella entrega todo lo que tenía para vivir.
Mons. Juárez indicó que la colecta a realizar en este día está destinada para enviar a Roma, al Papa, para que él disponga apoyar obras y proyectos de evangelización y promoción. Esta colecta se denomina Óbolo de San Pedro. Seamos generosos en dar para que otros gocen de nuestra generosidad, añadió.
Segunda Lectura, a los Romanos: plantea la gran verdad que celebramos y recordamos, es decir, que nuestro Bautismo es el paso de la muerte a la vida. Morimos al pecado para resucitar a la vida nueva.
Si hemos sido bautizados, resucitados, nos corresponde vivir la vida nueva anunciada, que consiste en volver a la dignidad en la que fuimos creados. Pablo dirá que esta vuelta a la Justicia, al Amor, a la Verdad y a la Vida, fundamenta los valores primeros en los que fuimos creados.
¿Qué es la vida nueva? -se pregunta nuestro pastor-. Se trata de transformar nuestra mentalidad, pidiendo al Señor que nos purifique constantemente. Que purifique los ojos para contemplar la Naturaleza con mirada de caridad, de bondad, de entendimiento.
Que purifique los oídos para escuchar las necesidades de nuestros hermanos, necesidad de escucha y de aliento.
El Señor quiere purificar nuestra boca, nuestra lengua, para alabar a Dios, para bendecirle, para hablar bien de los hermanos. Recordemos a Santiago que afirma que con la lengua podemos bendecir, pero también maldecir.
Que purifique las manos para hacer el bien, para derramarlo generosamente, bendiciendo, acariciando a los seres queridos y a los lejanos.
Por último, que purifique nuestros pies para caminar y proclamar el Evangelio liberador. Para que seamos Iglesia en salida y nos comprometamos a participar en la preparación del VII Congreso Nacional Misionero, en el mes de Octubre, en nuestra capital.
Finalmente, el Evangelio de Mateo (10, 37-42): es la última parte del segundo Sermón, de los cinco que tiene este evangelista. Son instrucciones a sus discípulos sobre el mandamiento fundamental de amar a Dios por encima de padres, madres, parientes. No se trata de despreciar a la familia. Él vivió en una familia con padre y madre que le enseñaron a preparar su Misión, la que el Padre le había confiado.
Le pedimos al Señor que amándole a Él, hagamos de nuestras familias auténticas iglesias domésticas, que sean verdaderamente casa, hogar, escuela donde aprendemos lo que es fundamental para nuestra salvación. Que tengamos un techo que no cobije, un hogar donde sintamos el calor familiar, una escuela donde aprendamos valores humano-cristianos para crecer en la verdadera fraternidad con un seguimiento radical. Jesús creó nuevos lazos, nuevos vínculos, más fuertes que la sangre, fue concluyendo el Arzobispo.
Carguemos la cruz que el Señor nos mande, esas cruces de cada día. Que nos ayuden a alcanzar la santidad. Llevemos nuestras cruces junto a la del Señor para que penas, preocupaciones, problemas, angustias, sean más llevaderos.
Si hacemos estas cosas el Señor nos recompensará. Hagamos también los pequeños gestos materiales: dar un vaso de agua por el Reino, acoger a los forasteros en su nombre, escuchar con paciencia a los demás… Todo se lo hacemos a Él mismo.
Ánimo y seamos generosos en la Colecta de hoy: el Óbolo de San Pedro.
Sucre, 2 de Julio de 2017