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Mons. Gualberti: “La indiferencia y el silencio abren el camino a la complicidad”

La celebración de la eucaristía dominical concluyó con un cerrado aplauso a Monseñor Sergio Gualberti por sus 50 años de sacerdocio. “Me he puesto al servicio de la Iglesia como un hermano entre hermanos”, señaló el prelado durante la homilía.

El mensaje dominical del Arzobispo se enmarcó en un tono de agradecimiento y un renovado compromiso para continuar con su servicio a la Iglesia. Repasó su trayectoria sacerdotal desde aquel momento en que fue llamado por Dios: “yo solo he dicho sí”, reflexiona Gualberti.

 

Desde su inicio en el ministerio sacerdotal, trabajó de cerca con las comunidades migrantes y vivió, junto a ellos, las amenazas que a diario sufren. “La indiferencia y el silencio abren el camino a la complicidad”, enfatizó Gualberti para denunciar el  drama que afrontan las personas que abandonan sus países en busca de un futuro mientras superan “las penosas travesías” y “los peligros de trata y tráfico de personas”.

En el breve repaso a sus 50 años de sacerdocio, el pastor confirmó su compromiso de “servicio al señor” como la vocación que mueve a todo cristiano. “Toda nuestra vida y todo lo que hacemos y sentimos deben manifestar la gracia y gloria de Dios”, resaltó.

Llegó a Bolivia en 1977 para unirse a otros sacerdotes de la diócesis de Bérgamo. “Ser misionero implica vivir el  misterio de la reencarnación” y asumir la opción preferencial de los pobres, sobre todo a partir de las conferencias del episcopado continental, sintetizó el arzobispo.

 

Tras 20 años de servicio en La Paz, se trasladó al arzobispado cruceño donde acumula ya 22 años. En Bolivia “es mucho más lo que yo he aprendido de los pobres de lo que yo he podido dar”, manifiesta. Ejemplifica este aprender del pobre en el “sentido de comunidad, en los hechos de cada día y la forma de interpretar cada día la vida”.

 

En una prédica con sentido intimista de cercanía con los fieles, el prelado destacó su anhelo de “un mundo de paz fundado sobre la justicia la libertad y la solidaridad”.

 

 

Los agradecimientos a todos, en especial al fallecido Cardenal Julio Terrazas, cerraron una homilía en la que reconoció que “no ha sido posible estar en todas partes, pero absolutamente todos pasan a diario por mi oración”.

 

Antes de concluir la celebración, se compartió una carta del Papa Francisco en la que revela el “apasionado celo en servicio de la diócesis” entre otros rasgos que han marcado el sacerdocio y liderazgo de Gualberti.

La presencia de autoridades y de un nutrido grupo de fieles, respetando las restricciones de aforo, acompañó una emotiva eucaristía. El gobernador Luis Fernando Camacho acudió en compañía de Zvonko Matkovic, presidente de la Asamblea Legislativa departamental. También compartieron la celebración festiva la ministra de presidencia, María Nela Prada, y la exalcaldesa de la ciudad, Angélica Sosa.

 

El presidente del Concejo Municipal, Israel Alcócer, acudió en representación del alcalde de Santa Cruz de la Sierra.

 

 

Campanas, el órgano de comunicación oficial de la Arquidiócesis compartió una entrevista extensa a Monseñor Gualberti con motivo de sus 50 años de sacerdocio.

El gobernador, Luis Fernando Camacho, participa de la eucaristía junto a Zvonko Matkovic, presidente de la Asamblea Legislativa Departamental. 

Foto: Roger Barba

Fuente: El Deber

 

Arzobispo: “La indiferencia y el silencio abren el camino a la complicidad, ante miles de muertos por la pobreza, la violencia y la pandemia”

El domingo 27 de junio, el arzobispo de la Arquidiócesis de Santa Cruz, Mons. Sergio Gualberti desde la Catedral afirmó que, la indiferencia y el silencio abren el camino a la complicidad, en especial cuando asistimos como espectadores pasivos ante los miles de muertos por la pobreza, la violencia, los naufragios y la trata y tráfico de personas y en estos días dramáticos por la pandemia. La pérdida tan solo de una vida humana es siempre una tragedia.

“50 años como Sacerdote, a pesar de mis debilidades y errores, me he puesto al servicio del Señor y de la Iglesia, llamado a ser un simple servidor de Dios, de Jesucristo, del Evangelio, de la Iglesia y de todos”

 

“BAJO EL SIGNO DE LA GRACIA”

El sábado 26 de junio el Arzobispo de Santa Cruz, Mons. Sergio Alfredo Gualberti Calandrina celebró sus Bodas de Oro Sacerdotales, acompañado de sus hermanos sacerdotes, diáconos y seminaristas, con representantes de la Vida Consagrada y el Consejo de Laicos.

Dadas las circunstancias de la pandemia no podemos exponernos a los contagios, pero también creo que todo el pueblo de Dios de Santa Cruz quiere unirse a su Pastor en esta fecha tan importante en su vida, por eso, esta Eucaristía quiere ser la acción de gracias a Dios de la Iglesia de Santa Cruz por el camino que hemos recorrido juntos durante 22 años, dijo el Prelado al iniciar su Homilía.

“Remembranza de su vida y ministerio sacerdotal”

 

El recorrido de mi vocación y 50 años de sacerdocio, toda una vida bajo el signo de la gracia de Dios, de su amor gratuito y de su mirada benévola. Si soy sacerdote de Cristo, no ha sido por una iniciativa mía, Dios me ha llamado, yo solamente he dicho sí, buscando responder lo mejor posible.

A lo largo de todos estos años, a pesar de mis debilidades y errores, me he puesto al servicio del Señor y de la Iglesia, como “un hermano entre hermanos”. Este fue el propósito del día de mi ordenación sacerdotal, expresado en la homilía de mi primera Eucaristía.

 Simple servidor de Dios: Servir al Señor es la vocación de todo cristiano y la mayor razón de todo consagrado, llamado a ser un simple servidor de Dios, de Jesucristo, del Evangelio, de la Iglesia y de los hombres en general. Estos años han sido un verdadero y gran don de Dios, poder anunciar la Buena Noticia de su reinado de amor y de vida y a su Hijo, Jesucristo, paz y justicia nuestra, aquel que llena de verdadero sentido nuestra existencia. Es la Gracia que me ha acompañado desde los días de mi llamado al seminario y de mi ordenación, hasta el día de hoy. *Es imposible intentar resumir todo ese camino, me limito solo a algunos eventos significativos que me han marcado mi ministerio*

 “Capellán de emigrantes”. He vivido mis primeros ocho años de sacerdocio como capellán de los emigrantes en Suiza. Con y entre ellos he experimentado que significa dejar la propia tierra y familia, la precariedadla pobreza social, el ser excluidos de la vida social y política, en una palabra, he tocado con mi mano lo que es ser extranjero. Esto me ha ayudado a entender lo que nos dice la Palabra de Dios, que, en esta tierra todos somos de paso, peregrinos que sienten la nostalgia de la tierra y la casa definitivas.

También hay tantos hermanos bolivianos que dejan nuestro País y tantos otros hermanos migrantes y refugiados en todo el mundo y también entre nosotros. Todos ellos están en búsqueda de días mejores para ellos y sus familias. En los MCS escuchamos cada día historias dramáticas de millones de hombres y mujeres, niños y jóvenes que interpelan a la Comunidad internacional, para que paren la inaceptable crisis humanitaria en muchas zonas del mundo. La indiferencia y el silencio abren el camino a la complicidad, en especial cuando asistimos como espectadores pasivos ante los miles de muertos por la pobreza, la violencia, los naufragios y la trata y tráfico de personas y en estos días dramáticos por la pandemia. La pérdida tan solo de una vida humana es siempre una tragedia.

 “Misionero en Bolivia” La experiencia entre los migrantes, despertó en mí el deseo de ponerme al servicio de una Iglesia y un país más necesitados y en 1979 fui enviado en Bolivia para unirme a otros sacerdotes de mi diócesis de Bérgamo que desempeñaban su ministerio en esta tierra. Con ellos, he aprendido que ser misionero implica vivir el misterio de la Encarnación, a leer la Palabra de Dios insertada en la vida, la religiosidad, la cultura y la historia del pueblo de Dios y a asumir el caminar pastoral y las opciones de la Iglesia que peregrina en Bolivia*, como es la opción preferencial y evangélica por los pobres. Opción que exige estar entre y con los pobres, el rostro visible de Cristo, asumiendo su espíritu de humildad y sencillez, su estilo de vida austero y sus problemas, sufrimientos y aspiraciones.

Al hablar  de su testimonio de vida sacerdotal, el Prelado afirmó  que es mucho más lo que ha aprendido de los pobres de lo que yo ha podido dar: el sentido de la confianza en Dios, de la providencia, de la sobriedad, del valor de la esencial, de la comunidad y de la solidaridad. En todo este camino simplemente he buscado hacer lo que el Señor me decía, descubrir y hacer que el tesoro de su presencia en los hechos de cada día y en la vida de las personas.

“GRACIAS”. Por esto agradezco sinceramente a Dios por el don del sacerdocio en la Iglesia y por haberme hecho partícipe de este don, un don que me llena de la dicha de celebrar la Santa Misa cada día y poder ofrecer al pueblo de Dios el cuerpo y la sangre de Cristo, fuente de vida y de salvación.

el Arzobispo aseveró que toda su vida y su  ministerioha sido y es experimentar la gracia de Dios, lo ha sido en los años vividos en La Paz, sirviendo en Parroquias, en la Conferencia Episcopal y en las Comunidades Eclesiales de Base, y lo es muy particularmente en los 22 años de servicio en esta querida Iglesia de Santa Cruz, al lado y con ustedes pueblo de Dios, familias, ancianos, mayores, jóvenes y niños, enfermos y encarcelados. No ha sido posible estar en todas partes, pero puedo asegurarles que absolutamente todos, han pasado y pasan diariamente por mi corazón suplicando al Dios de la Vida por cada uno en particular.

Mi gratitud, no es una pura expresión de conveniencia, tiene rostros y nombres concretos a todos ellos que va mi más sentido y sincero reconocimiento.

Así mismo Mons. Gualberti  expresó su agradecimiento a  la Iglesia de Bérgamo, donde nació su vocación, a la Iglesia de Suiza donde ha iniciado su  ministerio sacerdotal y en particular a la muy querida Iglesia de Bolivia. Mis palabras de gratitud a todas las personas, vivas y difuntas, laicos, religiosas, sacerdotes y Obispos, en especial al +Cardenal Julio Terrazas, que me han acompañó y apoyó durante tantos años y del que he aprendido a ser Pastor, expresó Monseñor.

He experimentado personalmente como el Evangelio derrumba los muros y barreras humanas que nos dividen, oponen y construye una sola comunidad de creyentes fundada sobre el amor y la fraternidad, sin distinción alguna Junto con ustedes, hermanos y hermanas, he compartido mi fe y mi esperanza, mis sueños y mi empeño por un mundo de paz, fundado sobre la justicia, la libertad y la solidaridad, por eso les agradezco y bendigo en el nombre del Señor.

Un gracias particular a mi familia, que desde los primeros pasos en el Seminario hasta hoy me ha acompañado con su afecto y cercanía.

Conozco demasiado bien mis límites, debilidades e incoherencias, por eso pido sinceramente perdón a todos*. Pido a la Virgen María, la Mamita de Cotoca, que me conceda continuar a servir a su hijo Jesús y a la Iglesia con humildad, dedición y alegría, por el tiempo que querrá y allí donde Él me necesite, concluyó el Prelado.

Decargar Homilía

Fuente: Campanas – Iglesia Santa Cruz