Y se viene nomás la Novena, que al final puede ser tan famosa como la de Beethoven. Una sinfonía a ritmo de tamboritas por caminos polvorientos, montada en ojotas y con la flor del Patujú en la obertura. El “balance previo” permite suponer que le ganará a la “consulta previa” y eso que sus promotores no andan distribuyendo regalitos, prebendas ni haciendo propaganda.
Los muchachos del Parque, a los auténticos me refiero, no tienen helicópteros para convencernos, desde el aire, de que el caminito no debe cruzar por el medio. Seguramente se puede. Pero no se debe. Aunque algunos “expertos” que sobrevolaron un ratito nadie sabe por donde digan que el único trazo posible es por el medio. Como si fuera imposible irse por otro lado, aunque el caminito sea más largo. Y más caro.
La cuestión es que por el medio es imposible calcular su costo. Porque no es cuestión de billetes más o billetes menos, que como van las cosas en el país a nadie le importan. Es algo que tiene que ver con unos conceptos, principios o valores que a los muchachos del cambio, ahora se sabe, no les importan. Es cuestión de respeto a la madre tierra, al medioambiente a los recursos naturales y a los derechos legales y humanos de las gentes que viven en esas tierras.
Lo preocupante es que al parecer, parece tampoco les importan a esos “expertos” que tras el paseíto en helicóptero por alguna parte del Parque “decidieron”, como dijo la agencia oficial de noticias, que sólo se puede por el medio, muy sueltos de cuerpo y con la mayor cara de personas que “de eso saben”, aunque nunca trazaron un senderito ni
vadearon una acequia. No sé porqué, todo eso me recordó eso de “tontos útiles”, como definía mi abuela en esas noches de invierno junto al fogón, a algunos figurones estúpidamente levudos que dicen lo que otros quieren que digan. Claro que digan lo que digan, parece que nada impedirá los sones de triunfo de la Novena.