En días pasados, mi comadre Macacha me contó—enternecida— que somos el único país en el mundo gobernado por un hombre inocente y casi un santo, mientras que Alemania sufría bajo la mano implacable de la señora Angela Merckel, Francia padecía por los vaivenes sentimentales del presidente Sarcozi y Estados Unidos se debatía ante la política liberal del presidente Obama que no pudo cumplir muchos de sus postulados primeros.
Ante la cara de cojudo que puse al escuchar decir a mi comadre que nuestro Presidente es un caso singular de inocencia y santidad, la chola cochabambina me dijo: “No ponga esa cara de coxuster que no le sienta bien compadrituy, pero yo he escuchado con estas orejas que Dios me ha dado decir que no ha buscado llegar a la Presidencia para robar ni matar y que si ha cometido errores y desaciertos es por culpa de sus asesores consejeros y abogados…”.
Sonreí ante el candor de mi comadre y le repliqué diciendo que soy uno de los periodistas más viejos y que en mi larga vida he conocido a todos los Presidentes de Bolivia desde Paz Estensoro al actual Evo Morales y en tan larga lista no hay uno solo que pueda ser calificado de inocente y santo.
La cholita Macacha se puso terca y no dio brazo a torcer y poniéndose de pie y batiendo palmas ante mi rostro exclamó entusiastamente: “Va usted a saber, compadre, que Evo es inocente, el único inocente de los gobernantes del mundo y que si firma leyes y decretos lo hace sin leer, confiando en sus colaboradores, asesores, ministros y dirigentes del MAS…”.
Como tampoco yo me iba a dejar ganar una discusión por una cholita sin estudios por muy cochabambina que fuera dije a mi ingenua comadre: “Yo soy un viejo lobo de mar y también un lobo de bar y me he enterado de que en nuestro país no se mueve ni una hoja sin conocimiento ni autorización del presidente Evo Morales y que en virtud de tal hecho, mal puede usted argumentar, queridísima comadre, que nuestro Mandatario sea un inocente y cuasi un santo. Todos son responsables de lo malo y de lo bueno que realiza un Gobierno”.
Como las mujeres son como Jalisco que nunca pierde y si pierde arrebata —como dice la canción mexicana—, Macacha tomó la palabra nuevamente y dijo: “Así que en este nuestro país no se mueve ni una hoja sin el conocimiento y consentimiento de nuestro presidente Evo, ¿se refiere usted también a las hojas de la Coca?”.
Sin inmutarme le dije: “También me referí a las hojas de la coca, pues estoy seguro de que el señor Evo sabe dónde y para qué se mueven las hojas de la coca, ya que es el máximo dirigente de las Siete Federaciones del Trópico Cochabambino”.
Mi comadre calló y luego de unos instantes dijo: “Qué me importa si el Presidente es o no es santo o pecador, inocente o culpable y le invito a usted, compadre, a bailar en el ‘Malena’ donde no me importa que usted sea inocente o culpable ni santo o pecador aunque mejor sería que usted fuera pecador y yo la culpable…”.