Queridos hermanos y hermanas:
La Palabra de Dios que acaba de ser proclamada con un fuerte llamado misionero y el acontecimiento histórico de los 208 aniversario del primer grito libertario que estamos recordando, son una invitación urgente para profundizar nuestra identidad.
Porque fuimos creados a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26) estamos llamados a vivir en libertad asumida con plena responsabilidad, por la cual nuestros héroes y próceres con su lucha y entrega nos dejaron el legado de construir una patria grande, soberana, independiente y libre, donde se pueda gozar de la verdadera fraternidad con un auténtico desarrollo integral para todos.
La primera lectura (He 11,19-26) nos da una breve indicación al presentarnos a Bernabé como un hombre bueno, lleno de fe y del Espíritu Santo. Frente a este modelo de discípulo misionero nos podemos preguntar: ¿cuánta bondad hay en mi persona? ¿Cómo vivo y testimonio la fe recibida en el bautismo? ¿Cuál es mi escucha y docilidad a las mociones del Espíritu Santo? Alimentemos la vida cristiana con la lectura asidua y constante de la Palabra de Dios, la recepción de los sacramentos, en especial, la eucaristía y la reconciliación y la caridad solidaria con el prójimo.
Somos pueblo de Dios, bautizados en el nombre del Señor Jesús, discípulos incondicionales, seguidores apasionados de Él y ardorosos misioneros para reivindicar lo que es nuestro. Somos cristianos bautizados en el nombre de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo y nuestra obligación es caminar en la vida nueva (Rm 6,8). Por obediencia al mandato del Señor: “vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt 28,18), somos católicos, es decir, universales porque en la Iglesia fundada sobre la roca de Pedro, Cristo ofrece la salvación a toda la humanidad alcanzada por su pasión, muerte y resurrección. Entonces nuestra identidad es ser cristianos católicos, amados por Dios Padre (1Jn 3,3) ungidos por Espíritu (Lc 4,16-18) y enviados a la misión por el Resucitado (Jn 20,21).
Como acabamos de escuchar en los Hechos de los Apóstoles los seguidores de Jesús no quisieron, después de la Resurrección de Cristo ser reconocidos, en adelante, como “nazarenos”, sino como cristianos porque Jesús de Nazareth fue proclamado y aceptado como el Ungido del Padre, el Cristhós. Esta decisión fue tomada por sus discípulos en la Iglesia de Antioquía.
Hermanos, no nos dejemos robar nuestra identidad de cristianos y pido respeto a la profesión de fe católica, ya sea en público o en privado, profesada por la mayoría de nuestra población.
Quisiera volver a la pregunta que Jesús hizo al ciego Bartimeo (Mc 10,46-51): “¿qué quieres que yo haga por ti? Señor, que yo vea” fue su respuesta. El mismo Jesús pregunta hoy a cada uno de los presentes: ¿Qué quieres que haga por ti? Cada uno tendrá sin duda una respuesta.
Personalmente sugiero puntos de reflexión:
• Que el Señor Jesús nos dé la fuerza suficiente y la claridad de su luz para ver tantos y tantos ciegos que están en la vereda del camino y que necesitan una palabra de aliento y consuelo, de atención solidaria y una mano fraterna que les levante de su postergación y recuperen su dignidad.
• Que respetemos el derecho de inocentes que claman desde el vientre materno su derecho a la vida y que anhelan vivir antes que ser eliminados. “Una nación que mata a sus propios hijos es una nación sin futuro” (San Juan Pablo II). Tanto la sociedad civil como la Iglesia debemos acompañar con iniciativas renovadoras a las madres en gestación para que tengan la valentía de ver a sus hijos nacidos y sentir sus caricias, sus abrazos, sus besos de gratitud por el gran regalo de la vida.
• Que podamos devolver la esperanza y la ilusión a miles de jóvenes que están atemorizados frente a un futuro incierto por la falta de fuentes laborales o porque no encuentran posibilidades de realización personal de acuerdo a la profesión que con tanto esfuerzo y sacrificio han alcanzado, obligándoles a migrar a otros departamentos.
• Que escuchemos los gritos clamorosos de los ciudadanos que reclaman más justicia y libertad para expresar sin miedos sus opiniones, nos solidarizamos con nuestros nueve hermanos privados de libertad en Chile y les invito a participar de la campaña # liberen ALos9 y conceder a los trabajadores que piden un digno y justo salario con fuentes permanentes de empleo y estabilidad laboral y que junto a los empresarios, con el trabajo responsable y coordinado, las empresas se fortalezcan y puedan progresar en bienestar y calidad de vida de ellos y sus familias.
• Que conceda a las autoridades la capacidad de escuchar a la ciudadanía que anhela vivir en democracia, justicia y libertad sin violencia y en paz e impulsen planes de desarrollo integral que promuevan la unión y la reconciliación entre campo y ciudad y disfrutemos de las riquezas naturales con que Dios ha bendecido a nuestro querido departamento para ser distribuidos entre todos.
• Que sepamos agradecer a las autoridades todas las obras que se realizan en beneficio de las provincias y el embellecimiento de nuestra querida ciudad capital. Que ésta sea acogedora, de brazos abiertos, donde todos los visitantes se sientan como en su propia casa por su rica historia, su belleza artística y trayectoria cultural con el compromiso de todos los ciudadanos de velar y cuidarla como patrimonio histórico de la humanidad.
• Que nuestra Iglesia renueve su celo y ardor misionero para ser una Iglesia misionera en salida misionera a las periferias geográficas y existenciales y que la preparación y realización del séptimo congreso misionero nacional con sede en Sucre en el mes de octubre, sea una nueva primavera pastoral y con la colaboración responsable de todos, este acontecimiento de gracia, renueve sus vidas y les comprometa a acoger a los participantes de otros departamentos.
En esta Eucaristía pedimos a Dios Padre bendiga a cada uno de los habitantes del departamento y les colme de felicidad y bienestar.
¡Felicidades Chuquisaca!
Sucre, 25 de mayo de 2017
Mons. Jesús Juárez Párraga, sdb.
ARZOBISPO DE SUCRE