Una escena estremecedora ha conmocionado al mundo tras la matanza de estudiantes y profesores ocurrida en Kenia el jueves 2 de abril. El comando de terroristas de Al Shabaab ingresó en la Universidad de Garissa con armas de grueso calibre y en su interior discriminaron a cristianos, por un lado, y a musulmanes, por el otro. Acribillaron a los primeros y advirtieron a los segundos que debían seguir los lineamientos de la Sharia (ley islámica) si no querían correr la misma suerte.
Más de 147 muertos ha sido el saldo fatal de aquel brutal ataque ocurrido en el corazón de África. El papa Francisco ha alertado por la falta de atención de los gobiernos y medios occidentales que, meses atrás, fueron sacudidos en Francia por la masacre ocurrida en la revista Charlie Hebdo. Vivimos tiempos de violencia e irracional uso de la fuerza por parte de grupos minoritarios fundamentalistas islámicos que propugnan el regreso a tiempos medievales en los que las religiones gobernaban a las poblaciones. La libertad de religión y de pensamiento está en entredicho en este contexto.
Francisco ha pedido rezar por los miles de cristianos que están dando la vida por defender su credo. No ha reclamado revancha, sino tolerancia y conciencia sobre los riesgos que esta crisis representa para el conjunto de la Humanidad. En nuestro medio también tuvimos mártires cristianos que dieron su vida por la libertad y el bienestar de los sectores más vulnerables. El sacerdote Luis Espinal, asesinado por la dictadura de Luis García Mesa y Arce Gómez el 22 de marzo de 1980, y el obispo Oscar Arnulfo Romero, acribillado por un comando militar en El Salvador el 24 de marzo del mismo año, fueron dos líderes católicos que dieron su vida por defender la Teología de la Liberación.
Francisco ya declaró formalmente que la muerte de ‘San Romero de América’ fue un caso de martirio, desbloqueando así el proceso de beatificación de uno de los hombres clave del catolicismo latinoamericano. Luis Espinal decía en sus escritos que no necesitamos mártires, sino cristianos comprometidos que den su vida por los demás. “No hay que dar la vida muriendo, sino trabajando”, afirmaba el exdirector del diario Aquí.
Estos cristianos asesinados por defender la vida, hoy por la irracionalidad del fundamentalismo islámico y antes por el autoritarismo de las dictaduras, son como faros que iluminan el camino de los millones de creyentes y no creyentes que luchan por una sociedad justa y más libre para todos.