Análisis

De columnas, libertades y responsabilidades

Desde su creación, hace 10 años, Página Siete ha dado espacio a la mayor diversidad de ideas, posiciones y temas en sus páginas de Opinión. Justamente, en un periodo de polarización muy evidente y de medios que tomaban una u otra tendencia, en Página Siete se dio lugar al pluralismo en su máxima expresión. No sólo hemos recibido, sino hemos invitado y buscado a analistas de todas las tendencias, a quienes hemos dado voz sin censura de ninguna naturaleza.

La señora María Galindo ha tenido en este medio una columna semanal desde su fundación -es decir hace una década-; además ha mantenido espacios itinerantes en el suplemento Ideas y durante estos años  hemos desarrollado con ella diversas iniciativas culturales, creativas y opinativas.

Sus columnas, cuyo estilo es de conocimiento público, han representado para Página Siete, más de una vez, críticas y procesos en tribunales de ética, pues a pesar de que la ley así lo estipula y nuestro código de ética lo refleja fielmente, no se entiende con facilidad que los espacios de opinión son de exclusiva responsabilidad de quien los escribe y firma.

Son conocidos y conviene recordar  los reclamos, amenazas de procesos legales y éticos, y ola de críticas que tanto María Galindo como Página Siete -como el medio que publica semanalmente sus escritos-, recibieron por textos sobre Eva Liz Morales, Maricruz Ribera, Adriana Salvatierra y más recientemente sobre la presidenta Jeanine Añez, en la columna “Desde la acera de enfrente”.

Se trató de perfiles/opinativos en el que el límite entre la ficción y la realidad -un género que Galindo cultiva con éxito en lo personal-, es indefinible y a través de los cuales lanzó acusaciones  que en muchos casos han resultado difamatorias y han rozado el límite del libelo.

Con todo, y especialmente desde lo personal como directora de Página Siete, he defendido no sólo el trabajo, sino la presencia de Galindo en nuestras páginas, como un respaldo al trabajo que cumple en defensa de los derechos de las mujeres. He mantenido conversaciones con ella sobre la naturaleza de sus textos en procura de que éstos guarden una relación con la realidad de los hechos, ya que no se trata el suyo de un espacio literario ni de ficción.

El día martes, al recibir la editora de Opinión de este diario su columna semanal, comentó con la Dirección su preocupación por afirmaciones que, una vez más, no tenían correlato con la realidad. No sólo se trataba esta vez de adjetivos y epítetos sobre personas, sino aseveraciones sobre hechos e instituciones sin ningún respaldo verificable.

Se le hizo conocer esto a María y se le comentó la preocupación de Página Siete en afirmaciones sobre las que no existe respaldo fáctico en un momento delicado como el que vivimos. Ella dijo que podía quitar algunas afirmaciones, pero finalmente solicitó que si no publicábamos su texto dejemos su espacio en blanco.

Hemos esperado hasta hoy para publicar su columna, cumpliendo nuestro código de ética, pues hemos tratado de encontrar el respaldo a algunas de sus afirmaciones entendiendo que ella no lo hará. Ha sido imposible, pero cumplimos con lo que dicta nuestra norma ética publicando en esta edición su texto y explicando a nuestros lectores las conclusiones a las que arribamos y que se sustentan en los principios de este diario y que detallamos a continuación.

Las columnas son reductos de libertades, pero también de responsabilidades, y si bien son los columnistas los garantes de sus textos, Página Siete tiene el derecho y obligación de exigirles que sean precisos en cuanto a los hechos sobre los que escriben. Cada columnista tiene derecho a su propia opinión, pero no a sus propios hechos. Nuestro código de ética sostiene en su punto 2.13.- “El periódico podrá no publicar acusaciones graves que no tengan fundamento o pruebas. Ello se cumplirá aunque sean presentadas por declaraciones “on the record” o bajo la modalidad de “solicitada”.

Asimismo, para las páginas de noticias, la regla en Página Siete es clara: reconocemos y corregimos nuestros errores de hecho, grandes y pequeños, con prontitud y en un prominente espacio. Esto, en la medida de lo posible también esperamos de nuestros columnistas: si uno de ellos comete un error, se espera que lo corrija rápidamente en la columna. Esto es algo que María Galindo les ha negado a sus lectores y que, en tanto compromete el contenido de nuestro diario, estamos en la obligación de impedir.

La Dirección de Página Siete se debe no sólo a los columnistas y sus posiciones personales, sino a un conjunto variado de lectores y audiencia que merece ser tomada en cuenta, respetada y debidamente atendida.

Finalmente, cabe hacer notar que el Código de Ética de Página Siete establece que una columna que se aleje de estos principios, “de todas maneras será publicada; sin embargo, la Dirección del diario colocará un comentario sobre su contenido y se le quitará al columnista la posibilidad de seguir publicando en el periódico”.

En este mismo sentido, Página Siete le informa a María Galindo y a sus lectores que hemos decidido primero publicar su más reciente columna y también prescindir en adelante de sus colaboraciones, en vista de que estos nuestros principios éticos no son compartidos por ella, pero son de obligatorio cumplimiento para nosotros.

 

Isabel Mercado,  directora de Página Siete

 

Desde la acera de  enfrente

Maria Galindo            Sedición en la Universidad Católica

Jeanine no cayó del cielo para salvar la democracia boliviana.

Fue en una reunión en la Universidad Católica, que una vez más se mancha de sangre y vergüenza, donde se reunieron: el Embajador de Brasil, como representante de los intereses norteamericanos y de Bolsonaro; Tuto Quiroga, como representante de la CIA; Fernando Camacho, como cabeza del fascismo y como dueño del proceso de derrocamiento de Evo Morales. No estoy segura, pero parece ser que Carlos Mesa también estuvo allí metiendo la pata. Waldo Albarracín y seguramente alguno más pisoteando toda institucionalidad, con la bendición de la cúpula de la Iglesia Católica, decidiendo a puerta cerrada quién debía suceder a Evo Morales.

Necesitaban alguien funcional a todos, dispuesto a matar gente por si hubiera alguna revuelta, dispuesto a asumir el cargo con los militares en las calles, alguien que se dejara imponer gabinete de asesinos y asaltantes. Necesitaban una persona manejable que funcione como trapo de piso, con cuyo nombre limpiar el golpe de Estado. Es ahí que suena el nombre de Jeanine Añez; una senadora periférica de la derecha, que jamás había jugado papel alguno que no sea defender a sus jefes, hacer declaraciones racistas y obedecer.

Tuto Quiroga la llama, le manda un avión y  Añez acepta, siempre y cuando se le pague entre 200 a 300 mil dólares por el riesgo de vida que suponía asumir el cargo.

Se le paga. Se le imponen l@s ministr@s y el machito de Camacho entra con ella al Palacio, llevando en alto la Biblia, que se utiliza una vez más en la historia como instrumento de legitimación y manipulación, al mismo tiempo.

Jeanine empieza a “gobernar” con los ojos vendados. Cuando se da la reunión con los movimientos sociales para “pacificar” el país, es el ministro de la Presidencia, Jerjes Justiniano, quien conduce esa reunión, mientras Jeanine, exhausta, se retira a dormir. El Ministro anuncia que la Presidenta desmilitarizará el país y firmará la ley de garantías, que hoy se niega a promulgar porque en aquel momento gobernaba Justiniano y ella obedecía.

Ahora que ha decidido candidatear y capitalizar para sí misma el gobierno de transición, la falsa pacificación y la convocatoria a elecciones, tuto Quiroga, Camacho, Conade y Mesa, le recuerdan el contrato no verbal de sumisión que firmó con la mirada el momento de asumir la Presidencia.

Mesa dice que el disimulo del golpe quedará destapado, Tuto sufre porque ha sido él el utilizado y no al revés; el Conade habla de ética cuando el pacto con Jeanine fue antiético y por fuera de las instituciones democráticas. Lo que se decidió entre las paredes de la Universidad Católica debió decidirse como cuando escapó Sánchez de Lozada, entre las paredes del Parlamento. Lo demás es golpe de Estado porque ninguno de los patriarcas allí presentes tenía legitimidad, ni mandato alguno para decidir la sucesión que en el país correspondía y porque lo hicieron de espaldas a la gente y en secreto, cuasi delincuencialmente.

Es por eso importante conocer el contexto de la renuncia de Adriana Salvatierra, ¿por qué realmente renunció?, ¿por que no asumió ella la Presidencia con el compromiso de llamar a elecciones y nombrar nuevo tribunal electoral? ¿Por que no se recibió en el Senado la renuncia de Adriana y se nombro allí nueva directiva para definir quién asumiría como presidenta del Senado la presidencia interina?

Jeanine hoy, al cantidatear, está siendo desleal con sus empleadores que le pusieron en bandeja la Presidencia subestimándola. Sabe que se las debe, pero al mismo tiempo sabe que la usaron para el trabajo sucio, por lo que se siente en el derecho de utilizar a su favor y a favor de su clan lo conseguido. Sabe que nadie romperá el silencio porque todos necesitan esconder la mano.

Creen tenernos engañad@s porque nos han desinformado y porque resulta imposible saber qué cosa realmente ha pasado en Bolivia entre bambalinas. El MAS tampoco es una víctima triste y perseguida por el imperialismo, Adriana le debe una explicación al país y Evo, Álvaro y l@s ministr@s que salieron huyendo, también.

La candidatura de Jeanine le suma al proceso mediocridad, que ya hay en abundancia, pero sirve como prueba de lo que ya sabíamos: “todo lo que dije e hice es mentira y todo lo que diré y hare también”.

 

María Galindo es miembros  de Mujeres Creando.

 

Fuente: Pagina Siete