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Nuncio Apostólico en Bolivia Mons. Angelo: “El Resucitado nunca nos abandona”

En la reflexión Mons. Accattino señaló que “Cristo con su muerte y resurrección redime a la humanidad devolviéndole la dignidad primera”. La Pascua evidencia el misterio central de la fe y de la vida cristiana, es el misterio de la Santísima Trinidad, fuente de todos los otros misterios de la fe.

A su vez la autoridad eclesial sostuvo que “Cristo ha resucitado,  vive más allá de la  muerte y es el Señor de los vivos y de los muertos”, esta es la alegría de los cristianos que este domingo celebran con júbilo, ya que también estamos destinados a su resurrección, gracias a Jesús que “por su dolorosa pasión destruyo nuestra muerte y con su resurrección restauro nuestra vida”.

El Nuncio Apostólico hizo mención del documento Christus Vivit, dirigida especialmente a los jóvenes en su numeral 2 señala: “Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar”, sobre esta afirmación, Mons. Accattino, segura que los jóvenes tienen una enorme necesidad de ejemplos virtuosos a quienes imitar, pero con Jesús es distinto, puesto que “Él no se ha quedado en la historia, Él está aquí y con nosotros, sigue hablando a nuestro corazón y a nuestra conciencia”.

Jesús se queda porque sabe que lo necesitaremos, ya entrados en la madurez, tenemos la necesidad de tener a nuestro lado la presencia esperanzadora y consoladora de Dios providente y justo. “El resucitado nunca nos abandona”, asegura Mons. Angelo Accattino, reiterando  que para los cristianos, la Pascua es el paso de un modo de vivir a otro, donde buscamos ser nuevos, más allá de las caídas y traiciones, sabiendo que, “el inocente nos ha reconciliado a nosotros con el Padre”.

Al concluir su reflexión Monseñor Accattino elevó una oración tomada de la Exhortación Evangelii Gaudium dirigida a la Virgen María:

Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro «sí»
ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.

Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.

Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.

Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni se detenga
en su pasión por instaurar el Reino.

Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.

Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.

Fuente: Iglesia Viva