Santa Cruz

Muere Madre Leticia, fundadora del primer y único hospital en Guarayos

A sus 88 años, a las 7.25 de la mañana del martes 22 de Agosto, cerró sus ojos a la eternidad la Madre Leticia Pallhuber, una destacada y apreciada religiosa en la franja de la Nacion Guaraya, por su labor social en el campo de la salud.

Nacida un 29 de Octubre de 1.927 en la ciudad de Kals- Austria, a temprana edad descubrió su vocación religiosa e ingresó a la Comunidad Franciscana de Hall. 
En 1.957 llegó a Bolivia, a San Miguel de Velasco donde inició su gran labor humanitaria de calmar el dolor del hermano. 
Pero Dios le tenía preparado otro destino: Guarayos: Es así que sus ágiles pies pizarrón por primera vez las tierras de los Cusis, hamacas y violines , en la primavera de 1.965. Fiel a su postulado de servicio y entrega para con los demás en el área de la salud, como lo hizo el buen Samaritano en los tiempos de Jesús, se hizo cargo de la única posta sanitaria instalada en la planta baja de la vetusta casa parroquial 
Fue desde ahí que sintió la necesidad de contar con un centro asistencial más grande y con mayores condiciones. 
Es así que con grandes limitaciones y pocos recursos; con el apoyo de amigos y vecinos, en 1.970 arrancó la gran obra : El Hospital Guarayos. 
Comenzó pequeño, pero gracias a gestiones y la gran visión de la creadora, fue creciendo hasta convertirse en un hospital de referencia en la zona, catalogado de segundo nivel. 
La madre Leticia en los 50 años de trabajo en Guarayos, ha sido merecedora de muchos reconocimiento, tanto del Municipio, del Gobierno Departamental, Comité Cívico, medios de comunicación, entre otros. 
Tiempo atrás instituciones del medio iniciaron gestiones ante el Gobierno Central para la que se le otorgue la máxima condecoración del Estado Boliviano, como es el Cóndor de Los Andes, pero sin éxito. 

Los restos de la “Mama Leticia ” como muchos la llamaban, están siendo velados en la iglesia Ascensión del Señor y mañana serán llevados a su morada final. (DESTHER AGREDA)

 

MADRE LETICIA, DESCANSA EN PAZ

 

El día 22, de agosto a las 8,26 de la mañana recibíamos un WhattsApp, enviado por el P. Adalberto, con la noticia del fallecimiento de la Hermana Leticia. Un poco más tarde, nuestro obispo escribía por este mismo medio: “Queridas Hermanas: Estoy con ustedes dando gracias a Dios Padre por esta amada hija suya, la M. Leticia. Que descanse en el abrazo del Padre. Dios mediante estaré mañana en su despedida”.
Y así ha sido, a las diez de la mañana daba comienzo, en el templo parroquial de Ascensión de Guarayos, la misa de exequias. Poco antes del comienzo la Hna. Angelina Panozo, hizo un una semblanza de la Hermana Leticia Pallhuber. Según iba leyendo, las páginas de su entrega a los más débiles a través de la atención a la salud, no podía dejar de resonar un eco en los corazones de la asamblea: “Si ahora tuvieran que leer la historia personal de cada uno, ¿cuántas hojas de servicio se escribirían…?” Por eso, la Eucaristía, que es siempre una Acción de Gracias, recogía de una manera especial, la gratitud a Dios Padre por haber bendecido a la Iglesia con la vida y la entrega fiel de esta Hermana Terciaria de San Francisco. El Evangelio, tomado de San Marcos, era el relato del buen samaritano, que sabe mirar al herido en medio del camino y apostar por él tratándolo con dignidad y cariño, sin escatimar recursos de ningún tipo: atención, tiempo, economía, implicación de otros en la ayuda. 
Monseñor, en su homilía recordando los gestos de la Hermana nos invitaba a escucharla. Nos contó que en una de sus últimas visitas, ella le tomó de la mano y le miro el añillo, después miró el suyo propio, sin palabras, se podría interpretar que les unía la alianza con el Señor y así entre los dos se establecía una corriente de comunión profunda. Esto daba pie para preguntar a la vida religiosa sobre su sentido de comunión eclesial, su fidelidad a ese amor primero del Señor que nos convoca al seguimiento siendo profetas en medio del pueblo. Una misión tantas veces dolorosa y difícil. Luego recordó cómo últimamente, la Madre Leticia, preguntaba a los visitantes sobre su lugar de origen, llamado Kals, para subrayar que ella era de Austria. A pesar de haber vivido prácticamente siempre en Bolivia, no había olvidado sus raíces. Tampoco el pueblo Guarayo debe perder su identidad, aquellos valores culturales que son una riqueza para la humanidad, su profunda religiosidad, el amor a la naturaleza, el sentido de familia. Todo aquello que manifiesta la grandeza y dignidad de la persona.
Haciendo una alusión a las páginas que se habían leído al iniciar la Misa, recordó a las autoridades presentes, que el servicio era el signo propio de la verdadera autoridad. Claramente lo dice Jesús en el Evangelio y así lo vivió nuestra Hermana, cuando tuvo que estar al frente del Hospital o de su propia comunidad.
Para terminar, ¿cuál sería el mensaje que ella dirigiría al personal de salud?: ¡Defiendan la vida! Cuiden a los enfermos con amor, que las personas se sientan bien atendidas, tratadas con dignidad; en ningún caso impidan el nacimiento de un niño ya concebido. Recuerden cuántas familias, de las que están aquí ahora, han sido atendidas por la Hermana Leticia. De estas raíces nunca deberíamos olvidarnos. Tenemos mucho que agradecerle. 
Al finalizar la Misa, acompañamos el féretro hasta el cementerio, éramos una multitud cantando y rezando. Con un puñado de tierra, le decíamos el último adiós. El Señor quiso, que María Reina la sostuviera en el tránsito. Descanse en paz. (Hna. Blanca)