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Mons. Sergio Gualberti: El diálogo verdadero no produce vencedores y ni vencidos

En su Homilia dominical, Mons. Sergio Gualberti abordó el pasaje del profeta Isaias que da aliento y exhortaciones a los israelitas que retornan del destierro despues de 50 años y viven tensiones tensiones y problemas de todo tipo. Con esta metáfora exhortó al Pueblo a tener fe en Dios, respetar el derecho y la justicia para vivir en paz. Asimismo invitó a vivir en unidad en la casa de oración que es para todos los pueblos y tener en cuenta que Dios busca a todos para reconciliarnos por su amor.

Por otro lado el Arzobispo rememoró el relato de Jesús y la mujer cananea que con mucha fe e insistentemente pidió que Jesus la atienda y destacó el hecho de que ante tanta firmeza Jesús puso a una pagana como modelo de fe orante y humilde.

El Arzobispo afirmó que para liberarnos de nuestros miedos, errores y pecados debemos practicar la fe orante que es un diálogo con Dios que nos permite discernir entre las idelogias y fanatismos que dejan muerte odio y rencor.

En ese contexto al hacer referencia al último atentado en Barcelona destaco que entre las centenares flores y velas aparcio un letrero que pone “Ni miedo, ni odio”, dos palabras profundamente evangélicas que brotan de la fe en el Dios de la vida y remarcó que el diálogo con Dios nos mueve al amor y la solidaridad, el diálogo vedadero no produce vencedores ni vencidos.
Finalmente antes de concluir su homilia Mons. Gualberti recordo al pueblo de Dios que hay que orar por la paz en todas las naciones y hacer nuestras las palabras de la mujer cananea: “Socórrenos Señor”

HOMILIA DE MONS. SERGIO GUALBERTI
ARZOBISPO DE SANTA CRUZ
PRONUNCIADA EL 20 DE AGOSTO DE 2017

Aliento a los repatriados

En la 1ª lectura el profeta Isaías se dirige a la comunidad israelita que, después de 50 años de destierro, acaba de regresar a la patria y que enfrenta problemas y tensiones de todo tipo.
Tener fe en Dios, respetar el derecho y la justicia para vivir en paz
El profeta anima al pueblo llamándolo a la unidad, a la esperanza y la paz y anunciando algo nuevo de parte de Dios: “Su salvación y su justicia” que está cerca y al alcance de todos indistintamente, israelitas y no israelitas. Para tener acceso a una vida en paz y armonía y a la salvación solo hace falta tener fe en Dios, respetar el derecho y practicar la “justicia”, exigencias que valen para toda la humanidad y en todos los tiempos.

La casa de oración es para todos los pueblos

Los que aceptan esta invitación gozarán de la alegría de ser salvados y de ser acogidos como miembros del pueblo elegido, todos unidos en la oración en el único templo de Jerusalén: “Esta casa será llamada casa de oración para todos los pueblos”. En esta imagen ya se prefigura a todos los pueblos unidos en la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, alrededor del Señor.

Dios nos busca a todos para reconciliarnos por su amor

En la carta a los cristianos de Roma, San Pablo reafirma con fuerza ese buena noticia: Dios, a pesar de las desobediencias, ha traído por medio de Jesucristo la salvación indistintamente a todos “para tener misericordia de todos”. Estas palabras llenan el corazón de esperanza y alegría, porque todo lo que Dios hace en la vida de la humanidad es para desplegar su misericordia hacia todos en cuanto somos sus hijos y a todos nos quiere. Incluso cuando por el pecado nos alejamos de Él, Dios nos busca para que nos dejemos reconciliar por su amor. Saber que nuestro Dios, fiel a la alianza, está siempre dispuesto a ofrecernos la salvación nos anima y colma de valor para seguir en nuestro compromiso cristiano, “porque sus dones y su llamado son irrevocables” como nos dice San Pablo.

Jesús desempeña una actividad misionera intensa

El Evangelio de hoy nos muestra que Jesús es aquel que lleva a plenitud las palabras del profeta Isaías y de San Pablo. Jesús, deja la región de Galilea, donde hasta ese momento había desempeñado una actividad misionera muy intensa, y se retira a un territorio cercano a Tiro y Sidón, tierra de paganos, más allá de los confines de su tierra.

El relato de Jesús y la mujer cananea

Allí una mujer, desesperada porque su hija sufre mucho porque atormentada por un demonio, sin reparar en su condición de pagana va al encuentro de Jesús que es judío gritando en voz alta sin parar: “!Señor, Hijo de David, ten piedad de mí!” Ese grito es signo del gran amor hacia su hija que le hace vencer el miedo al desconocido y a la hostilidad existente entre los dos pueblos. La mujer llama a Jesús: “Señor”, expresión con la que los judíos creyentes se dirigen a Dios y signo de su fe en el poder de Jesús. Sin embargo, Él no contesta, provocando la reacción de los discípulos que le piden que atienda a la mujer para que calle de una vez.

Jesús les recuerda que Él ha sido enviado en primer lugar para traer la salvación al pueblo judío que, gracias a la alianza, gozaba de la prioridad en el plan de Dios. Este argumento contundente pero no acobarda a la mujer cananea que se prostra ante Él e insiste en su pedido: “Señor, socórreme!”.

Esta vez Jesús, responde con una expresión despectiva, propia de la mentalidad y lenguaje judío en el trato con los paganos: ”No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros”. Pero, ni esta dura respuesta desanima a la mujer cananea, que con sagacidad objeta: ”Y sin embargo, Señor, los cachorros comen de las migas que caen de la mesa de sus dueños”.

Ante semejante actitud e insistencia, Jesús exclama:” Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!”. Asombrosas palabras del Señor que ponen en evidencia que solo la fe de la mujer ha movido a Jesús a liberar a su hija del espíritu del mal.

La actitud reticente de Jesús, a lo largo de todo el diálogo, apunta a que, por un lado, salga a flote la grandeza de la fe de la mujer y, por el otro, el reconocimiento sin reserva alguna, de que la salvación es ofrecida también a los paganos, como afirma con sus última palabras: ”Qué se cumpla tu deseo”. Por la fe en Jesús, el pan de los hijos, el pan del Reino de Dios, los dones de la gracia y de la vida de Dios son accesibles a todos, rompiendo todas las barreras raciales, sociales y culturales.

Jesús pone a una pagana como modelo de fe orante y humilde

Nos sorprende que Jesús ponga a una pagana como modelo de fe orante y humilde: “Mujer, ¡qué grande es tu fe!”. El amor de la mujer hacia su hija y su fe en Jesús han sido tan “grandes” que la han movido a entablar con firmeza indefectible el diálogo con Jesús y a elevar esa oración tan confiada que ha hecho cambiar los planes iniciales del Señor, Jesus cambia sus planes al ver a la mujer cananea.

La fe orante es diálogo con Dios

Como para la mujer cananea, también en nuestra vida la fe y la oración confiada tienen que ir unidas, y no pueden faltar nunca como actitudes fundamentales del cristiano. La fe orante es diálogo con Dios, dialogo confiado de los hijos con el Padre, por el cual nosotros ponemos delante de él nuestras vidas, nuestras esperanzas y angustias, nuestros logros y fracasos en nuestro seguimiento a Jesús. Esta fe orante es deseo ardiente de salvación, de que Dios intervenga en nuestra vida para liberarnos de nuestros miedos, errores y pecados.

Las idelogias y fanatismos dejan muerte odio y rencor

Dejémonos guiar por la fe en Dios y no nos dejemos arrastrar por las ideologías y fanatismos que dividen, enfrentan y llevan al fanatismo homicida y ciego, como los atentados terroristas que dejan tras de sí tantos muertos y heridos inocentes, además de secuelas de odio y rencor.

Despues del atentado en Barcelona “Ni miedo, ni odio”

En el último atentado de Barcelona, junto a las flores, velas, banderitas y otros signos puestos en el lugar de la matanza, ha sido colocado un letrero muy significativo: “Ni miedo, ni odio”. Dos palabras profundamente evangélicas que brotan de la fe en el Dios de la vida, quien en su misericordia sin límites, nos asegura que Él siempre está dispuesto a acoger nuestro pedido: ”Señor socórrenos” por eso no puede haber ni miedo ni odio.

El diálogo con Dios nos mueve al amor y la solidaridad

Por eso en el encuentro entre Jesús y la mujer pagana nos enseña también que en el diálogo con Dios nuestra vida se abre a los designios que Él tiene para cada uno de nosotros. Al mismo tiempo nos mueve al amor y a la solidaridad hacia los hermanos, a buscar su bien, a solidarizarnos con los problemas de los pobres, los sufridos y agobiados.

El dialogo vedadero no produce vencedores ni vencidos

También es un ejemplo de que un diálogo verdadero, llevado con perseverancia, respeto al interlocutor y escucha de sus razones, y con disposición a cambiar de opinión es la única manera para llegar a acuerdos y soluciones pacíficas de los problemas. En un dialogo verdadero no debe haber vencedores ni vencidos.

Hay que orar por la paz en todas las naciones

Unidos oremos esta mañana con toda confianza no solo por nosotros, sino por nuestro país y el mundo entero, en especial, por la paz en las naciones sumidas en las guerras, por las víctimas del terrorismo, la intolerancia religiosa, el racismo y la violencia inhumana. Hagamos nuestras las palabras de la mujer cananea: “Socórrenos Señor”.
Amén