“Sobre todo una nueva cultura de paz y justicia, que sean motivos para quitar la ropa de duelo y de aflicción por tantas opresiones y humillaciones en su historia”
Mons. Robert Flock, Obispo de la Diócesis de San Ignacio de Velasco, en su Homilía dominical, reflexionó con los fieles acerca de la profecía de Baruc para los exiliados en Bablilonia en la que anuncia el retorno a la tierra prometida y terminar la profunda amargura en la que los sumió el exilio. Asimismo explicó el significado del nombre de Jerusalen: Ciudad de la Paz pero advirtió que jamás hubo Paz en esa ciudad.
El Obispo explicó que el Adviento es hambre y sed de justicia y dijo que lloramos por Bolivia porque instrumentalizan la Justicia para la persecución política, y rechazan la Piedad por ser contrario a sus ambiciones. También se fomenta resentimiento contra la evangelización, mediante discursos sobre descolonización y despatriarcalización. En consecuencia pidió a los fieles que Preparen el Camino del Señor.
Luego de recordar a los fieles que una buena carretera tiene sus peligros si no se conduce con precaución dijo que el “proceso de cambio” debería preparar el Camino del Señor con una nueva constitución y leyes, y sobre todo una nueva cultura de paz y justicia, por ello exhortó a los fieles a quitar los obstáculos del corazón y los bloqueos espirituales.
Homilía de Mons. Robert Flock
Obispo de la Diócesis de San Ignacio de Velasco
Segundo Domingo de Adviento 5 de diciembre de 2021
Preparen el Camino del Señor
Queridos hermanos en Cristo,
Un mensaje para los exiliados en Babilonia
Nuestra primera lectura hoy es el último capítulo del Profeta Baruc. Se presenta como una exhortación a los Israelitas en Babilonia, donde su exilio está por terminar y ellos podrán volver finalmente a la tierra prometida: “Quítate tu ropa de duelo y de aflicción, Jerusalén, … Porque recibirás de Dios para siempre este nombre: «Paz en la justicia» y «Gloria en la piedad.»”
Una profunda amargura
Aquel destierro duró 70 años y provocó una profunda amargura, expresada en el Salmo 137/138: Empieza como lamento: “Junto a los ríos de Babilonia, nos sentábamos a llorar, acordándonos de Sion.” Termina con deseos de venganza: “¡Ciudad de Babilonia, la devastadora, feliz el que te devuelva el mal que nos hiciste! ¡Feliz el que tome a tus hijos y los estrelle contra las rocas!” Es difícil creer que semejante afirmación forme parte de la Palabra de Dios, pero allí está.
Ciudad de la Paz
Jerusalén, la ciudad santa; su nombre significa “Ciudad de la Paz”. Tristemente jamás ha conocido la paz. Jesús, al llegar con sus discípulos, se sentó frente al templo, y al presentir su futuro, se puso a llorar (Ver Lc 19,41-44). Cuando sus discípulos admiraban su impresionante templo, dijo que no quedaría piedra sobre piedra.
Adviento es hambre y sed de justicia
Los lamentos del pueblo elegido por su ciudad santa, como también los sueños que sea: «Paz en la justicia» y «Gloria en la piedad.» son los sentimientos propios de este tiempo de Adviento que vivimos previa a la Navidad. Jesús lo resume con una de las Bienaventuranzas: «Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados» (Mt 5,6). Este deseo de justicia es lo que expresa poco antes de dar su último respiro en la cruz, al decir: «Tengo sed» (Jn 19,28). Al sufrir este cruel sacrilegio, Jesús, en vez de pedir a Dios Padre venganza, como aquellos desterrados en Babilonia, pide perdón. Este es el camino del Señor.
Lloramos por Bolivia
Quisiera decir para Bolivia y de manera especial para su ciudad capital en las alturas: “Quítate tu ropa de duelo y de aflicción, Ciudad de La Paz, porque recibirás de Dios para siempre este nombre: «Paz en la justicia» y «Gloria en la piedad.»” Temo que más bien, habrá motivos, para llorar, porque, como dijo Jesús a Jerusalén: «no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios» (Lc 19,44). Lloramos por Bolivia, porque en vez de reconocer la visita de Dios, se fomenta resentimiento contra la evangelización, mediante discursos sobre descolonización y despatriarcalización. Tememos que no quedará piedra sobre piedra, porque fomentan la violencia con discursos cargados de mentiras y odio. En vez de promover la justicia, se anima la venganza; en lugar de facilitar “Paz en la Justicia” y “Gloria en la Piedad”, instrumentalizan la Justicia para la persecución política, y rechazan la Piedad por ser contrario a sus ambiciones.
Preparen el Camino del Señor
Por algo, en aquel entonces, Dios envió a Juan Bautista como: “Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos.”
Juan Bautista no inventó esta idea. Estaba citando el Profeta Isaías (40,3). Está en nuestra primera lectura del Profeta Baruc: “Dios dispuso que sean aplanadas las altas montañas y las colinas seculares, y que se rellenen los valles hasta nivelar la tierra, para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios.”
El Camino del Señor
En la boca de estos Profetas, fue una exhortación para animar a los desterrados en Babilonia, avisándoles que estaba por llegar el momento de volver a la tierra prometida. Para facilitar su paso, como un nuevo Éxodo, se imagina la construcción de una carretera bien hecha, recta y fácil de transitar. Es el “Camino del Señor”, pero será transitado por su pueblo, que olvida lo sufrido durante décadas de humillación, y camina con esperanza, ilusionados por la nueva vida que Dios les está regalando.
Una buena carretera tiene sus peligros
Los trabajos en la carretera que une a San José de Chiquitos con San Ignacio de Velasco ilustran perfectamente la idea. En vez de tardar largas horas, especialmente en época de lluvias, vamos a poder correr con rapidez y cortar el tiempo, llegando bien a nuestro destino. Solo, que tengamos todavía cuidado, para llegar sin chocar a burros y vacas, chanchos y caballos, y niños y ancianos, convirtiendo nuestro apuro en luto para otros.
El “proceso de cambio” debería preparar el Camino del Señor
Preparen el Camino del Señor. Esto es lo que debería ser el famoso “proceso de cambio” en Bolivia: una transformación del país con una nueva constitución y leyes, y sobre todo una nueva cultura de paz y justicia, que sean motivos para quitar la ropa de duelo y de aflicción por tantas opresiones y humillaciones en su historia. Pero en el apuro, de hacer este nuevo camino, parece que no sabemos por donde debe pasar, ni como evitar que sea una carretera de nuevos atropellos. Por ejemplo, si atravesamos las áreas protegidas y las tierras originaras, destruimos no solamente un hermoso ecosistema que Dios hizo como jardín de Edén; también vamos arrollando a los hijos de Dios que habitan estas tierras.
Hay que quitar los obstáculos del corazón y los bloqueos espirituales
Preparen el Camino del Señor. Si invertimos más de un millón de dólares por kilómetro para tener una buena carretera, porque no podemos invertir lo necesario para preparar el Camino del Señor. Se trata de un esfuerzo personal y comunitario para abrirle al Señor el lugar que le corresponde en nuestras vidas. Hay que quitar los obstáculos del corazón y los bloqueos espirituales: obstáculos como el rencor, la violencia y las perversiones, bloqueos como fraudes, confrontaciones y persecuciones. Es, pues, un camino de perdón. Nos toca acoger a Jesús mismo como el Camino que el Señor prepara, la Verdad que el Señor proclama y la Vida que el Señor ofrece. «Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios».
Fuente: Iglesia Viva