“Nuestras lecturas hoy celebran el don del Espíritu Santo”.
“Pido al Señor los dones del Espíritu Santo para que me ayuden a enfrentar acusaciones difamatorias”.
“Si miramos la vida de Jesucristo, observamos que siempre actuaba y hablaba, movido por el Espíritu Santo”.
“La misión del Hijo culminó en la cruz con el perdón y por encima nos envía el Espíritu Santo”.
“Los apóstoles empezaron a proclamar el Santo Evangelio, soportando toda clase de sufrimientos, superando innumerables obstáculos”.
“La pederastia no es un don del Espíritu Santo, tampoco su fruto; es parte de lo que San Pablo llamó “las obras de la carne””.
“Nadie puede decir “Jesús el Señor”, si no está impulsado por el Espíritu Santo”.
“Ven Espíritu Santo, lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, cura nuestras heridas”.
Homilía de Mons. Robert Flock
Obispo de la Diócesis de San Ignacio de Velasco
Solemnidad de Pentecostés
28 de mayo de 2023
Gasolina, Diésel y el Espíritu Santo
Link para ver la Santa Misa presidida por Mons. Robert Flock
Queridos hermanos,
Estos días hay las largas colas en los surtidores para comprar diésel. Entiendo que, en comparación con la gasolina, el diésel da más fuerza con menos cantidad, y por esto lo utilizamos para tractores y camiones, pero la gasolina contamina menos y permite mayor aceleración, como queremos con nuestras motos y los carros.
“Dios derrama sin límites a su Santo Espíritu, el regalo más precioso posible, porque es el mismo Dios”.
Por supuesto, hoy la Iglesia no está preocupada por el suministro ni el precio del combustible, sino por la provisión del Espíritu Santo. Si bien, no hay largas colas en las Iglesias para recibir el Santo Espíritu de Dios, que no sirve para los vehículos, sino para quienes los conduzcan, y sobre todo para conducir nuestras vidas. Si a veces, parece que muchos andamos con un tanque vacío, no es por falta de provisión o por una logística complicada. Dios derrama sin límites a su Santo Espíritu, el regalo más precioso posible, porque es el mismo Dios. El Señor todopoderoso y todo bueno, quiere que nosotros contemos siempre con el fuego del Espíritu Santo que, sin quemarnos, arde con una intensa pasión amorosa en el alma que lo reciba.
“Nuestras lecturas hoy celebran el don del Espíritu Santo”.
Nuestras lecturas hoy celebran el don del Espíritu Santo con sus cualidades y habilidades, entre ellas, la inspiración de esa misma Palabra. Como escribió San Pablo: “Toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir y para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer siempre el bien.” (2Tm 3,16-17).
“Pido al Señor los dones del Espíritu Santo para que me ayuden a enfrentar acusaciones difamatorias”.
Las Escrituras hablan de los dones del Espíritu Santo, y de los frutos. Invocamos los siete dones en el Sacramento de la Confirmación: Sabiduría e Inteligencia, Consejo y Fortaleza, Ciencia, Piedad y el Santo Temor de Dios. Yo estoy pidiendo al Señor estos dones, para que me ayuden estos días, al enfrentar acusaciones difamatorias, y, de hecho, siempre para guiar bien a esta Diócesis como buen pastor con mi Obispo Auxiliar, mis hermanos sacerdotes, las hermanas consagradas y tanta gente buena que nos acompaña, nos colabora y nos sostiene.
“Si miramos la vida de Jesucristo, observamos que siempre actuaba y hablaba, movido por el Espíritu Santo”.
San Pablo provee una lista de los frutos del Espíritu Santo en su carta a los Gálatas: “amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia” (5,22-23). Si miramos la vida de Jesucristo, observamos que siempre actuaba y hablaba, movido por el Espíritu Santo, con un amor compasivo, una alegría serena, con paz en medio de la tormenta, con magnanimidad aun hacia sus enemigos, con afabilidad al aceptar invitaciones a compartir una comida o responder una pregunta, con bondad para las ovejas sin pastor, con confianza al pasar por oscuras quebradas, con mansedumbre aún cargando la cruz, con temperancia cuando corregía a sus discípulos.
“La misión del Hijo culminó en la cruz con el perdón y por encima nos envía el Espíritu Santo”.
El primero regalo de Cristo Resucitado fue el don del Espíritu Santo con su paz: Al aparecer a sus discípulos Jesús dijo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió “Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Observa como la paz, el perdón y el Espíritu de Dios van juntos, casi como la Santísima Trinidad, porque Dios Padre Todopoderoso siempre está en paz; la misión del Hijo culminó en la cruz con el perdón, y por encima nos envía el Espíritu Santo, el mismo Espíritu que siempre acompañaba a Jesús.
“Los apóstoles empezaron a proclamar el Santo Evangelio, soportando toda clase de sufrimientos, superando innumerables obstáculos”.
Nuestra primera lectura nos recuerda como fue el día de Pentecostés, el Espíritu llegó de manera dramática: ráfaga de viento, lenguas de fuego. Los Apóstoles que antes estaban escondidos y atemorizados para no ser también crucificados bajo el poder de Poncio Pilato, fueron totalmente transformados. Inmediatamente empezaron a proclamar el Santo Evangelio, soportando toda clase de sufrimientos, superando innumerables obstáculos, y al final abrazando el martirio. Hoy, a los dos mil años, aun con nuestras contradicciones y escándalos, la Iglesia de Dios es un gran milagro, y no hay otra institución en el mundo entero que se compara para decir la verdad, hacer el bien, inspirar el arte y hasta producir santos.
“La pederastia no es un don del Espíritu Santo, tampoco su fruto; es parte de lo que San Pablo llamó “las obras de la carne””.
Precisamente por eso, el beso de Judas nos golpea, porque como dijo Jesús: “uno de ustedes que comía conmigo, me traiciona”. Jesús pues, hizo que Judas saliera de la Última Cena antes de instituir la Eucaristía y con ello el Sacerdocio de los Apóstoles. En cambio, nosotros no siempre nos damos cuenta del traidor en nuestro medio. La pederastia no es un don del Espíritu Santo, tampoco su fruto; es parte de lo que San Pablo llamó “las obras de la carne: fornicación, impureza y libertinaje, idolatría y superstición, enemistades y peleas, rivalidades y violencias, ambiciones y discordias, sectarismos, disensiones y envidias, ebriedades y orgías, y todos los excesos de esta naturaleza” (Gálatas 5,19-21).
“Nadie puede decir “Jesús el Señor”, si no está impulsado por el Espíritu Santo”.
En cambio, como escribió San Pablo en nuestra segunda lectura: “Nadie puede [ni siquiera] decir [con sinceridad]: «Jesús es el Señor», si no está impulsado por el Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común.”
“Ven Espíritu Santo, lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, cura nuestras heridas”.
Así, queridos hermanos, cuando están en la cola para comprar combustible, frustrados porque no se mueven, cálmense y digan: “Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz. Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz. … Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, cura nuestras heridas. Suaviza nuestra dureza, elimina nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos. … Premia nuestra virtud, salva nuestras almas, danos la eterna alegría.”