En su homilía dominical, Mons. Sergio Gualberti fue crítico con la doble moral que aflora en todos los ámbitos de la sociedad, en ese contexto al hacer referencia a la cátedra de Moisés mencionó que los letrados no hacen lo que dicen, que los hipócritas usan máscara de perfectos ambicionando pleitesía y prestigio y finalmente denunció que se exige a la gente pobre que cumpla la ley mientras se dispensa de la misma a los ricos y poderosos.
Por otro lado reflexionó al pueblo de Dios a despertar pues existe un divorcio entre el decir y el hacer del creyente y esto se torna en una forma de hipocresía. En ese contexto indicó que por ejemplo el creyente que descuida su familia y habla mal del prójimo, entre otras cosas, es un anti-testimonio cristiano, por ello debemos atender al llamado a la conversión que también es para el pueblo de Dios y sus servidores
El prelado rememoró el trabajo que realizó en vida el Cardenal Terrazas con su lema “Servidor de Todos” y valoró esa entrega poniéndola como un ejemplo de vida y servicio. En ese contexto Mons. Gualberti enfatizo que El misionero entrega no solo la Buena Noticia sino también la propia vida.
Mons. Sergio advirtió al Pueblo de Dios a tener en cuenta que quien tiene sed de poder y prestigio se hace llamar maestro. En ese contexto, aseveró que nadie puede considerarse superior a los demás pues todos somos hermanos Por tanto una persona es más grande cuanto más grande es su corazón, y cuanto más se pone al servicio de Dios y de los demás ya que el que quiera enaltecerse será humillado.
Al concluir su homilía Mons. Gualberti indicó que lo que cambia una sociedad son los gestos frutos de un corazón que se abre y se dona por el bien de los demás y que se pone al servicio del bien común de todos, en especial de los pobres y descartados por todo ello Nuestro mundo necesita amor y no ídolos.
Homilía de Mons. Sergio Gualberti
Pronunciada este 5 de noviembre de 2017
Catedral de San Lorenzo Mártir
Santa Cruz de la Sierra – Bolivia
Los letrados no hacen lo que dicen
“En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y los fariseos, hagan y cumplan lo que les digan, pero no hagan lo que ellos hacen, pues no hacen lo que dicen”.” Es la grave denuncia de Jesús ante la gente y sus discípulos, en contra de los dirigentes del judaísmo oficial, que hablan conforme a la ley de Moisés, pero que no la cumplen.
Los hipócritas usan máscara de perfectos ambicionando pleitesía y prestigio
Jesús no aguanta a los hipócritas, las personas de doble moral que se ponen la máscara de perfectos y hombres de bien, que enseñan, interpretan e imponen preceptos siempre más duros a los demás y exigen que se apliquen hasta en los más mínimos detalles, pero ellos se eximen de practicar. “Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo”. Lo más grave es que todo lo hacen no por amor a Dios y a su palabra, sino por la ostentación y el prestigio: “Todo lo que hacen es para que los vea la gente”. Se muestran en público con títulos solemnes y posturas arrogantes, ambicionando pleitesía y protagonismo.
Se exige a la gente pobre que cumpla la ley y se dispensa a los ricos y poderosos
También el profeta Malaquías manifiesta la misma condena de parte de Dios a los sacerdotes israelitas por su conducta hipócrita y porque “no se deciden a dar gloria a Dios… no siguen mis caminos, han pervertido la Alianza y han hecho tropezar a muchos con su doctrina…”. Además discriminan a la gente pobre y sencilla exigiendo que cumplan la ley y dispensan a los ricos y poderosos: ”hacen acepción de personas al aplicar la ley”.
A pesar de la dura condena a esos dirigentes, Jesús no los desautoriza: “hagan y cumplan todo lo que les digan”.
El divorcio entre el decir y el hacer del creyente es una forma de hipocresía
Esta denuncia profética de Jesús sigue siendo actual, pues su alcance es universal y se dirige a todos nosotros creyentes, obispos, sacerdotes, personas consagradas, agentes de pastoral y laicos. La falta de coherencia y autenticidad en nuestro actuar, el divorcio entre la fe y la vida, entre el decir y el hacer, es una forma corriente de hipocresía. Ya hace más de 50 años el Concilio Vaticano II denunciaba que el anti-testimonio y la doble actitud de los cristianos son una causa de la increencia e indiferencia religiosa: “Los creyentes velamos con frecuencia, más que revelamos, el genuino rostro de Dios” (GS 19,3).
El creyente que descuida su familia y habla mal del prójimo es un anti-testimonio cristiano
Confirma esta afirmación el Papa Francisco con su estilo claro y directo: “Todos sabemos: en nuestras comunidades, en nuestras parroquias, en nuestros barrios, cuánto daño hacen a la Iglesia y son motivo de escándalo, aquellas personas que se profesan tan católicas y van a menudo a la iglesia, pero después, en su vida cotidiana descuidan a la familia, hablan mal de los demás, etc. Esto es lo que Jesús condena porque es un anti-testimonio cristiano”.
El llamado a la conversión es para el pueblo de Dios y sus servidores
Estos llamados de atención nos tienen que mover a hacer un examen de conciencia sincero y emprender con valentía el camino de la conversión. En particular, nosotros pastores, llamados por Dios a apacentar el pueblo de Dios, debemos vivir nuestra vocación y misión de acuerdo a lo que Jesús nos pide: “Que el más grande de entre ustedes se haga el servidor de los otros”.
Cardenal Terrazas “Servidor de Todos” un ejemplo de vida y servicio
“Servidor de todos” ha sido el lema que ha orientado y guiado todo el ministerio de pastor de nuestro querido Cardenal Julio, un ejemplo todavía muy vivo en nuestra mente y nuestro corazón. Una vida entregada al servicio de Jesucristo, del Evangelio y de la Iglesia, la voz de los sin voz, testigo valiente del amor de Dios a los más pobres y olvidados.
El misionero entrega no solo la Buena Noticia sino también la propia vida
Él ha seguido los pasos de Jesús al igual que San Pablo, como atestigua en su carta a los cristianos de Tesalónica. En su vida y su labor misionera es plenamente consecuente con el anuncio del Evangelio: ”Fuimos tan condescendientes con ustedes, como una madre que alimenta y cuida a sus hijos… Sentíamos por ustedes tanto afecto, que deseábamos entregarles, no solamente la Buena Noticia de Dios, sino también nuestra propia vida”. Un amor de madre que no se limita a predicar y entregar el Evangelio a esa comunidad, sino que también entregó su propia vida.
Quien tiene sed de poder y prestigio se hace llamar maestro
Jesús también denuncia la sed de poder y de prestigio como actitud contraria al ser cristiano: “Ustedes no se hagan llamar ni maestro, ni padre, ni doctores, porque uno solo es el Padre y uno solo es el maestro y señor, el Cristo… y todos ustedes son hermanos”.
Nadie puede considerarse superior a los demás todos somos hermanos
Estas palabras son un vuelco total de la mentalidad dominante en el mundo, que a veces se manifiesta también en la comunidad eclesial: nadie tiene que considerarse superior a los demás, porque todos somos hermanos con igual dignidad. Por tanto nuestras relaciones tienen que caracterizarse por el respeto mutuo, la justicia, la fraternidad y la solidaridad.
Jesús sigue ahondando más su enseñanza: “El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. Es la inversión de nuestra idea de honor y grandeza ligadas al poder, al prestigio y a las riquezas.
El que quiera enaltecerse será humillado
Los que buscan enaltecerse de esta manera, serán humillados, experimentarán la decepción del vacío de esos ídolos y de las limitaciones y fragilidades del ser humano. Al contrario, una persona es tanto más grande cuanto más grande es su corazón, y cuanto más se pone al servicio de Dios y de los demás, libremente y por amor al estilo de Jesús: “He venido para servir y no para ser servido”. Es la absoluta novedad de Jesús: Dios se hace el “servidor” y nos pide seguir sus pasos.
Nuestro mundo necesita amor y no ídolos
Nuestro mundo necesita amor y no ídolos, amor hecho de gestos cotidianos y silenciosos de entrega y servicio, como la mano tendida de un pobre hacia otro necesitado, como la entrega de una madre sola que lucha para sacar adelante a sus hijos y tantos otros ejemplos. Lo que cambia una sociedad son los gestos frutos de un corazón que se abre y se dona por el bien de los demás y que se pone al servicio del bien común de todos, en especial de los pobres y descartados. Por eso, “servicio” podría ser la fórmula secreta de una convivencia humana pacífica y de una sociedad fraterna y justa.
En el salmo encontramos el testimonio sereno de un creyente que, como Jesús, ha hecho de su vida un servicio humilde y entregado: “Mi corazón no se ha enorgullecido, Señor, ni mis ojos se han vuelto altaneros. No he pretendido grandes cosas ni he tenido aspiraciones desmedidas… como un niño tranquilo en el regazo de su madre, así está mi alma dentro de mí”.
Amén