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Mons. Gualberti: El cristiano que ama de verdad, no critica, juzga ni condena a los demás

En su Homilía dominical El Arzobispo de Santa Cruz, Mons. Gualberti dijo que el principio y valor fundamental del cristiano consiste en amar, incluso al enemigo. Esta es la enseñanza que Jesús dejó, no solo a respetar y amar al prójimo, sino perdonar al enemigo. Por ello dijo que jamás debemos responder con violencia al que es adversario nuestro, sino debemos buscar su bien.

 

En esa tónica, el Arzobispo de Santa Cruz exhortó a los fieles a descartar la venganza para hacer justicia, por el contrario debemos poner nuestra confianza en la justicia de Dios. Por tanto bendecir al que nos maldice es el único camino para desarmar la violencia, el odio y el mal.

El prelado propuso a los fieles emplear en su cotidianidad la “no violencia activa” que es la fuerza activa del amor y del perdón. Asimismo dijo que un amor que genera vida, justicia y fraternidad logra romper la violencia y nos hace solidarios con los demás. El Arzobispo advirtió que no se puede bendecir ni amar a los enemigos sin la oración ni tampoco se puede hacer el bien esperando reciprocidad. De proceder así, solo estaríamos siendo misericordiosos por apariencia.

Mons. Sergio dijo que ser cristianos es ser “hijos del Altísimo”, en ese contexto indicó que el cristiano que ama de verdad, no critica, juzga ni condena a los demás, por el contrario, Jesús nos pide que demos un perdón ilimitado y misericordioso para quienes nos ofenden.

Finalmente dijo que para gozar de la salvación de Dios hay que asumir el amor misericordioso de Dios como estilo de vida, un estilo en el que la nueva humanidad será recreada solo con la “no violencia activa”, que es la expresión plena del amor misericordioso de Dios. 

Homilía De Mons. Sergio Gualberti

Transmitida por Diakonía Escuela de Comunicación UCB

Cadena de la Esperanza Radio y Televisión

Febrero 24 de 2019

El principio y valor fundamental del cristiano consiste en amar, incluso al enemigo

En el evangelio de hoy Jesús propone la novedad sublime de los principios y valores fundamentales de la vida del discípulo cristiano: El amor a los enemigos, el amor desinteresado y gratuito, el perdón y la misericordia.

Jesús enseña no solo a respetar y amar al prójimo, sino perdonar al enemigo

Jesús inicia su enseñanza a los discípulos diciendo: Amen a sus enemigos”. Hasta ese momento, la convivencia humana en varios pueblos antiguos, entre otros Israel, era regulada por la llamada “regla de oro”, principio de las relaciones personales y sociales: “Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes”. Jesús no se conforma con esta regla y la extiende incomparablemente, pidiendo a sus discípulos no sólo que respeten a los demás y no hagan el mal, sino que amen y hagan el bien a los enemigos, a los que los odian”.

Jamás respondamos con violencia al que es adversario, sino busquemos su bien

Y para que esto quede claro, Jesús acompaña sus palabras con tres ejemplos de amor verdadero: “la bofetada”, “el manto”, y el “préstamo”, mostrando cómo se debe vivir, en lo concreto y lo cotidiano, el amor al enemigo. Frente a los insultos, al odio, a las acciones más agresivas e injustas y a la hostilidad el cristiano no debe actuar jamás con violencia, sino pacíficamente, amando y buscando el bien del adversario.

Descartemos la venganza para hacer justicia, pongamos nuestra confianza en la justicia de Dios

Al respecto tenemos en la primera lectura el testimonio ejemplar de David, futuro rey de Israel que, teniendo en sus manos la posibilidad de eliminar al rey Saúl, que lo perseguía para matarlo, le salva la vida: “Hoy el Señor te entregó en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor”. En su actuación David descarta la venganza y la violencia como instrumentos para hacerse justicia y pone su confianza en la justicia de Dios.

Bendecir al que nos maldice es el único camino para desarmar la violencia, odio y mal

Jesús profundiza su enseñanza pidiendo a sus discípulos que: “Bendigan a los que los maldicen”. Bendecir o “decir-bien” de quien nos maldice, de quien “dice-mal” de nosotros. Ante este pedido de Jesús, podemos quedarnos admirados, pero al mismo tiempo desconcertados y dudosos. La sociedad desde siempre, más o menos abiertamente, se rige por la lógica del más fuerte, por la despiadada competencia del comercio y por la ley del talión o de la reciprocidad: “Ojo por ojo, diente por diente“. Por eso, el pedido de Jesús puede parecer una ilusión irrealizable o una forma de cobardía y pasividad que permite la instalación de la injusticia y la violencia en la convivencia humana. Sin embargo, esta propuesta es exactamente lo contrario; es el único camino que puede desarmar a los infiernos de la violencia, del odio y del mal.

La “no violencia activa” es la fuerza activa del amor y del perdón.

En efecto, si se responde al mal con mal, se da al adversario el argumento de seguir con sus fechorías, en cambio, si se responde buscando su bien, se le quita la razón de seguir con sus malas acciones y se le ayuda a tomar conciencia de su error y a cambiar de actitud. Repito, buscar el bien del enemigo no es no una actitud cobarde, sino intrépida. Es poner en práctica la “no violencia activa”, la fuerza activa del amor y del perdón. Y esto exige valentía, esfuerzo y perseverancia.

El amor que genera vida, justicia y fraternidad rompe la violencia y nos hace solidarios

Solo un amor que genere vida y nuevas relaciones de justicia, solidaridad y fraternidad, puede romper la espiral de la violencia, del abuso y de la injusticia en la convivencia humana. En esta opción ya no es el egoísmo personal o de grupo el criterio de las relaciones con los demás, sino el amor que nos hace solidarios y partícipes de las necesidades de los demás.

No se podrá bendecir ni amar a los enemigos, sin la oración

Por cierto, la propuesta de Jesús es muy exigente y difícil para poner en práctica si contamos solamente con nuestras fuerzas humanas. Hace falta acoger la exhortación de Jesús a orar porque, sin la oración, no se podrá bendecir ni amar a los enemigos. Jesús mismo nos ha dado el testimonio de orar por sus enemigos mientras lo están crucificando: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Amar, hacer el bien y prestar esperando reciprocidad no tiene gracia, solo es apariencia

La entrega voluntaria y libre de Jesús en la cruz es un ejemplo luminoso de amor gratuito y desinteresado, actitud que pide a todos los discípulos: “Hagan el bien y prestar sin esperar nada en cambio… Si aman a los que los aman,… si hacen el bien a los que se lo hacen a ustedes… y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué gracia tiene?”. Quien actúa de este modo es generoso sólo en apariencia, en realidad todo lo realiza por su propio interés personal. El verdadero amor de discípulo brota de la gracia fiel y creativa de Dios, un don que abre a la plena comunión con el Señor y que está llamado a testimoniar con su vida.

Ser cristianos es ser “hijos del Altísimo”

El cristiano ama al prójimo, porque el prójimo es amado por Dios. “Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo”. Qué expresión muy hermosa: ser cristianos es ser “hijos del Altísimo”. Esta es la meta última de una vida de amor y al mismo tiempo la fuente, desde aquí y ahora, del amor de Dios sin condiciones ni reservas.

El cristiano que ama de verdad, no critica, juzga ni condena a los demás

Jesús nos pide ser: “misericordiosos como el Padre de ustedes es misericordioso”. El amor de misericordia es el amor de Dios, un amor sin límites que define su ser y su actuar en relación a nosotros sus criaturas. Jesús termina su enseñanza con tres breves exhortaciones que expresan el actuar misericordioso del Padre y que debe ser propio de cada cristiano: “No juzguen…y no serán juzgados, no condenen y no serán condenados”. El cristiano que ama de verdad, no crítica, no juzga ni condena a los demás. Quien juzga y condena no sólo manifiesta una condición de superioridad sobre los demás, sino que se endiosa poniéndose en el lugar de Dios, el único que, conociendo los corazones y las intenciones de las personas, puede juzgar, mientras los humanos sólo vemos las apariencias.

Jesús nos pide un perdón ilimitado y misericordioso para quienes nos ofenden.

Jesús formula la tercera exhortación en forma positiva: perdonen y serán perdonados”. Jesús nos pide un perdón ilimitado y misericordioso, como nos dice otra sentencia del Señor: “Si tu hermano peca siete veces al día contra ti, y siete veces se arrepiente… tú lo perdonarás”. Es lo mismo que pedimos con el Padre Nuestro, la sola oración que Jesús nos ha enseñado: ”Perdona nuestra ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

Para gozar de la salvación de Dios hay que asumir el amor misericordioso de Dios como estilo de vida

Por tanto, el único camino para gozar de la misericordia y de la salvación de Dios, es abstenernos de juzgar y condenar al prójimo y perdonarlo siempre a imagen del Padre, que es “bueno con los ingratos y malos. La vivencia del amor cristiano, es una acción y una tarea que desbordan el simple sentimiento, es asumir con alegría el amor misericordioso de Dios como conducta habitual y estilo de vida marcado por la entrega y el perdón gratuito. Un amor hecho de compasión, ternura, benignidad, acogida y solidaridad hacia los demás, en particular hacia los más necesitados, marginados y descartados de la sociedad.

La nueva humanidad será recreada solo con la “no violencia activa”, expresión del amor misericordioso de Dios

Con esta propuesta de Jesús queda claro que no son los conflictos, la violencia y la guerra que podrán solucionar los problemas en el mundo, menos aún podrán recrear una humanidad nueva, justa y en paz, sino la “no violencia activa”, la expresión del amor gratuito y misericordioso y sin distinciones del Padre hacia todos y cada uno de nosotros sus hijos. Confiemos en él y oremos para que, como dice el salmo de hoy, podamos ser en todo momento testigos alegres del “Señor misericordioso, compasivo y cariñoso con sus fieles”. Amén