Santa Cruz

“¿Cuántas personas inocentes están encarceladas por una justicia servil y corrupta?” Mons. Sergio Gualberti

Resumen de la Homilía de Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz, pronunciada en la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir, Catedral de Santa Cruz.

Queridos hermanos y hermanas, en esta semana he regresado de Roma donde he tenido la gracia de recibir del Santo Padre el “Palio Arzobispal”. Hoy me alegra poder transmitir sus más afectuosos saludos. En primer lugar me encargó de saludar a su amigo el Cardenal Julio pero también a toda la iglesia de Santa Cruz y su recomendación de seguir firmes en la fe; También me ha pedido en dos ocasiones que oremos por él. De mi parte le hemos asegurado nuestras oraciones pero también le hice saber que estamos con él.

Personalmente he vivido un momento espiritual intenso mi vida con el Papa y con los demás obispos de todos los continentes que fuimos a Roma para recibir el palio. Entre ellos estaba Monseñor Jesús Juárez Arzobispo de Sucre. He vuelto con renovada esperanza de entregar mi vida al servicio de esta querida iglesia de Santa Cruz para anunciar y testimoniar el Reino de Dios en nuestra ciudad y departamento en solidaridad con los hermanos con los más pobres y marginados.

Este palio que llevo en los hombros está hecho con lana de cordero y ha sido puesto sobre la tumba del Apóstol San Pedro desde la víspera de su fiesta hasta el día siguiente al momento de su imposición en la celebración eucarística. Esta hecho en homenaje a los discípulos de Cristo, es signo de comunión con el Papa.

Estamos en la víspera de la fiesta del Carmen a quien tenemos cariño, patrona de las fuerzas  armadas y patrona de la policía boliviana.

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Hay otro motivo de complacencia por la presencia de los catequistas que están participando en sus primeras jornadas arquidiocesanas para renovar su compromiso de hacer conocer de una manera nueva los fundamentos  de la fe y testimoniarlos con su vida, cumpliendo con el mandato de Jesús que escuchamos en el evangelio, ve y procede de la misma manera.

En este evangelio vemos como Jesús aprovecha la ocasión partiendo de una pregunta que le hace un maestro de la ley ¿Qué tengo que hacer para salvarme? Creo que esta es una pregunta fundamental en la vida de la persona, pero el maestro de la ley no lo hace con correcta intensión. Por ello Jesús le dice ¿qué está escrito en la ley deberías saberlo?. Él contesta: “Amarás a Dios y a tu prójimo” es el mandamiento central, dos amores que se juntan. Jesús ante la respuesta le dice: “has respondido justamente”, entonces el maestro de la ley vuelve a preguntar “quién es mi prójimo” sabiendo que en el entorno de las familias judías, al final de esa discusión terminaban diciendo mi prójimo es mi familia y el resto incluidos los extranjeros no. Jesús percibe esa intención y contesta con una parábola que es una pieza magistral de la literatura mundial.

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Mons. Gualberti presidió la celebración investido con el Palio que le impuso S.S. Papa Francisco

Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y los ladrones lo dejan medio muerto. Jesús no dice si era un hombre malo, rico o pobre, es decir toda persona todo hombre toda humanidad, en este caso una persona necesitada de ayuda cualquiera de nosotros puede ser ese hombre.

Entonces pensamos en cuántas personas estamos en la misma condición. Pensemos en cuántos niños y jóvenes gimen por la pobreza y el abandono, cuántas mujeres violadas y maltratadas, cuántas personas inocentes están encarceladas por una justicia servil y corrupta, cuántos hermanos atemorizados y aplastados por los salteadores de turno que embriagados de poder cometen toda clase de atropello abusos y prepotencias en contra de la dignidad del ser humano.

Ante esa persona tirada en el camino pasan 3 personas ninguna presta atención al herido porque están encerradas en sus conceptos, en sus prejuicios, este es un ejemplo que la ley puede matar cuando no se pone en primer lugar el respeto a la vida y la dignidad de la persona.

El buen samaritano, no se hace preguntas acerca de qué dice la ley, si es o no prójimo, si es de su raza, él actúa porque ese humano lo necesita. Lucas escribe en esa sucesión de versos con cuidado: vio al herido, se conmovió, curó al herido, lo llevó a la posada, lo cuido, pagó… Ese hombre se conmueve, la verdadera compasión es conmoverse, es hacer propio el sufrimiento del otro, tener un corazón para el dolor de los demás, hay que mirar al otro para darnos cuenta que todo hombre sufrido es nuestro hermano, es una parte de nosotros.

Cuando termina la parábola Jesús pone la pregunta clave: quién de los tres se portó como prójimo de ese hombre, Jesús no pregunta quién es el prójimo sino pregunta quién se comportó como el prójimo, se podrían hallar razones para no comprometerse con la respuesta ¿quién se ha hecho prójimo de él? Nos hacemos próximos de los demás, vemos como ese maestro de la ley no tiene otra respuesta que dar…

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No pasemos de largo, no nos hagamos de la vista gorda cuando encontramos una persona herida no solo físicamente sino moralmente. Lo que es contrario al amor no es el odio sino la indiferencia.

En este sentido, me han impactado las palabras del Papa Francisco el lunes pasado en la isla de Lampedusa acerca del drama humanitario de miles de emigrantes africanos, se calcula que  25 mil personas han muerto intentado cruzar el mar mediterráneo. El Papa Francisco no se ha preguntado si son cristianos o no, simplemente se ha referido a su condición de seres humanos que han muerto en busca de mejores condiciones de vida.

En este mundo de la globalización hemos caído en la globalización de la indiferencia, nos hemos acostumbrado al sufrimiento del otro, no nos importa, no nos concierne, después parafraseó la pregunta de Adán, ¿dónde está tu hermano? son las palabras que Dios hace en principio a la humanidad, cada uno de nosotros está llamado a responder a estas preguntas,

Yo creo que la respuesta sería hacer lo mismo que el samaritano, entablar un diálogo con el otro, con el diferente, sea quien sea, pero de manera especial con el necesitado y con la víctima inocente. Hacer lo mismo es actuar con misericordia, dejarnos tocar con la miseria humana, este es el único camino para heredar la vida eterna y alcanzar un día la plena comunión con Dios.

Homilía COMPLETA de Monseñor Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz de la Sierra

Oficina de Prensa del Arzobispado de Santa Cruz

Esta semana he regresado de Roma, donde he tenido la grande gracia de recibir por manos del Santo Padre Francisco el Palio. Hoy me alegra poder transmitir sus más afectuosos saludos a su amigo el Cardenal Julio y a toda la Iglesia de Santa Cruz y su recomendación de que sigamos firmes en el camino de la fe. También ha asegurado sus oraciones por todos nosotros, al mismo tiempo que nos ha pedido que oremos por él y su ministerio. Por mi parte le he asegurado que nuestra Iglesia está con él, acogiendo su palabra y acompañándolo en su inapreciable servicio.

Personalmente he vivido un momento espiritual muy intenso y una profunda experiencia de comunión eclesial y de catolicidad vivida con el Papa y con demás hermanos Obispos de todos los continentes que han ido a Roma para recibir el Palio, entre ellos también el querido hermano Mons. Jesús Juárez, Arzobispo de Sucre. He vuelto con renovada esperanza de entregar mi vida al servicio de esta querida Iglesia de Santa Cruz, para que juntos nos  comprometamos en anunciar y testimoniar el Reino de Dios en nuestra sociedad, en fidelidad al Evangelio y en solidaridad con todos los hermanos, en especial a los más pobres y marginados.

El Palio, que llevo en los hombros, está hecho con lana de cordero y ha sido puesto sobre la tumba de Pedro desde la víspera hasta el día siguiente, fiesta del apóstol, al momento de la imposición en la celebración eucarística. Estos aspectos simbolizan, por un lado la misión del pastor que carga sobre sus hombros a las ovejas a imagen de Jesús, el Buen pastor, y por el otro es un signo de comunión con el Papa, sucesor de Pedro y con todos los demás obispos.

Hoy tenemos otro motivo de complacencia en nuestra comunidad, por la presencia de los catequistas que están participando de sus Primeras Jornadas Arquidiocesanas, espacio privilegiado para renovar su compromiso de hacer conocer los fundamentos de la fe y testimoniarlos con su vida, cumpliendo con el mandato de Jesús:”Ve y procede tu de la misma manera“, como hemos escuchado hace un momento en la parábola del buen Samaritano.

Jesús aprovecha la ocasión para esta enseñanza en respuesta a una pregunta que le dirige un maestro de la ley: “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”Es una interrogante fundamental en la vida de toda persona, sin embargo ese maestro no lo hace con recta intención. Jesús le contesta con otra pregunta: “¿Qué está escrito en la ley?”. El letrado contesta con el mandamiento fundamental de la ley de Moisés: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo”. Y Jesús:“Haz respondido exactamente”, ya no hay más que discutir.

Pero el maestro de la ley, como para justificarse, vuelve a preguntar: “¿Y quién es mi prójimo?”. En la mentalidad del judaísmo del tiempo de Jesús, basada en una infinidad de preceptos, este tema era objeto de discusiones, aunque al final se llegaba siempre a la misma conclusión: el prójimo es todo miembro del pueblo y religión judía, todos los demás no lo son. Jesús contesta con esa parábola, una pieza magistral no sólo del Evangelio, sino de toda la literatura mundial: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron, dejándolo medio muerto”. Un hombre, nada más, sin ningún adjetivo, bueno o malo, rico o pobre, de los nuestros o extranjero. Un hombre, es decir todo hombre, toda persona humana, en este caso una persona agredida, desamparada y necesitada de ayuda.

Pensemos cuántas personas en nuestra ciudad y país, y en el mundo están tiradas en el camino, despojadas de una vida digna por un sistema económico inicuo que favorece a unos pocos, cuántos niños y jóvenes gimen por la pobreza y el abandono, cuantas mujeres maltratadas y violadas, cuantas víctimas de la violencia familiar y social, y cuantas personas inocentes están encarceladas o perseguidas por una administración de la justicia servil y corrupta. Cuántos hermanos atemorizados, humillados y aplastados por los salteadores de turno, que embriagados de poder, obcecados por su ideología y cautivos de sus intereses cometen toda clase de atropellos, abusos y prepotencias en contra de la dignidad y derechos de todo ser humano.

Ante ese herido pasan tres personajes, y su actuar pone de manifiesto la calidad de su amor. Un sacerdote y un ayudante del templo bajan por ese camino, ven al herido y siguen su camino. Encerrados en sus preceptos y prejuicios representan la mentalidad de todo judío:”¿Este hombre será de los nuestros, será nuestro prójimo?”. Esta reacción es un ejemplo de cómo la ley puede matar, cuando no pone en primer lugar el respeto y la dignidad de la persona.

Pero en ese camino pasa también un samaritano, un hombre despreciado por los judíos sus tradiciones religiosas. Este, al ver al herido, sintió compasión y se le acercó. No se hace preguntas acerca de qué dice la ley, si es o no es prójimo, de su raza y religión; el actúa porque un ser humano lo necesita. Lucas describe la acción magistralmente con una sucesión vertiginosa de verbos: vio al herido, se conmovió, se acercó, bajó del caballo, vació sus ampollas, vendó las heridas, lo subió a su cabalgadura, lo llevó a la posada, lo cuidó, pagó.

Se “conmovió”, la verdadera compasión es misericordia, es hacer propio su sufrimiento, tener un corazón para el dolor. Hay que mirar al otro en los ojos y acercarse, para darte cuenta que aquel hombre es tu hermano, una parte de ti.

Terminada la narración, Jesús pone la pregunta clave: “¿Quién de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?”. Él no pregunta “¿quién es el prójimo?”, esta formulación sólo establecería diferencias y discriminaciones entre las personas y se podría incluso hallar razones para no comprometernos en favor de los demás. Jesús interpela: ¿Quién se ha hecho prójimo de ese herido? La respuesta es obvia: “El que tuvo compasión de él“. Jesús ahora manda: “Ve y procede tú de la misma manera”. Tú también hazte samaritano, hazte prójimo y muestra misericordia.

Jesús hoy nos dice: Hagan ustedes lo mismo, hàganse prójimo de tantas víctimas de la sociedad. “Hacernos prójimo” significa en primer lugar no pasar de largo, no hacernos de la vista gorda, porque lo verdaderamente contrario al amor, no es el odio, sino la indiferencia. Me han impactado las palabras del papa Francisco el día lunes pasado en la isla de Lampedusa acerca del drama humanitario de los miles y miles de emigrantes africanos ahogados mientras cruzaban el mar Mediterráneo en búsqueda de oportunidades de vida:” En este mundo de la globalización hemos caído en la globalización de la indiferencia. ¡Nos hemos acostumbrado al sufrimiento del otro, no tiene que ver con nosotros, no nos importa, no nos concierne!… “Adán, ¿dónde estás?”,”¿Dónde está tu hermano?”, son las preguntas que Dios hace al principio de la humanidad y que dirige también a todos los hombres de nuestro tiempo, también a nosotros”.

Cada uno está llamado a responder a estas preguntas. La respuesta es “hacer lo mismo” que el Samaritano, a hacernos cercanos y entablar relación con “el otro”, “el diferente” sea quien sea, con el necesitado y la víctima inocente. “Hacer lo mismo” es sembrar esperanza, actuar con misericordia y dejarnos tocar por el dolor y la miseria humana. Este es el único camino para“heredar la vida eterna”, y alcanzar un día la plena comunión con Dios. AMÉN.

Oficina de prensa del Arzobispado de Santa Cruz.