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Arzobispo exhorta a ser signo de unidad, comunión, paz y hermandad, como hijos de Mamita de Urcupiña, Patrona de la Integración

En la Solemne Eucaristía de Fiesta de la Virgen de Urcupiña, que contó con la presencia de autoridades y pasantes, Mons. Oscar Aparicio, recordando la situación de dolor, por la pandemia, las crisis por el daño a la Casa Común, y la situación social de división en el país, expresó la necesidad de vernos como hijos de un único Padre, así luchar contra las tinieblas del mal, ayudados por María Madre y Patrona de la Integración.

El Arzobispo llamó a tener la actitud de la Mamita de Urcupiña que se preocupa por quien necesita ayuda y sufre. Con ello destacó que Bolivia necesita de acciones que busquen el bien común, siendo signo de unidad, de comunión, de paz, de fraternidad, reconociéndose como hermanos “Porque somos hijos e hijas de un único Padre. Y nuestra Madre es María, la Asunta al cielo”, mencionó Mons. Oscar.

Texto Completo de la homilía

Como muy pocas veces, queridos hermanos y hermanas, coincide que la festividad o la solemnidad de la Asunción de Santa María Virgen, se pueda celebrar en domingo, día del Señor, como acontece hoy. Y les invito a que podamos ver esto como un regalo también de parte de Dios para nosotros.

Vean que la palabra también, por otro lado, es muy sugerente en lo que nos está anunciando. En la primera lectura del Apocalipsis aparece este gran signo. Lo dice así en concreto: un gran signo apareció en el cielo y es una mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza. Se refiere a la Iglesia, pero se refiere de manera concreta a María, la mamita de Urcupiña, podríamos decirlo entre nosotros.

Por otro lado, aparece también otro signo en el cielo, un enorme dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema. Es la presencia del mal en este mundo y es lo que de alguna manera se ha querido también escenificar en la imagen que nos está acompañando aquí en el Santuario. Tenemos la imagen a la Virgen como que recubierta, de una gran nube negra. Esta gran nube negra puede referirse a este dragón. La presencia del mal entre nosotros que nos envuelve. De hecho, también se refiere justamente a esta gran crisis que hemos vivido de la pandemia, que estábamos viviendo. Nos ha traído mucho sufrimiento, mucho dolor y muerte.

De hecho, hemos lamentado, por ejemplo, tantas familias que han sufrido esta enfermedad. Cuánta lucha para que puedan salvar la vida, pero también cuántos han podido fallecer. De hecho, nuestro equipo sacerdotal, aquí en Quillacollo han perdido a Padre Rolando y a Padre Germán. Esta enfermedad, esta gran nube negra, diríamos así, atraído muchísimo dolor, mucha fuerza, mucho, mucha, mucho sufrimiento y muerte.

Casi que podríamos decir de estos mismos días, la humanidad amenazada por estos grandes incendios, ni que decir de las grandes inundaciones en el Asia y Europa. Grecia ha ardido. Pero podemos decir también de nuestro de nuestro territorio, en nuestro país, las graves quemas de la chiquitana es algo que lastima grandemente a la humanidad y a la naturaleza. La mano del ser humano producido también muchos de estos, de estos desastres que van contra nosotros mismos, son como los grandes nubarrones que nosotros somos testigos. El gran cambio climático es algo muy serio en nuestro planeta. Que nos afecta también a nosotros.

Por otro lado, somos testigos también de nuestras debilidades y fragilidades a nivel e incluso humano, social, político. Nuestras divisiones, envidias, confrontaciones que podemos vivir; es decir, la incapacidad de vernos como un pueblo unido, un pueblo en fraternidad, un pueblo que somos hijos e hijas de un único Padre. Reconocernos como hermanos entre nosotros es un gran desafío y es una gran debilidad, también de nosotros mismos, como nación, como pueblo. Frente a esta gran nube negra que nos envuelve, aparece en la misma lectura, este anuncio del signo de una mujer revestida con el sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.

Ya lo hemos dicho, pero en la misma imagen, en la misma imagen, aparece la Virgen, la mamita de Urcupiña, la Asunta, aparece hermosa, resplandeciente, aquélla que ilumina nuestra vida, aquélla que nos invita a caminar bajo su modelo. La misma imagen está hecha así. De hecho, resplandeciente y hermosa, podemos decir, es esta imagen de la Virgen que nos invita a nosotros a ver también, paralelamente a toda esta nube negra, ver aquello que nos trae de esperanza, aquello que nos trae de ilusión. Nos anuncia la vida en plenitud. Por qué dice: estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz. Y luego al final dice: y llega la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías. Es el Hijo de Dios, el Salvador que ha nacido y por tanto nos trae la vida, la salvación, la resurrección, la vida en plenitud.

Por eso hemos dicho en el salmo: De pie a tu derecha está la reina Señor. Reconocemos en nuestra mamita, no sólo su belleza y su grandiosidad, no sólo ser Madre del Salvador y Madre nuestra, sino también como el anuncio de la vida, de la armonía, de la fraternidad, a la que también estamos llamados.

Y en el Evangelio se nos anuncia la visita de la Virgen María a su prima Isabel. Las dos están embarazadas. Pero cuando escucha Isabel el saludo de la Virgen Madre. Dice: se llena de gozo su corazón, y el niño que está en su vientre salta de gozo.

Es el anuncio, por tanto, de la vida del Mesías y de aquello que es la promesa de Dios a la humanidad entera, a la Iglesia. Podemos decir, a nosotros mismos aquí también en Bolivia y centrada hoy en este lugar, en este santuario, a través de esta imagen. ¿Cómo es posible que la madre de mi Señor venga a mí? ¿Cómo es posible que Dios mide nuestras aflicciones, nuestra debilidad y fragilidad? Que nuestro espíritu salte, por tanto, de gozo. Ella acompaña nuestra vida. Ella acompaña nuestro peregrinar. Ella está con nosotros. Hablar de la Virgen María, que es de carne y hueso, que es nuestra mamá, que es una de nosotros, es de nuestra raza, es de nuestra nación, es de nuestra naturaleza, es hablar, por tanto, también de la posibilidad de que nosotros, a imagen de la Virgen María, podemos sentar en las defensas de la vida, el cuidado de la casa común, en la integración fundamental. Porque aquí viene, hermanos míos, esta otra hermosa y gran invitación de la Virgen Urcupiña, la mamita de Urcupiña. El año 1998, final del siglo pasado, inicio del tercer milenio, se ha nombrado a la Virgen de Urcupiña como la Patrona de la Integración. Significa, por tanto: si nosotros estábamos a los pies de la Patrona de Integración, no solo a nivel internacional, sino también a nivel nuestro en concreto. Y me alegra mucho que están aquí también las autoridades, porque se trata de que la Virgen María, por tanto, nos está invitando justamente aquello que nuestro trabajo, que nuestros esfuerzos, que todo aquello que podamos hacer, es en esta integración entre bolivianos.

Yo he escuchado a muchos de ustedes decir, que lo que importa fundamentalmente es que tengamos una unidad y una comunión para el bien de nuestros hermanos bolivianos, sobre todo los más necesitados, los más pobres. Esto tiene que ser una realidad.

Que la mamita de Urcupiña nos introduzca y nos ayude a justamente tener este espíritu y junto a todos nuestros hermanos que viven más allá de nuestras fronteras, podamos también ser signo de unidad, de comunión, de paz, de fraternidad, signos de reconocernos como hermanos, porque somos hijos e hijas de un único Padre. Y nuestra Madre es María, la Asunta al cielo.

Porque hermanos, ahí viene el último mensaje, creo que quisieras rescatar hoy. La Virgen María, Asunta al cielo. Aquella que está entre nosotros, que camina, es la que anuncia y nos muestra el camino hacia dónde vamos, a la gloria de Dios. Y lo que hay que conquistar en esta tierra, si ella es asunta, no por mérito propio, ella es elevada al cielo, no por mérito propio, sino por la gracia de Dios. Nosotros también podemos ser asuntos. Nuestro camino final es participar de la gloria de Dios.

Por eso, en la misma imagen está este hermoso y gran lema: “María de Urcupiña, condúcenos al corazón del Padre”. Que seamos capaces de tener una experiencia de reconocer a Dios como nuestro Padre, nuestro papá y a María, aquélla que nos conduce a este corazón de Dios Padre. El Señor los bendiga y la Virgencita de Urcupiña nos proteja. Amén.

 

Fuente: Iglesia Cochabamba