Análisis

Tú por mi izquierda y yo por tu derecha

A ti, joven campesino.

De nuevo te dedico esta columna. Y de nuevo recuerdo a los pacientes lectores que te escribo a ti, joven del área rural, inscrito para cursar estudios de Secundaria. También para vivir en esta casa, en estos ambientes del hogar-internado que quieren ser tu hogar durante diez largos meses.

Sé que merodea por tu corazón algún que otro miedo. Es lógico. Si eres alumno veterano, entonces ya conoces las exigencias y los beneficios de tu permanencia en este Centro. Las aulas del Área Humanística y los talleres del Área Técnica son tus aliados en el lance del entender y aprender. El gran comedor y las habitaciones te darán la oportunidad de retomar las energías necesarias para acometer el diario esfuerzo. La cancha de futsal y básquet pondrá en juego tus habilidades con la pelota: esa maestría que en algunos de vosotros quiere forjar sueños de grandezas deportivas. Las flores, los árboles, el canto de los pájaros, la lluvia benéfica y el radiante sol te acompañarán con su discreta y fecunda presencia.

La capilla, siempre abierta para ti, será una continua invitación para que entres sin temor y toques el misterio de la Fe, el misterio de un Papá-Dios que desea encontrarse contigo.

Si eres nuevo alumno, no dudes de que vives en un lugar que quiere lo mejor para ti. Tus cuidadores esperan que, después de aquellos primeros días de extrañezas y más de una sorpresa, todo te resulte familiar: desde los toques de campana que marcan el ritmo de actividades diarias, hasta la exigencia en la higiene personal o el necesario orden y limpieza en tu ropero.

A ver, padrecito… ¿qué es eso de la izquierda y la derecha del título? -seguro que lo quisieras preguntar.

Gracias por recordármelo. Con el largo preámbulo escrito, ya casi se me olvidaba. Voy a ello…

Mira. Todos los educadores tenemos la experiencia, con motivo de alguna pequeña o gran caminata, de transitar contigo como peatones a lo largo de un determinado trecho de carretera. Pongo, como ejemplo, un recorrido que bien conoces: desde lo que llamamos el “puente” de Totacoa, hasta la localidad de Yotala.

Al comienzo siempre me escuchas algo mil veces repetido: los peatones deben circular por la izquierda de los caminos. Lo aprendí siendo niño en aquellas largas y recordadas marchas que hice junto a profesores, educadores de tiempo libre y catequistas.

Y, ¿por qué por la izquierda? -sería tu obligado interrogante.

Pues también seguiré insistiendo en que se trata de la mejor estrategia para defendernos en caso de accidente: podemos así ver el vehículo que nos viene de frente. Si caminamos por la derecha de la calzada, la movilidad nos puede invadir por detrás.

Lo entiendo, padrecito. Por lo menos tendremos una posibilidad para esquivar el golpe. Pero aún no comprendo el título del artículo -sigo imaginando tus dudas.

Querido chaval, se trata de una táctica de protección. En ese caminar por la orilla comentada de la carretera, a su vez yo debo hacerlo por tu lado derecho. O sea, por el lado expuesto al tráfico. Como tu responsable, nunca debo dejarte a la intemperie de algún imprudente que se nos venga encima. Por eso, lo de tú por mi izquierda y yo por tu derecha.

Es lamentable ver cómo papás y mamás peatones, acompañados por sus hijitos, cometen la negligencia de situarles justamente al alcance de cualquier desaprensivo conductor.

¡Ah!, esto me recuerda otro descuido: la de llevar a los niños, cuando viajan en auto, en el asiento delantero… ¡Menudo riesgo en caso de accidente frontal! -recuerdo que un día me dijiste con acierto.

Todas estas consideraciones nos alertan sobre la necesidad que tenemos de cuidarnos y salvaguardarnos unos a otros. Quiero que sepas que hay personas que, quizá no tienen gran inteligencia, pero sí saben defender al débil, al necesitado o a quien esté en peligro. Son amparo para muchos y actúan como su escudo protector. Acogedoras, cálidas… ¡a su vera uno se siente seguro y tranquilo!

Pero tú ya sabes. Nos rodea la cultura de la indiferencia. Al caído en el camino nadie le hace caso. Y diríase que nos gusta más la zancadilla que la mano tendida en gesto de auxilio.

No me cansaré de repetir: los vengativos, intolerantes y charlatanes, esos que no saben ser abrigo y apoyo, incluso desde altos estrados, son gentes que no merecen la pena.

Así que no olvides la consigna: Tú por mi izquierda y yo por tu derecha. Y ambos nos protegeremos.