Nuestro Rincón Vocacional de INFODECOM quiere acompañar este importante acontecimiento para la Iglesia de Sucre y de Bolivia.
Este primer día del Congreso ha querido ubicarse, durante la mayor parte de la jornada, en los ambientes del Seminario Conciliar San Cristóbal de la capital.
Las delegaciones de las Jurisdicciones participantes iban llegando desde las primeras horas. Los congresistas no podían disimular sus rostros cansados y, cómo no, hambrientos y sedientos después de varias horas de viaje. En ocasiones, “incontables” horas de viaje.
La espera, nerviosa, (había que cumplir los papeleos necesarios para confirmar inscripciones y localizar las familias acogedoras de congresistas) se calmó con un relajado paseo por el centro urbano de Sucre -todo un museo-, quizá con un café en el establecimiento de turno o, simplemente, con una larga “sentada” en las sillas habilitadas en el patio del Seminario.
Iban llegando también los padrecitos y seglares responsables de las ponencias y talleres del Congreso.
En medio de este variopinto panorama yo pensé en Carlos…
La noche anterior, Carlos llamó a la puerta del Seminario. Este vetusto edificio, en cuyos pasillos aún se adivina el griterío de cientos de seminaristas que años atrás lo poblaron, hoy es testigo de la gran crisis vocacional, del gran desierto vocacional -me gusta decir- que sufre nuestro país y nuestro continente.
Carlos, joven menudito, sucio, con gorra que intencionadamente le tapa la mirada, como para no desvelar Dios sabe qué secreto, acude con frecuencia a nuestra puerta del garaje, en calle Dalence, para pedir -ya sin palabras- una moneda que sacie su hambre.
– Esto, Carlos, es para que comas algo, no para otra cosa…
Y Carlos desaparece raudo con una frágil seña de afirmación en su rostro.
Al cerrar la puerta siempre me quedo insatisfecho… ¿Cómo mejor ayudar a este muchacho? ¿Cómo conseguir una respetuosa integración a quien sólo quiere probar el sabor, casi siempre amargo, de la calle?
Mientras cientos de Carlos se debaten en la miseria, yo ando preocupado por vivir con ilusión este Congreso. Por vivirlo, diría, “cómodamente”: escuchando, admirando, compartiendo, comunicando… Seguro que me lo voy a tomar como descanso de los muchos afanes que trae consigo la responsabilidad ministerial. No dudo de que algo aprenderé.
Imagino que este Congreso nos dará luces, instrumentos, señales, motivaciones, para la gran Misión que la Iglesia continental tiene planteada desde Aparecida. Son grandes palabras para definir nuestra tarea de aquí al día sábado. Grandes palabras. ¿Huecas palabras?
Pero Carlos, su historia, es palabra pequeña, simple, dulce, menuda, tal como él se presenta.
Me parece que Carlos ha sido el mejor comienzo para este Congreso. Con este niño-joven todo puede llegar a ponerse en su sitio. Porque Carlos es la Misión… Sin duda. Si sigo marginando a Carlos no seré un buen misionero. Si me quedo en las grandes palabras nunca seré testigo de la alegría del Evangelio para los pequeños, los simples, los sin-importancia.
Sí, los simples…
(P. Pedro Rentería G.)