Análisis

¿PROFESIONALES O JORNALEROS?

En el problema de los médicos con el Gobierno, la referencia a la jornada laboral de ocho horas induce a cierta confusión. La responsabilidad específica y el tiempo cualitativo no siempre se valoran en estricta sujeción al reloj o al calendario. Hay profesiones que por su naturaleza se apartan de los cánones universales del trabajo. Una de ellas es la del médico. El empleado público, el operario de taller y también otros profesionales, pueden marcar tarjeta y retirarse. No pasa nada.

Pero un facultativo no puede hacer lo mismo, menos estar en huelga. La paralización de un centro o la ausencia de los médicos pueden acarrear contingencias muy graves, porque están en juego vidas humanas. La medicina está entre las carreras más exigentes en una serie de aspectos y también es la que goza de la más alta valoración social. Los “dioses de mandil blanco” los llama Alvin Toffler. Una cosa va con otra: menos se perdona o se tolera la deficiencia profesional de un galeno. Sucede como con el piloto de aviación, cero errores en su desempeño.

Éstas y otras cuestiones deberían ser objeto de serena reflexión por parte del Gobierno. Para una decisión racional y coherente había que situar el problema en el contexto global. Hasta es descortés que dando cuenta con lo obrado, se lance primero el Decreto 1126 y después se convoque para el reglamento. Es una forma de predisponer mal en contra de una ley. Detrás de ella se puede adivinar el gesto atrabiliario del que manda. “La ley no se discute; se cumple”. Pero el estudio participativo y el acuerdo consiguiente, no le haría mal a ninguna norma.

Tal vez no debería extrañar esa actitud. El régimen masista no es de los que dispensan finezas a los profesionales. “El mérito profesional no es hoy tan preponderante”, dijo un senador del MAS sin ruborizarse cuando la Asamblea Legislativa elegía a los futuros jueces. Se refería entonces a los abogados. Esa visión despectiva parece tocarles ahora a los médicos. No es desde luego un descubrimiento: el socialismo exalta la masa y desdeña la individualidad. A los socialistas les hace mal la presencia de un talento. Lo odian en secreto.

¿Cómo justifica el Gobierno la exigencia de las ocho horas? De forma ambigua y equivocada. Cree que dos horas más de permanencia del médico mejorará la atención en los centros de salud. Si fuera real esta expectativa, la solución de varios problemas estaría dada; el decreto sería suficiente. Por lo que valdría la pena su imposición a rajatabla, como se pretende hacerlo.

“No hay privilegios para nadie; que trabajen como cualquier trabajador, ocho horas clavadas”. ¡Injusto y desleal!

En todo lo que hace y lo que dice el Gobierno gasta una doble faz. Parece que estuviera muy interesado en la salud; se difunde profusamente una media verdad demagógica en ese sentido. Sin embargo, la realidad del país en ese campo es una verdadera lástima. Están a punto de colapsar o ya han colapsado la mayor parte de los centros de salud; la necesidad de más personal profesional es crítica; no hay insumos ni recursos instrumentales suficientes. El abandono total está a la vista. Según datos de hace un año, el presupuesto para el ramo en cuestión no llega ni al 3 por ciento, frente al de tres ministerios privilegiados: Presidencia, Gobierno y Defensa, que absorben juntos casi el 50 por ciento.

En fin, la aplicación del rasero en una misma bolsa no es el resultado de un estudio diagnóstico del servicio de salud en Bolivia.

Como se recordará, es uno de los “mandatos” que emanó de la denominada cumbre social. Eso explica el enfoque unilateral del problema. Se avizora el árbol, pero haciendo abstracción del bosque. Se improvisa una decisión, como si importara más el enredo que la búsqueda de soluciones.

El autor es pedagogo y escritor