Internacional

PALABRAS EN EL ENVIO DE LOS MISIONEROS PARA LA MISION ESPECIALIZADA, Y LOS JOVENES QUE SE PREPARAN PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

XLII CITA EUCARISTICA, DOMINGO 13 DE MAYO DE 2012

Hermanos y hermanas en Cristo:

Al llegar a la parte conclusiva de esta Cita Eucarística, en la que la Iglesia realiza el envío de los misioneros para la misión sectorial y al encontrarnos en este Estadio que lleva el nombre de un ejemplar futbolista panameño, como fue Rommel Fernández, deseo aprovechar la ocasión para hacer un llamado a todos los panameños y a quienes comparten con nosotros este país.

Como pastor de la Iglesia, he sentido una profunda tristeza por los dolorosos acontecimientos que estamos viviendo en Panamá; tristeza que no es más que el reflejo del sentir de la gente sencilla que está cansada de tantos sobresaltos, y confrontaciones.

Es urgente que digamos basta ya de tantas angustias innecesarias, mientras hay grandes problemas por resolver.

Por eso hoy, en este Estadio Rommel Fernández, quiero invitarlos no solo a tener sino a sentir  la misma camiseta – PANAMA-. Para así permitir que nuestro país siga avanzando en un proyecto de oportunidades para todos.

Hoy más que nunca es urgente y necesario que tomemos conciencia que cada uno juega en una posición distinta, que desde donde estemos podamos sudar esa camiseta, para transformar la realidad en la que vivimos, porque si no lo hacemos podríamos anular nuestras esperanzas.

Sudar la camiseta implica, estar atentos a lo que sucede en la cancha, para poder actuar según lo que nos exige el momento histórico que nos ha tocado vivir. Es ser capaces de morir a nuestro interés particular por el interés del bien común. Ser capaces de sacar fuerzas de donde no hay para ganar el partido de la Nación panameña.

Y esto no es solo responsabilidad de las autoridades ni de los políticos a quienes les hemos entregado nuestro destino por cinco años a través del voto. Ellos evidentemente tienen un enorme grado de responsabilidad, a la cual tienen que responder ante los altares de la Patria. Sin embargo, en este Siglo XXI, hay otra manera de hacer política que no se reduce al voto electoral.

Las nuevas realidades nos exigen ser un ciudadano activo, capaz de generar grandes transformaciones, a través de la participación organizada, para incidir en las decisiones que nos lleven al desarrollo inclusivo del país.

Ya es hora de dejar los lamentos en los pasillos, en las calles y en los cafés; de resolver los problemas del país en nuestro imaginario, que solo sirven de catarsis momentánea. No más ciudadanos inertes, esperando que lleguemos al despeñadero, en el que impere la DESCOMPOSICIÓN SOCIAL, y  el juega vivo.

La Iglesia en su misión evangelizadora, comprometida a encarnarse en la realidad de este pueblo panameño, envía hoy a sus misioneros a las cárceles, al mundo del trabajo -policías, médicos, enfermeras, educadores, etc.- a las etnias indígenas, negras, asiáticas, y demás- al mundo político, porque a todos nos urge una conversión real para que como bautizados podamos ser luz en el mundo.

O somos o no somos de Dios. No puede haber ambivalencia. Hoy más que nunca el mundo necesita testigos creíbles del amor de Dios. No más doble moral, no más una fe vivida en las cuatro paredes del templo.

Demostremos al mundo que estamos convencidos, por nuestra fe en Jesucristo que venció a la muerte, que jamás el mal puede vencer al bien. Esto exige de cristianos, de católicos ser signos de contradicción en el mundo. Y a esto los invito hoy, a ser signos de contradicción en el mundo, por la fuerza del Espíritu Santo, que sacó a los apóstoles del Cenáculo y los envió a anunciar la Buena Nueva, a todos los rincones del mundo.

Hermanos y hermanas: Panamá se merece mejores días. Y solo entre todos podemos construir ese Panamá que queremos todos. Ese Panamá bueno, en que se preserve la riqueza ecológica, en el que se respete el derecho a ser distinto pero no distante, donde cada uno pueda expresar su identidad étnica y cultural sin ninguna discriminación. Ese Panamá en el que vivimos nuestra fe como hermanos -los indios y los blancos, los mestizos y los negros. Es urgente que entendamos todos, gobernantes y gobernados, que el que piensa distinto no es mi enemigo, que las ideas se debaten con ideas, y que una nación se construye SUMANDO y no RESTANDO al otro.

Como cristianos, los invito a promover y enriquecer la cultura de la participación y el diálogo. ¡NO PERMITAMOS QUE EN PANAMA -UN PANAMÁ QUE NOS PERTENECE A TODOS– imperen la DESCALIFICACIÓN Y LA TIRANÍA DEL SILENCIO!

Somos todos hermanos: No podemos permitamos que nada ni nadie nos separe de esa realidad.

Somos una Iglesia que camina en la esperanza, bajo el manto protector de nuestra Madre celestial, la Virgen María. Animo a cumplir cada uno con la misión a la que el Señor nos envía.