Análisis

Padres e hijos

El respeto y consideración que deben tener los hijos con sus padres más que ser un principio moral y ético, es la prueba incuestionable de su propia naturaleza, de sus virtudes y defectos que constituyen las características inherentes de su personalidad.

Concluida la dependencia de los hijos, es decir, su crianza, educación básica y superior, especialmente asentadas las bases de su economía y perspectivas futuras, tanto material como espiritual, el amor pasa a constituirse en el primer test o evaluación de las características propias de cada ser, de las personas que concebimos, es decir, de la ética y moral de las que están hechos, la clase de personas que son y serán.

El ser humano está constituido por factores genéticos, educacionales, culturales que forjan su personalidad y carácter; pero lo que en definitiva determinará la clase de individuo que se convertirá depende de él, de sus dotes  personales, de los objetivos que busque alcanzar, de la capacidad de sacrificio y voluntad, ambiciones, egoísmos, factores que serán los que  definitivamente moldearán su personalidad más allá de la influencia o deseos maternales o paternales.

La naturaleza humana determina que existan más y mejores padres que hijos agradecidos y respetuosos salvo excepciones de padres descastados casi antinaturales y que aun así tienen la suerte de tener hijos extraordinarios que los respetan y los cuidan.

Como bien sostenían los griegos al analizar el amor, la naturaleza de los cuerpos contiene dos Eros de manera concordante con lo sano y lo enfermo. Unos están dispuestos a amar y mantener relaciones toda la vida, su amor nace más del alma que del cuerpo. Los otros, los que profesan el amor vulgar, aquel que sólo busca el placer inmediato, apenas cesa la belleza del cuerpo, el dinero, el poder político o la dependencia desaparece su afecto, traicionando muchas palabras y promesas. El amante vulgar desea más el cuerpo o las cosas materiales que el alma, en cambio el amante de carácter noble permanece constante durante toda la vida.

Como sostenían los filósofos griegos, los grandes amores, cariños, solidaridades y lealtades se ponen a prueba cuando la belleza o la juventud pasa y en el caso de los padres cuando la dependencia de los hijos con los padres se invierte y la vejez y decaimiento de los padres los hace más vulnerables y débiles, sólo entonces salen a relucir los verdaderos valores que tienen los hijos, el ser humano que es y en especial, de aquellos, que cuando eran niños, juraban amor eterno.

El autor es ciudadano boliviano