Internacional

Mujeres inmigrantes dicen que se enfrentan a sus propias dificultades en su trabajo en fábricas y campos

(RUSSELLVILLE / Alabama)  El Obispo auxiliar John R. Manz de Chicago se enteró de las dificultades que pasan los trabajadores inmigrantes en general durante una visita pastoral en octubre a Alabama; pero también supo de los problemas a resolver a los que se encaran las mujeres que vienen a los Estados Unidos en busca de trabajo.

El viaje que fue del 21 al 24 de octubre fue auspiciado por el Secretariado de Diversidad Cultural en la Iglesia, que depende de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, en colaboración con la diócesis de Birmingham.

Durante una recepción, el 22 de octubre en la iglesia del Buen Pastor en Russellville, una mujer compartió con el obispo Manz la forma en cómo las mujeres tienen que ser cautelosas con sus respectivos jefes en granjas y fábricas.

Y dijo que las mujeres tratan de andar en pares pues los jefes pueden decirle a una mujer que la necesita para algo y cuando se presenta ante él, puede ser atacada. Las mujeres no darán parte de la violación pues le temen a la deportación.

Otras mujeres también contaron las dificultades que pasan con patrones e incluso con miembros de su propia familia respectiva.

Giselle Jiménez, por ejemplo, vino a los Estados Unidos a vivir con un tío que le consiguió un trabajo como trabajadora doméstica en la casa de un hombre; sin embargo, se dio cuenta que se esperaba de ella más de lo que se relacionaba a cocinar y limpiar. El tío quería que estableciera relaciones sexuales con aquel hombre y éste la encerró en un remolque durante un año, hasta que Jiménez pudo escapar finalmente.

Para Judith García, quien la maltrató fue su tía. Después de que el papá de García tuvo un accidente y se vio imposibilitado para trabajar, ella y su hermana se vinieron de México para los Estados Unidos para ganar dinero para la familia.

Y vivían con una tía que era ciudadana de los Estados Unidos. Y las mantuvo en su casa durante un año, haciéndolas trabajar de sol a sol, limpiando y haciendo pan. Nunca les pagó un solo centavo ni las dejó salir de la casa.

Por fin, un día García pudo salir y se dirigió a una tienda cercana en donde algunas personas que habían conocido a su papá la reconocieron.

Y una de las mujeres le dijo que lo que la tía les hacía era ilegal. Y las dos regresaron a la casa de la tía para sacar también a su hermana, quien se resistió al principio, pero que después aceptó.

García encontró trabajo como pintora de molduras en casas y después de algunos años encontró esposo en Russellville. Han permanecido juntos durante 11 años y tienen tres hijos.

Su lucha, sin embargo, no ha terminado. En una reunión en la iglesia, dijo que hacía tres años un hombre de raza caucásica, borracho, se salió del camino y con su vehículo le pegó a su hija de 10 años, Brittany.

La niña sufrió daños cerebrales y no puede ni hablar ni caminar. Se comunican con ella haciéndole preguntas cuyas respuestas son simplemente “sí” o “no”, a lo que ella responde parpadeando.

La policía nunca levantó cargos en contra de aquel hombre y declaró el percance como accidente. García sintió que a ella y su familia los habían discriminado por ser latinos.

Y los gastos médicos de Brittany sólo los cubre parcialmente el “Medicaid”. La familia no cuenta con silla de ruedas que satisfaga las necesidades de ella y esperan poder adquirir una camioneta con rampa accesible para poder sacar más a la calle a Brittany.

Y dicen que no le guardan rencor a aquel hombre que atropelló a su hija, pero que sí desean que se hubiera hecho justicia.

Note to my editor: English text, at the end, says “for her” with no end period.