“Sacerdotes llamados a ser testigos de la esperanza, no cualquier esperanza, sino la esperanza cristiana…” dijo el Arzobispo Cruceño en la Misa Crismal este martes Santo.
El atrio de la Catedral Metropolitana volvió a ser escenario de la misa Crismal que ha presidido el Arzobispo de Santa Cruz, Monseñor Sergio Gualberti, para consagrar el Santo Crisma y bendecir el óleo de los catecúmenos. El mensaje de la Homilía de Monseñor Sergio estuvo dedicado a los más de 200 Sacerdotes que concelebraron la Eucaristía y que esta noche renovaron las promesas del día de su Ordenación. A ellos les pidió que sean testigos de la esperanza para que animen al pueblo que vive en medio de tantos signos de desencanto y desesperanza en nuestra sociedad.
Una multitud a los pies del atrio de la Catedral y en torno a la plaza 24 de septiembre participó de la celebración acompañando a sus sacerdotes en este significativo momento para la Iglesia, momento que fue coronado con el “abrazo Sacerdotal”, gesto de comunión eclesial que protagonizan los Sacerdotes, el Arzobispo y los Obispos Auxiliares.
Nuestra sociedad sufre desencanto desesperanza por tantos problemas
En referencia al Evangelio, el Prelado recordó que la misión de los Sacerdotes está dedicada en primer lugar a los pobres, los enfermos, los últimos, los “don nadie” pero de forma general “a toda nuestra sociedad que sufre de desencanto y desesperanza por tantos motivos: la pobreza, la falta de trabajo formal y estable, la inseguridad ciudadana, el narcotráfico, la corrupción, el deterioro del medio ambiente, la violencia intra y extra familiar, las tensiones disgregadoras de la sociedad y el desconcierto generalizado por la falta de una referencia y un sueño común”.
También en la Iglesia tenemos problemas y desafíos… pero es posible descubrir razones de esperanza
“También en la Iglesia no estamos exentos de problemas y desafíos: la secularización avasalladora, la indiferencia religiosa, la falta de sentido de pertenencia de tantos bautizados, los individualismos, el clericalismo y los escándalos que originan tanto dolor y decepción en el pueblo de Dios” señaló y agregó que “Ante este escenario la tentación puede ser de contrariedad, de desánimo y resignación también en nosotros sacerdotes, al punto de poner en discusión nuestra vocación sacerdotal y seguimiento a Jesús. Sin embargo, el “hoy de Cristo”nos dice que también en esta situación es posible descubrir razones de esperanza” señaló.
¡Somos llamados a ser mensajeros de la esperanza… reafirmemos nuestra fe!
“Y nosotros, como presbíteros servidores de la fe de los hermanos somos llamados a ser mensajeros de la esperanza del reino de Dios, por eso tenemos que reafirmar nuestra fe en la actuación de Dios en la historia del mundo y saber decir qué y por qué esperamos. Solo de esa manera podremos dar un testimonio alegre y convencido de la esperanza que está en nosotros…”
HOMILÍA DE MONSEÑOR SERGIO GUALBERTI, ARZOBISPO DE SANTA CRUZ
MISA CRIMAL, MARTES 16 DE ABRIL DE 2019
Gracia y paz de Jesucristo a ustedes amados hermanos Obispos y sacerdotes unidos como Presbiterio con el pastor, a los diáconos permanentes, a la vida consagrada, a los seminaristas y a todos ustedes queridos hermanos y hermanas que esta noche nos acompañan con su afecto y oraciones en esta celebración de renovación de las promesas sacerdotales y de consagración del crisma y bendición de los óleos de los enfermos y de los catecúmenos.
Una oración y un recuerdo particular a los sacerdotes ancianos y enfermos que desde su lecho de dolor están espiritualmente presentes, a los que pasan por situaciones difíciles y a los que han dejado el sacerdocio para que sientan la presencia consoladora y santificadora del Señor.
En el Evangelio de esta noche hemos escuchado que Jesús, en la sinagoga de Nazareth, recibido el texto del profeta Isaías, lo abre para hacer la lectura. Solo Jesús, el hombre del Espíritu, puede abrir la Palabra de Dios, transmitirla en su sentido pleno y verdadero: “Tu eres digno de abrir el libro y abrir los sellos” (Ap 5,9).
Las palabras del texto presentan al Mesías que habla de su misión: “El Espíritu del Señor está sobre mí y me envió anunciar la Buena Noticia a los pobres”. Terminada la lectura Jesús cierra el rollo, cierra el tiempo de promesa y de espera del A.T. y abre el tiempo de la realización. Así lo afirma el mismo Jesús: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír.». Jesús al atribuirse esas palabras a sí mismo, se proclama Mesías, el enviado por el Espíritu en quien la Palabra se hace carne, se hace historia y presencia del Reino de Dios.
Sorprendente afirmación: en “el hoy” de ayer y en “el hoy” de todos los tiempos, también los nuestros, Jesús es enviado para liberar y salvar a la humanidad de las garras del mal y de la muerte. Es muy llamativo que sumisión sea destinada concretamente y en primer lugar a los pobres, los enfermos, los últimos, los “don nadie”.
El “hoy” es la palabra que representa muy bien nuestro ministerio de presbíteros y el servicio de la Iglesia en la labor evangelizadora, misión que tiene como destinatarios privilegiados los afligidos, los marginados y los excluidos de nuestros días, y más en general toda nuestra sociedad que sufre de desencanto y desesperanza por tantos motivos: la pobreza, la falta de trabajo formal y estable, la inseguridad ciudadana, el narcotráfico, la corrupción, el deterioro del medio ambiente, la violencia intra y extra familiar, las tensiones disgregadoras de la sociedad y el desconcierto generalizado por la falta de una referencia y un sueño común.
También en la Iglesia no estamos exentos de problemas y desafíos: la secularización avasalladora, la indiferencia religiosa, la falta de sentido de pertenencia de tantos bautizados, los individualismos, el clericalismo y los escándalos que originan tanto dolor y decepción en el pueblo de Dios. Ante este escenario la tentación puede ser de contrariedad, de desánimo y resignación también en nosotros sacerdotes, al punto de poner en discusión nuestra vocación sacerdotal y seguimiento a Jesús. Sin embargo, el “hoy de Cristo” nos dice que también en esta situación es posible descubrir razones de esperanza.
Y nosotros, como presbíteros servidores de la fe de los hermanos somos llamados a ser mensajeros de la esperanza del reino de Dios, por eso tenemos que reafirmar nuestra fe en la actuación de Dios en la historia del mundo y saber decir qué y por qué esperamos. Solo de esa manera podremos dar un testimonio alegre y convencido de la esperanza que está en nosotros, como dice la primera carta de Pedro: “No tengan miedo ni se turben. Al contrario, glorifiquen en sus corazones a Cristo, el Señor, siempre dispuestos a dar respuesta a cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen” (3,15).
Sacerdotes llamados a ser testigos de la esperanza, no cualquier esperanza, sino la esperanza cristiana, la que ha sido sembrada en nuestro corazón por la gracia de Dios sobre los cimientos firmes y perennes del “hoy” del Evangelio.
Al respecto comparto unas palabras muy hermosas que un sacerdote italiano dirigía a hermanos sacerdotes. Se trata de don Primo Mazzolari, muerto ya desde varios años, párroco en una aldea de pobres campesinos y férreo opositor del fascismo y del comunismo. “No importa que tú tengas o no razones de esperanza para ti: puede ser que los soportes de tus pequeñas esperanzas de un tiempo se hayan providencial e irremediablemente desgastados. Hay un orden de esperanza para cada uno, y tú sacerdote tienes aquel de esperar para tu pueblo. Tanto más ellos son pobres de esperanza, cuanto más tú tienes que ser rico de ella; cuanto más ellos son desesperados, tanto más tú tienen que ser confiado”.
Hermosa nuestra vocación sacerdotal: esperar para nuestro pueblo, testimoniando la alegría del Evangelio, la Buena noticia del Dios de la vida y del amor que sigue guiando las suertes de nuestra vida personal y del mundo.
Vocación de “Presbíteros servidores de la esperanza” con:
El testimonio cotidiano humilde y gozoso.
La oración, junto a nuestra gente y enseñando a orar.
El sufrimiento, compartiendo el dolor y revelando su sentido.
La misericordia, perdonando y ayudando a superar la indiferencia, el resentimiento, el rencor y el odio.
Presbíteros servidores de los signos de esperanza como son los sacramentos, en particular la Eucaristía, espacio vital de experiencia y de encuentro personal y comunitario con Cristo Resucitado, nuestra esperanza.
Presbíteros servidores de los signos de esperanza: con gestos concretos, la cercanía a nuestra gente, en particular a los pobres y marginados, con la escucha de los que sufren y que están desanimados, con el compartir solidario con los más necesitados y con el compromiso concreto de hacer crecer o surgir la Cáritas en cada Parroquia.
Queridos hermanos sacerdotes y todos ustedes hermanos y hermanas que nos acompañan, que “El “hoy” de Jesús, el “hoy” de la esperanza, de la vida y del amor se haga siempre más realidad en nuestra vida de cada día y podamos irradiar a nuestro alrededor la luz y el gozo del misterio de la salvación. “Cantaremos eternamente tu amor, Señor”. Amén.
Oficina de prensa de la Arquidiócesis de Santa Cruz