Sucre

MONS. JESÚS PÉREZ: UN NÚMERO INMENSO

Este domingo, 29 del tiempo ordinario, nos da unas palabras de Jesús que proclaman la intención por la cual vino al mundo: “el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos” (Mc 10,45). Cristo siempre será el modelo de servicio para todos los cristianos.

Este domingo celebramos la Jornada más importante del año, jornada que señala el camino del servicio principal que Jesús realizó en su vida y el que quiere que realicemos cada uno de sus discípulos. Llevar la Buena Noticia del amor de Dios a todos los rincones del mundo. Resuena de manera apremiante el encargo que dejó antes de subir a los cielos: “vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enséñenles a cumplir lo que yo les he encomendado” (Mt 28,18-20).

Celebramos hoy la JORNADA MISIONERA MUNDIAL  (DOMUND). Para esta Jornada el Papa Benedicto XVI ha puesto como lema una frase que está en la carta apostólica Porta Fidei, nº 6: “llamados a hacer resplandecer la Palabra de verdad”. Es, ni más ni menos, que el mandato de Cristo señalado más arriba en la cita del evangelio de Mateo.

El Papa inicia su mensaje con estas palabras, “la celebración de la Jornada Misionera Mundial de este año adquiere su significado especial. La celebración del 50 aniversario del comienzo del Concilio Vaticano II, la apertura del Año de la Fe y el Sínodo de los obispos sobre la Nueva Evangelización,  contribuyen a reafirmar la voluntad de la Iglesia de comprometerse con más valor y celo en la misión ad gentes, para que el Evangelio llegue hasta los confines de la tierra”(Mensaje de Benedicto XVI, Jornada Misionera Mundial).

La llamada de Benedicto XVI, es una llamada al compromiso, como decía el 27 de enero a los miembros de la Congregación de la Fe, “hacer que Dios esté nuevamente presente en este mundo y abrir a los hombres al acceso a la fe”. Es también la convocatoria que hizo el Beato Juan Pablo II en su encíclica Redentorismissio: “No podemos permanecer tranquilos, pensando en los millones de hermanos y hermanas, redimidos también  por la Sangre de Cristo, que viven sin conocer el amor de Dios” (RM 86).

Jesús demostró a lo largo de toda su vida y, sobre todo, con su muerte en la cruz su gran servicio a la humanidad entera. Mientras Jesús camino a la ciudad de Jerusalén anunció por tercera vez –en el evangelio de Marcos–  que iba a morir en la cruz, los discípulos están buscando los primeros puestos en el Reino. Es en ese contexto donde se da la petición de dos de sus discípulos, Santiago y Juan, que quieren estar a la derecha  e izquierda en el Reino de Dios. La respuesta de Jesús fue una lección válida para ellos y para nosotros.

A todas las personas nos gusta ser servidos, más que servir. Ocupar puestos de honor, no ser los últimos, es una aspiración humana, muy humana. Los cristianos, que somos la comunidad de Jesús, estamos llamados a ser servidores de toda la Humanidad. La Iglesia, los bautizados, no puede ser la dueña y señora del mundo, sino que está llamada a servir con un amor servicial como Cristo nos enseñó.
El Papa Paulo VI, de feliz memoria, hace 37 años, en la exhortación evangeliinuntiandi, aún no superada, nos ha señalado la obligación de ser evangelizadores o misioneros: “no constituye para la Iglesia algo de orden facultativo: está de por medio el deber que le incumbe, por mandato del Señor, con vista a que los hombres crean y se salven. Sí, este mensaje es necesario. Es único. De ningún modo podría ser reemplazado”. En esa trayectoria de la Iglesia, Benedicto XVI nos dice: “Necesitamos por tanto retomar el mismo fervor apostólico de las primeras comunidades cristianas que, pequeñas e indefensas, fueron capaces de difundir el Evangelio en todo el mundo entonces conocido mediante su anuncio y testimonio”(Mensaje de Benedicto XVI, Jornada Misionera Mundial).

Benedicto XVI nos recuerda a todos los cristianos del siglo XXI, las ardientes palabras del Beato Juan Pablo II, misionero incansable, que sobreponiéndose a su enfermedad, recorría el mundo con el anuncio de Jesucristo Redentor y Salvador, “los hombres que esperan a Cristo son todavía un número inmenso”. A todos los admiradores y devotos de Juan Pablo II les digo que, no basta la admiración, es necesario que todos le imitemos, llevando nuestra experiencia de Jesús, a todas las personas que no lo han conocido o se han vuelto indiferentes a su mensaje de amor y salvación.

Todos los cristianos esperamos un día llegar al cielo, el definitivo Reino de Dios. Pero antes hay que esforzarse por pasar por la cruz. Es un privilegio gozar de la fe en Cristo y compartir la cruz de Cristo. Por ello, es necesario tener en cuenta las palabras de Jesucristo, “el que quiera ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9,36).

Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.
ARZOBISPO DE SUCRE
Sucre, 21 de octubre de 2012