El Papa Pio XI estableció la fiesta de Cristo Rey el año 1925, en épocas muy duras para la Iglesia. En México arreciaba una gran persecución del general Plutarco E. Calles y en España se preparaba una persecución no menor. Miles y miles de fieles católicos rubricaron su vida con el ferviente grito de “VIVA CRISTO REY” mientras derramaban su sangre.
La fiesta se celebraba el último domingo de octubre, después del Concilio Vaticano II fue colocada el último domingo del tiempo ordinario, para significar mucho mejor el sentido de consumación del plan salvífico de Dios que conlleva este título, “Cristo Rey”, poniéndolo por encima de malas interpretaciones político-religiosas. La historia entera marcha hacia esa consumación y esta firme convicción de fe ha de animarnos a permanecer como discípulos de Cristo.
Nuestra mirada se vuelca hacia Jesús como Rey del Universo, con un tono escatológico y la mirada puesta en el futuro y se nos invita a ver nuestra historia como un proceso del Reino que se sigue construyendo día a día y que madurará al final de los tiempos.
Hoy finalizamos la lectura del Evangelio de Mateo y a partir del próximo domingo iniciamos la lectura del evangelista Marcos; este evangelista será el gran maestro del ciclo B. Comenzamos el tiempo llamado de Adviento, tiempo que nos invita a volver al principio, pero teniendo en cuenta siempre el final.
Cristo es Rey. Él es rey, pero no al estilo humano. Se llama rey, en cierta forma, a todo el que sobresale en alguna actividad. Tenemos como reyes a no pocas personas: rey del futbol, rey del petróleo, rey de la cultura… A Cristo y Cristo mismo se dejó llamar rey, pero dijo claramente que su reino no es de este mundo o a la manera de los reyes de la tierra.
El Papa Pio XI en su carta encíclica del 11 de diciembre de 1925, “Quas primas”, señala que Cristo es rey por diferentes razones. En primer lugar, es rey por naturaleza divina, lo es por derecho, es Dios. Su muerte en la cruz le confiere un derecho de conquista sobre la humanidad redimida y salvada.
El evangelio de Mateo 25,31-46, nos ayuda a clarificar el origen y el sentido de la realeza de Cristo. Al final de la historia se manifestará como “Rey del Universo”, y al hacer “el examen final”, decidirá el destino de cada una de las personas, pues él murió para ofrecernos la salvación, la felicidad que no tendrá ocaso.
Cristo es Pastor. La primera lectura tomada del profeta Exequiel 34,11-12.15-17 nos muestra que el rey es pastor. Esta imagen del pastor es mucho más humilde y atrayente que la del rey. Esta figura del pastor manifiesta a un rey misericordioso. El pastor juzgará entre oveja y oveja, especialmente denunciará a los malos pastores.
Cristo es el pastor solícito en cuidar cariñosamente las necesidades de todos, de modo privilegiado a los más pobres pues él es el “Buen Pastor”. Él sigue buscando y llamando a todos, pues todos estamos llamados a ser parte de su reino, de su rebaño. Él habla de un solo pastor, de un solo rebaño, de un solo reino.
La comunidad de Cristo, su reino, es de misericordia, de servicio, de amor fraterno…
Cristo es Juez. Sí, además de ser rey y pastor, es juez. Al volver nos hará un juicio, un examen. La materia para este examen va a ser las obras de amor. “Al atardecer de la vida, se nos juzgará del amor” nos dice el doctor San Juan de la Cruz. Y, esto no nos debe extrañar, pues el nos ha dicho “no todo el que me diga Señor, Señor, entrará en el Reino… sino el que haga la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21). Claramente está en este evangelio de hoy: serán las obras de misericordia las que decidan el lugar que tendremos para siempre en su reino eterno.
Está claro, clarísimo, lo que motive el veredicto del Rey de reyes, Cristo Jesús, en su juicio divino: lo que hicimos de bueno y también lo que dejamos de hacer con él: “conmigo lo hicieron” (Mt 25,45). Es que Cristo siempre está con nosotros en la persona de cada hermano u hermana.
En este día, solemnidad de Cristo Rey, celebramos en Bolivia, el día del laico y el día del catequista. Esta celebración evoca la tarea de ambos, de todos los bautizados, pues todos estamos llamados a comprometernos más y más en construir el Reino de Dios. A cada uno de los laicos toca hacer presente el reino de Jesucristo con sus obras y con la palabra.
Jesús Pérez Rodríguez
ARZOBISPO DE SUCRE
Sucre, 20 de noviembre de 2011