El tema central que seguimos reflexionando es Cristo, “PAN DE VIDA”. El evangelista Juan, en el capítulo 6,51-59, explana mucho más que él es el verdadero pan del cielo que Dios da al mundo. Es un pasaje culminante del diálogo. Jesús anuncia con claridad que él es el “pan vivo bajado del cielo”. Se nos presenta como el verdadero y definitivo maná, superior al que Dios diariamente daba a su pueblo peregrino hacía la tierra prometida.
Al día siguiente de la multiplicación de los panes, en la sinagoga de Cafarnaúm, Jesús hizo una catequesis de la eucaristía, como venimos escuchando estos domingos. Hoy es como la segunda parte del discurso “Pan de la Vida”. En las primeras lecturas de estos domingos se preparaba a la escucha del evangelio. El primero fue Eliseo quien multiplicó los panes, luego Moisés que anunciaba el maná que Dios daba a su pueblo. Más tarde, el pan y vino que fortalecieron a Elíseo para proseguir el camino. Hoy se nos ofrece como primera lectura el libro de los Proverbios que nos habla de una comida que Dios prepara para su pueblo.
El banquete que nos prepara Dios es una buena metáfora para indicar lo Dios quiere darnos. Dios es sumamente generoso -a pesar de lo desagradecidos somos- pues siempre está dispuesto a saciar el hambre de la gente y quiere llenarnos de alegría, de fiesta. Por ello, invita a comer y a beber no sólo pretende satisfacer el apetito o la sed sino que es un signo de amistad, de unión íntima con la persona.
Por la fe cristiana sabemos que la eucaristía es un don de Dios, bajo la imagen de la comida, anunciado por Jesús, en el discurso de Cafarnaúm y hecho realidad la noche de la última Cena. Jesús dice claramente: “al que cree en él tiene vida eterna” y completa su revelación diciendo, “el que come su carne y bebe su sangre tiene vida eterna”. Se nos da como palabra viviente, pero ha querido identificarnos con este pan y ese vino que presentamos ante el altar y darse como alimento para el camino hacia la patria definitiva.
A los que recibimos con “fe” y después de haber confesado nuestros pecados, el Señor nos dice: “el que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Jesús usa el mismo verbo “permanecer”, en el original que empleara para hablar de la vid y de los sarmientos. Si queremos dar fruto debemos “permanecer” unidos a la cepa principal que es Cristo.
Todavía hay algo más asombroso que Jesús nos dice cuando afirma: “así como yo vivo por el Padre, del mismo modo el que me come, vivirá por mí”. El texto original dice: “Yo vivo del Padre, el que me come vivirá de mí”. La comunión hace que se vaya produciendo una unión íntima entre nosotros y él con la que él tiene con el Padre. Esto es algo insospechado, si no lo dijera el mismo Jesús, sería increíble. ¡Qué pena me da que tantos cristianos no se preparen para acercarse con fe y arrepentimiento de los pecados a recibir la Sagrada Comunión! No lo dudemos, Cristo es la Palabra, el Maestro, el Médico y el Pastor que ha querido ser alimento para el camino.
La vida del cristiano es un don de Dios. Es una invitación amorosa a vivir en la unión con Dios, en su gracia. No nos extraña que los que no reciben la comunión vayan perdiendo poco a poco la fe.
Jesús dice: “si no comen la carne del Hijo del Hombre no tendrán vida en ustedes”. La participación en la Eucaristía el Día del Señor, el domingo, no se debiera hacer principalmente porque esté mandado, sino por la importancia que tiene para nuestro crecimiento en la vida de fe y el amor que tenemos a Jesús, nuestro Salvador. No participar en la eucaristía es un gran desaire al amor de Jesús. A nadie le gustan los desaires.
La comunión que cada día nos ofrece el Señor Jesús no es en virtud de nuestros méritos, es un regalo de Dios. La eucaristía no es la gracia “premiante” al esfuerzo que ha hecho cada persona, para portarse bien, aun cuando hay que esforzarse para responder a ella. La eucaristía hay que verla y recibirla como un don gratuito de Jesús a través de la cual nos da la gracia santificante. Nos ayuda a ser santos, no se limita a declarar o marcar a los que son santos. Con motivo del Congreso eucarístico, a celebrarse el próximo mes en Tarija, todos estamos invitados a revisar nuestra fe en la eucaristía y cambiar de actitud ante ella.
Mons. Jesús Pérez Rodríguez, OFM.
ARZOBISPO EMÉRITO DE SUCRE