Sucre

Mons. Jesús Pérez: El Templo Viviente

Hace unos seis meses, en la Catedral, en un día domingo, se me acercó una visitante turista para felicitarme por el letrero que hay en la entrada de la capilla del Santísimo Sacramento: “AQUÍ ESTA CRISTO, EL VIVIENTE, ENTRA Y HÁBLALE”.Me decía “que hermoso que hable del Cristo que está vivo en el Sagrario y no en las cruces”. No hay que olvidar, le dije: para que Cristo esté vivo en el sagrario, esté resucitado, ha tenido que pasar por la Cruz, la Muerte. Esto es el misterio pascual que venimos celebrando en esta cincuentena pascual cuya cumbre está en Pentecostés.

El evangelio de hoy, Juan 14,23-29, pone en boca de Cristo estas palabras tan conmovedoras que nos invitan a revisar nuestra fe: “El que me ama será fiel a mi palabra y mi Padre lo amará: vendremos a él y haremos la morada de él” (Jn 14,23). Claramente nos muestra que el que cree firmemente en Jesús guarda los mandamientos y él lo hace un templo viviente, Dios toma la iniciativa de hacernos templos suyos, pero necesitamos dar una respuesta de amor.

Para muchos cristianos prima la idea que el templo de Dios es el edificio destinado al culto, no hay duda que lo es, pero no olvidando nunca que la Iglesia, la comunidad creyente es el templo vivo de Dios. Dios está en cada uno y Dios está en su Iglesia, en la Asamblea. La comunidad es mucho más que el templo material. Como podemos también afirmar que el hogar familiar es mucho más que el espacio físico donde habita una familia. Al hogar se le ha venido denominando desde tiempo “iglesia doméstica”.

No hay duda que estamos reflexionando desde la fe. Para los judíos, al igual que para otras religiones el templo es siempre un lugar sagrado, es la “morada de Dios entre los hombres”. El Dios todopoderoso que es invariable se hace presente de modo especial en ese recinto llamado sagrado. Jesús recaba un gran respeto para el templo y llama templo a su cuerpo. La iglesia católica tiene un hermoso ritual para la consagración de los templos.

El templo cristiano católico se le llama iglesia, sin duda, porque es un lugar sagrado donde escuchamos la Palabra de Dios, celebramos normalmente el Santo Sacrificio de la Cruz, la Eucaristía, el único sacrificio de la Iglesia de Cristo. Al ser considerado por todos como casa de Dios, anticipo de la casa del cielo, desde el templo se irradia un hálito vivificante de fe hacia todo el que se reúne en él. Pero sobre todo se llama iglesia, porque la iglesia es la asamblea de los fieles, convocados por el mismo Dios a través de su Palabra y siempre unidos al Espíritu Santo, Señor de vida, que se nos da en cada uno de los sacramentos. El templo cristiano, es nuestra casa para reunirnos en la fe junto al Señor, como miembros de la misma familia. Por ello, cada cristiano debe preocuparse para que el templo sea la casa más hermosa donde nos sintamos a gusto y su belleza inspire serenidad, alegría, paz, amor.

Así también debemos con frecuencia reflexionar sobre el templo vivo que somos cada uno de los bautizados. En la primera carta a los corintios, San Pablo nos dice: “¿No saben que sus cuerpos son templos del Espíritu Santo, que habita en ustedes y que recibieron de Dios?” (1Co 3,16)El templo de Dios se construye con el amor, con el amor a Dios y el amor a los hermanos, el amor mutuo. La fidelidad a la palabra de Cristo nos convierte en templos vivos. Los cristianos, templos vivos, se unen en el amor, y su misma unión forma el gran templo de Dios.

¿Construimos o destruimos nuestros templos? Veamos pues lo que Pablo nos sigue diciendo en la primera Carta a los Corintios 3,16-17: “¿no saben que ustedes son templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?”. Si alguien destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es Sagrado y ustedes son ese templo”. San Pablo les decía esto a los cristianos de Corinto porque algunos destruían la comunidad, la iglesia, con ciertos criterios e ideas que producía la desunión. La desunión o división destruye a la iglesia o templo de Dios y cada uno de los que la producen, tanto cada cristiano en particular como los miembros en conjunto, estamos creados por el amor de Dios para ser templos vivos.

Estamos cerca, quedan dos semanas para celebrar la fiesta del Espíritu Pentecostés. Es el Espíritu Santo, espíritu de amor quien puede hacer que cada uno y la Iglesia sea templo viviente del Señor Jesús. Por ello, preparémonos para recibir el Santo Espíritu. Nos haría mucho bien leer los numerales 1091–1112 del Catecismo de la Iglesia que nos enseñan que el gran protagonista que nos prepara al encuentro con Cristo es el Espíritu Santo. Mucho bien nos haría revisar profundamente si creemos que somos templos del Espíritu Santo. El año de la Fe nos invita a “redescubrir la fe…”.

Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.
ARZOBISPO DE SUCRE

Sucre, 5  de Mayo  2013

Fuente: Arzobispado de Sucre