Tal como narra Lucas en su Evangelio (24,50-52) y en los Hechos de los Apóstoles (1,1-14), Jesús resucitado permaneció durante 40 días en la tierra, apareciéndose en varias ocasiones a los apóstoles y a los discípulos, confirmándoles en su resurrección y aclarando el significado profundo de su pasión y muerte en la cruz. Además les mandó permanecer en Jerusalén esperando la próxima venida de la Divina Rúaj (Espíritu) que les transmitiría Sabiduría y Energía para predicar el Evangelio de Jesús en Judea y en toda la tierra.
El último día de su estadía en este mundo Jesús los llevó fuera de Jerusalén al monte de los Olivos, hasta cerca de Betania, donde estaba la casa de Lázaro, a quien Jesús había resucitado. Allí comieron el Maestro y sus discípulos. Luego subieron a la cima del montículo y Jesús, alzando sus manos, los bendijo y mientras los bendecía, se separó de ellos y ascendió al cielo.
En ese momento aparecieron dos hombres vestidos de blanco, quienes indicaron a los apóstoles que volvieran a Jerusalén, porque Jesús regresaría de la misma manera que fue llevado. Ellos volvieron a la Ciudad Santa y con gran alegría acudían al Templo alabando a Dios.
Recordemos que Jesús ya antes les había anunciado su ascensión. En una ocasión, estando predicando en la sinagoga de Cafarnaúm, al hablarles de la Eucaristía como su propia carne y sangre, viendo el escepticismo de sus oyentes, el Maestro les preguntó: “¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del Hombre subir adonde antes estaba?” (Juan 6,61-62).
Jesús, resucitado al tercer día después de su muerte, se apareció en varias ocasiones a sus discípulos, Aunque los evangelios no lo recogen cabe pensar que la primera aparición de Jesús fue a la Virgen María, completamente desolada al ver morir a Jesús. También se apareció a María Magdalena. Ella, llena de amor, quería sujetarle los pies, pero el Maestro le dijo «Suéltame, porque aún no he subido a mi Padre. Vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20,17).
Pedro, el apóstol elegido por Jesús para ser el líder de los apóstoles, en su primera alocución en el día de Pentecostés, describe así la resurrección y ascensión del Señor: “Dios le resucitó, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado por la diestra de Dios, Jesús ha recibido del Padre la Rúaj Santa (Espíritu) prometida” (Hechos 2,33). En su primera carta Pedro también afirma que Jesús resucitado, “habiendo subido al cielo, está a la diestra de Dios” (1 Pedro 3,22).
También Pablo, temible perseguidor de cristianos y luego convertido al cristianismo, aunque no fue testigo presencial de la ascensión de Jesús, creyó que Él, después de morir en la cruz, bajó al lugar donde moraban los espíritus justos, encarcelados por el demonio. Jesús, los liberó y luego ascendió con ellos a lo alto de los cielos para llenarlo todo con su gloria (Efesios 4,8-10; 1 Timoteo 3,16).
Igualmente la Carta a los Hebreos relata cómo Jesús, Sumo Sacerdote, habiendo ofrecido un solo sacrificio en la cruz, se sentó a la diestra de Dios Padre en el cielo para siempre, llevando con Él a los santificados y esperando que sus enemigos serán puestos por escabel debajo de sus pies (Hebreos 10,12).
Si bien Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, ascendió al cielo para reinar con Dios Padre, no dejó huérfana a la Iglesia, sino que prometió enviar a la Rúaj Divina para que Ella como Madre amorosa inhabite en nosotros los creyentes, cuidándonos y defendiéndonos frente a las asechanzas de los ángeles malvados (Jn 14,16-18).
Los cristianos de los primeros tres siglos fueron perseguidos por varios emperadores romanos. Pero luego Constantino, hijo de Santa Elena, aun sin estar convertido al cristianismo, ya respetaba a los cristianos. En Israel veneraban la ascensión de Cristo en el Monte de los Olivos, aun sin saber dónde fue. Hacia el año 384 cerca de la cima descubrieron las huellas de dos pies en un terreno pedregoso, atribuidas al mismo Jesús cuando ascendió a las alturas. Aunque la Iglesia no hizo ninguna declaración al respecto, más tarde los musulmanes al invadir Jerusalén, recordando la ascensión, edificaron allí una ermita muy visitada con devoción por cristianos y también por musulmanes.
Hay también bellas representaciones artísticas de la ascensión a los cielos de Jesús, quien bendice con su mano derecha a los discípulos que le miran desde la tierra. Hoy en día, a diferencia de tiempos pasados, no es fácil entender la ascensión al cielo como una subida física, ya que el Reino de Dios no es un lugar en el firmamento, sino un estado de felicidad, gloria y alabanza. En todo caso los seguidores de Jesús debemos esforzamos en cumplir sus santos mandamientos y así formar parte de la Iglesia como la Familia de los Hijos de Dios, unida a la Sagrada Familia de Nazaret, imagen sacramental de la Divina Familia Trinitaria.