Análisis

Los hombres (y mujeres) que calculaban

Aprovechando el famoso título “El Hombre que calculaba” de Malba Tahan, seudónimo del profesor Julio César de Mello e Souza, y su protagonista, el ingenioso Beremiz Samir podríamos dejar correr la tinta sobre el uso de las matemáticas para los cálculos políticos.

Imagino que la intención última del autor no era enseñar a aprovecharse de los demás con los números, dadas las habilidades matemáticas que le otorga a su protagonista B. Samir. Tal vez a muchos de nosotros lo que nos enseñó es a pensar y ojalá que eso sirva para lograr el bien común; pues el fruto que se obtiene de la inteligencia puede servir para lo bueno como para su contrario… y todo matemáticamente correcto.

No me interesa hacer disquisiciones “técnicas” sobre los criterios con los cuales el Tribunal Supremo Electoral establece en el reglamento la delimitación de circunscripciones uninominales, seguramente dolores de cabeza no les faltarán a sus miembros, intentando combinar la distribución geográfica, de habitantes y de acceso por vía de comunicación para cada circunscripción. A lo mejor necesitarán a un hábil Beremiz que les ayude a hacerlo correctamente.

Ciertamente será muy difícil hacer cuadrar la realidad con las fórmulas adecuadas y más aún con los intereses políticos de opositores y oficialistas. Qué debe primar ¿la extensión geográfica o la cantidad de habitantes, cuando la realidad de nuestro país habla de una densidad poblacional bajísima y en algunos lugares se debe atender a un criterio más que otro? ¿Los estantes y habitantes “ideales”, además según datos del Censo 2012, realmente serán los electores? El reglamento ya plantea sus principios, los rangos mínimos y máximos, las posibles excepciones y con acierto habla de unas distribuciones “ideales”. Los datos de los que parte, naturalmente, son los del último Censo de Población y Vivienda 2012 (por cierto cuestionados, pero que salvo el escándalo mediático no se ha hecho nada más al respecto), por tanto habrá que ver cuál es su correlato real.

El mismo reglamento habla de imparcialidad para no favorecer a nadie. Grandioso ideal que en la historia de nuestra vida democrática y antes -paradigmáticas elecciones del MNR- no ha tenido correspondencia con la realidad. Supongo que los políticos y los “técnicos” consideran que los ciudadanos somos idiotas. Pero bueno, aún salvando este detalle y asumiendo que todo el interés es la distribución adecuada (no hablemos de justa o equitativa para no vendernos con nuestras propias palabras) ¿realmente a nadie la interesa hacer un cálculo político de cara a las futuras elecciones? ¿Qué candidato quiere entrar a la lucha por el voto con la convicción de perder? ¿nadie esconde intereses a la hora de favorecer representaciones en unos lugares en desmedro de otros? Los números no mienten pero quien los maneja puede hacerlo.

Sin embrago, a mi modo de ver, el problema no está ahí o por lo menos no es lo más importante. Lo que deberíamos reflexionar como ciudadanos frente a los cálculos que se hacen de un lado y de otro es ¿a quien benefician realmente? Hay hombres y mujeres que viven calculando las ventajas políticas y económicas que pueden sacar del voto ciudadano, si no fuese así ¿qué interés tendrían en presentarse como candidatos? Ahora bien ¿los intereses de los electores y de los candidatos son los mismos? No es tan común ver a electores peleándose por ir a depositar su voto mientras que es pintorescamente frecuente ver candidatos hostigándose para derrotar al otro y prometiendo el oro y el moro con tal de captar votos, se dejan sacar fotografías, abrazan a niños y ancianos, sonríen y hacen como si su interlocutor les importase para luego olvidarse del lugar, el momento, las palabras y, lo peor, las personas.

Algún día llegará en el que los cálculos que se hagan sirvan para atender las necesidades y demandas ciudadanas y no poner como premisa llegar al poder, cueste lo que cueste, cuando ni se sabe lo que se quiere ni interesa lo que se pide. El capítulo 28 de El Hombre que calculaba habla sobre la falsa inducción matemática, nos sería provechoso adecuarla a las falsas conclusiones de los cálculos políticos. ¡Para pensar!