En su homilía de este domingo Monseñor Sergio Gualberti advirtió sobre los peligros de “políticas imperialistas” que pretenden aprobar en Bolivia “leyes de muerte”. También habló de ser más hospitalarios y abiertos a los demás y pidió acompañar a nuestros jóvenes en la jornada Mundial de la Juventud.
El Arzobispo de Santa Cruz, Monseñor Sergio lamentó que “nuevamente en nuestro país se esté queriendo imponer unas iniciativas y leyes de muerte como la de despenalización y legalización del aborto, anteproyecto presentado en el parlamento. También se pretende desconocer que la vida humana inicia al momento de la concepción de una persona y no con el nacimiento de la criatura, modificación que se busca introducir en la nueva ley de la niñez y juventud”.
En este sentido el prelado aseguró que estas “iniciativas de muerte son impulsadas por fundaciones extranjeras que contando grandes medios económicos a su disposición, presionan e imponen estas políticas imperialistas con el fin no declarado de lograr el control de la natalidad y la limitación de la población de los países en vía de desarrollo como el nuestro”.
Monseñor Sergio dijo que “Es incomprensible que grupos locales y algunas autoridades den su apoyo a esas iniciativas que van en contra de los esfuerzos y estrategias que se están haciendo en nuestro país para que se reconozcan nuestro derecho a la autodeterminación en todo los ámbitos, y para que se respeten nuestras creencias y culturas, elementos importantes de nuestra dignidad nacional”.
Homilía de Monseñor Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz de la Sierra.
Domingo 21 de julio de 2013. Catedral de Santa Cruz.
La Palabra de Dios de este Domingo ofrece a nuestra reflexión unos temas coincidentes. En primer lugar la hospitalidad: en el texto del Génesis Abraham acoge en su tienda con mucha alegría, disponibilidad y generosidad a tres visitantes desconocidos. Él se pone a su servicio, les atiende, les prepara un banquete, y sobre todo les dedica tiempo, les acompaña, escucha y dialoga con ellos. Sólo al momento de la despedida, Abraham descubrirá que Dios lo había visitado en las personas de esos huéspedes.
En el Evangelio dos hermanas, Marta y María acogen a Jesús en su casa con la familiaridad con la que se acoge al amigo querido. Marta se pone a su servicio y prepara todo lo necesario con mucho afán, para que no falte nada y María lo acoge poniéndose a la escucha del maestro.
También hoy Dios sigue visitando nuestra casa y nuestra sociedad entrando en nuestra vida a través de los demás, conocidos y desconocidos. El Señor se nos presenta en los acontecimientos de cada día, en las personas que encontramos, en quienes nos piden un poco de nuestro tiempo, un favor o un gesto de solidaridad. Estos son los momentos propicios para acogerlo, momento que hay que aprovechar con actitud de apertura y de disponibilidad, porque son ocasiones únicas que no vuelven más y las podemos perder para siempre.
Muchas veces la visita del Señor pasa desapercibida porque andamos preocupados con nuestros programas y ocupaciones, tenemos que hacer nuestras cosas, como Marta, y no sabemos cambiar o interrumpir nuestros planes.
Otros obstáculos más graves que se oponen a la visita del Señor son los prejuicios y los miedos para con las personas diferentes o desconocidas, con las que llegan de otra región o país. Nos encerramos en nuestras seguridades y temores, frutos de la mentalidad corriente de nuestras sociedades individualistas que nos hacen desconfiar de todo y de todos, y perdemos la oportunidad de enriquecernos con las cualidades humanas y culturales que cada persona y pueblo lleva como don de Dios.
Esta virtud evangélica de la hospitalidad nos desafía a que nuestro lema: “La ley del cruceño es la hospitalidad“, no se quede en puras palabras, sino que se concrete en la acogida generosa, solidaria de tantos hermanos que cada día llegan a nuestra ciudad, cargados de esperanzas, en actitud de servicio tanto como personas así como instituciones.
El otro aspecto central de estas lecturas es la actitud de escucha que nos han mostrado Abraham, que se queda a lado de los huéspedes mientras comen, y María que se pone sentada a los pies del Señor. Tanto Abraham como María no pierden la ocasión de la visita de Dios en su casa y en su vida, porque han comprendido que la mejor acogida del huésped es escucharlo, estar y compartir con él.
En una sociedad machista como la del tiempo de Jesús, donde la mujer no tenía derecho de participar en las discusiones de los varones y menos aún de un maestro, el Señor ofrece una oportunidad única a María de escuchar sus enseñanzas e intervenir en el diálogo junto a los discípulos. La escucha del maestro es la actitud propia del discípulo, María así se hace discípula de Jesús.
Tanto Abraham como María con su ejemplo nos indican que para escuchar al Señor hay que darse un tiempo y un espacio, tener paz, y serenidad para escucharlo y cultivar su amistad. Esto es lo que Jesús reprocha a Marta, no porque se ha puesto a su servicio, sino porque se inquieta y agita como si eso fuera lo más importante, actitud que le impide reconocer lo verdaderamente precioso. Desde esta óptica la acción y el servicio adquieren su sentido verdadero cuando son fruto de la escucha del Señor, cuando acción y contemplación van juntas, como lo enuncia el lema de san Benito: “Ora y trabaja “.
Escuchar y acoger al Señor es también escuchar acoger a los demás, sea quien sea, de cualquier cultura o nación, por pobre e irrelevante que parezca a los ojos del mundo, porque en él está la huella de Dios y siempre tiene algo que decirnos y enseñarnos.
Toda esa atención que Abraham, María y Marta han prestado al Señor no ha sido en vano:
Dios anuncia a Abraham que su esposa Sara tendrá por fin el hijo tan deseado, esperanza que habían totalmente perdida por su edad muy avanzada. Era la noticia más grande que podían recibir, una noticia que llenó a esa pareja de ancianos de alegría y gratitud.
También es vida la que Jesús dispensa a Marta y María, porque les hace tomar conciencia de su dignidad de personas, rompiendo los preceptos ancestrales de una cultura que las relegaba y discriminaba de la vida comunitaria y social por el sólo hecho de ser mujeres.
La visita de Dios, para las personas y también para la sociedad, con tal de que haya disponibilidad a acogerlo y hospedarlo, siempre trae vida y dignidad. Con esta disposición entusiasta y ejemplar millones de jóvenes han respondido a la convocatoria del Papa Francisco a participar de la Jornada Mundial de la Juventud. El encuentro con el sucesor de Pedro y con tantos otros jóvenes católicos que llegan de tantos países de todos los continentes, es el encuentro con el Señor, un encuentro de vida, de gozo y de esperanza. De Bolivia alrededor de 3000 jóvenes están participando, les acompañamos y les apoyamos con nuestra simpatía y sobre todo con nuestras oraciones, y les agradecemos por el testimonio que nos ofrecen como jóvenes y señoritas que han acogido en sus vidas al Señor y han apostado por él.
A lado de este ejemplo luminoso y esperanzador, hay también signos de rechazo al don de la vida con el que Dios nos favorece. Es muy triste que nuevamente en nuestro país se esté queriendo imponer unas iniciativas y leyes de muerte como la de despenalización y legalización del aborto, anteproyecto presentado en el parlamento. También se pretende desconocer que la vida humana inicia al momento de la concepción de una persona y no con el nacimiento de la criatura, modificación que se busca introducir en la nueva ley de la niñez y juventud.
Estas iniciativas de muerte son impulsadas por fundaciones extranjeras que contando grandes medios económicos a su disposición, presionan e imponen estas políticas imperialistas con el fin no declarado de lograr el control de la natalidad y la limitación de la población de los países en vía de desarrollo como el nuestro.
Es incomprensible que grupos locales y algunas autoridades den su apoyo a esas iniciativas que van en contra de los esfuerzos y estrategias que se están haciendo en nuestro país para que se reconozcan nuestro derecho a la autodeterminación en todo los ámbitos, y para que se respeten nuestras creencias y culturas, elementos portantes de nuestra dignidad nacional.
La Palabra de Dios de este domingo, una vez más, nos desafía a todos los creyentes a ser anticonformistas, a acoger el Dios de la vida que nos visita en nuestra existencia personal y social, a luchar incondicionalmente en favor de la vida, a rechazar con decisión toda iniciativa de muerte y dar testimonio de una actitud de apertura y acogida a los demás. Estamos ante el arduo reto de elegir “la parte mejor“, de dedicar tiempo para estar en presencia del Señor y escuchar la voz del maestro.
Elegir a la parte mejor es elegir a Jesús que a su vez nos invita a tener una actitud de apertura y acogida para encontrar a Dios en el hermano, el otro, el diferente, ya que a través de ellos él nos visita como ocasión propicia y favorable para nuestra vida personal, comunitaria y social. Si atendemos esta invitación tendremos más oportunidades para transformar nuestro mundo en una casa común, sin fronteras ni barreras, donde todos podamos vivir como hermanos, abiertos a las promesas de Dios el Padre de todos. Amén.