Se considera que los periodistas son aquellos que recolectan información de manera periódica para difundirla en mensajes noticiosos por algún medio, sea éste radial, escrito, televisivo o multimedia. Para ello, disponen del uso de fuentes, seleccionando las mismas con el fin de obtener datos veraces o, simplemente, como diría el periodista Rafael Archondo, para conseguir novedades. Sin embargo, en el desempeño periodístico podemos observar que son también las fuentes las que eligen a sus entrevistadores, a quiénes dar su información, a quiénes limitar la misma y a quiénes relegar. No es extraño ver que alguna autoridad o persona en condición de poder defina ciertos medios como los únicos portadores de “su verdad” mientras que a otros los deje postergados, obligando a los periodistas de este otro grupo a obtener sus informaciones recurriendo a copias, a renombres de medios como fuentes o bien a convertirse en “cocineros de noticias”.
Dando algunos ejemplos sobre lo afirmado, podemos mencionar a las tradicionales “conferencias de prensa” en las que los relacionistas de comunicación de las autoridades que van a emitir algún mensaje priorizan ciertos medios, en su mayoría redes televisivas, para que sean invitados a dar cobertura primicial de la información oficial, mientras que los otros medios considerados “pequeños”, como radios populares, canales de televisión provinciales, agencias de noticias comunitarias y otros, se enteran de paso de tal conferencia. El criterio de estas autoridades es obvio, visualizarse a través de los medios con mayor audiencia, pero ¿qué pasa con los periodistas de los medios que no están en el rango de expectativa, que también tienen que llevar la noticia, que cuentan como todos con un jefe de prensa que les exigirá la nota y que tienen, además, un compromiso con su público para difundir determinados temas?
Otro ejemplo, se da cuando un periodista busca por cuenta propia determinadas fuentes a objeto de conocer su versión sobre algún tema en específico. A veces, se ha visto que dicha fuente preguntará primero de qué medio se trata para acceder o no a la entrevista, nuevamente realizando una selección de espacios de difusión; a sabiendas de que ésta tiene la obligación de responder ante cualquier pregunta por ser considerada persona pública ¿no se trata también de un acto de discriminación? ¿No tienen, todos los medios, acceso libre a cualquier información de carácter público?
La población, muchas veces, ha podido evidenciar cómo alguna fuente pública, autoridad o gobernante, responde “en vivo y en directo” a reporteros de más de dos medios, los que pelean porque sus preguntas sean respondidas primero, colocando un auricular de retorno, acercando más y más el micrófono o elevando la voz hasta que no se entienda ni la pregunta. En este caso, la fuente también priorizará a qué medio “preferencial” otorgarle más atención. Y así, nuevamente los medios mal llamados pequeños tendrán que esperar a que los “grandes” culminen su trabajo para que ellos puedan hacer algún contacto directo en sus programas, claro; si tienen la suerte de que su fuente esté de buen humor para atenderlos a todos, caso contrario habrá que usar la poca información que se obtuvo de la pelea mediática de otros, en su mayoría, canales de televisión que sí transmitieron en directo.
En este sentido no cuestionamos esta vez a los periodistas, ya que generalmente son blanco de críticas constructivas y destructivas, sino a las malas fuentes, en su mayoría autoridades públicas que en su condición de poder se dan el lujo de limitar el trabajo informativo y muchas veces priorizar a medios que ellos mismos cuestionan por determinados motivos, actuando lamentablemente con lógicas de discriminación y segregación.
La autora es comunicadora social y periodista